Beatriz Grifol y una tarde con amigos

Publicado originalmente el 13-2-12

La primera vez que vi a Betriz Grifol sobre el escenario ni la conocía ni lo sabía de antemano. Había acudido con mis compañeros de Hijos De Coré y nuestras señoras a ver el Concurso Internacional de la Canción Provida de Valencia 2008 y ella actuó como artista invitada, con tan mala pata que los organizadores pusieron su actuación mientras la gente cumplimentaba sus papeletas con las votaciones y, de forma increíble, apenas una veintena de personas de un auditorio de más de 400 nos quedamos siguiendo su actuación mientras los demás rellenaban sus octavillas.

Posteriormente volvimos a coincidir con ella, esta vez “compartiendo escenario” (que no había como tal, puesto que tocamos a ras de suelo) en el Multifestival David 2008 en Benicassim, en el que también estuvo Amparo Navarro y el grupo Alborada, uno de los decanos de la música católica.

Después de aquello he seguido manteniendo el contacto con Bea, en ocasiones en persona, acudiendo a alguna actuación suya o como cuando vino a cantar al festival que organizamos con motivo del 5º aniversario de nuestro grupo y en otras ocasiones, como muchos otros hoy en día, a través de internet. Este pasado sábado volví con mi señora a verla en una actuación, en la que presentó parte del repertorio de sus discos y alguna canción inédita.

 

Beatriz es una artista única, su presencia y su voz recuerda mucho a la de Rosana, incluso con esa manía misteriosa que tiene de sesear cuando canta, algo que no le sucede al hablar. En su voz y en sus letras se desgrana una vida interior intensa, desde su búsqueda de la espitirualidad en la India y en el budismo hasta su profunda fe como católica. Eso la hace buscar tanto el dialogo interreligioso, una de mis modestas contribuciones”, como a recomendar que “aunque la Iglesia no esté de moda, este es un buen momento para que vuelvan a ella los que una vez se alejaron”. Bea canta, se explica, interpela al público… el escenario forma parte de su existencia de forma tan natural como la calle, la cafetería, el templo o su mesa de estudio.

La tarde también fue un encuentro de amigos, como un círculo que se abre y se cierra. Con ella sobre el escenario estuvo acompañándola Enrique Mejías, un gran músico y persona con el que había tenido la oportunidad de hablar en cientos de ocasiones a través del facebook pero al que nunca antes había saludado cara a cara. Y también subieron al escenario a acompañarla en alguna que otra canción Amparo Navarro y la gente de Alborada (bueno, un 45%, que estaban 4 de 9) y entre el público Manolo Guallart y su inseparable cámara de fotos y también otro gran músico y amigo común, Roberto Vega. Por cierto, a Roberto y a mí no nos invitó a subir a cantar… Bea, Bea…

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