En ocasiones deducimos cosas que pudo haber hecho o dicho Jesús pero que no aparecen en los evangelios, bien por la coherencia con su vida y predicación, bien porque sería lo normal o esperable de una persona de su tiempo y sus circunstancias.
Así podríamos pensar, por ejemplo, que si Mateo afirma que San José era carpintero (o trabajador manual según las traducciones) y Marcos afirma que Jesús también lo era, sería porque Jesús aprendió el oficio de su padre José. En ningún pasaje del evangelio dice “Jesús aprendió el oficio de José” pero sería lo más lógico pensar que así fuera e incluso darlo por cierto.
También podemos afirmar, por ejemplo, que Jesús cantaba, o al menos que en alguna ocasión cantó, ya que en los evangelios sí viene reflejado que una vez Jesús y sus apóstoles entonaron un cántico. (Mt 26,30; Mc 14,26) ¿Y bailaba? Ahí es algo más difícil, en ningún momento la Palabra afirma que lo hiciera. Lo que sí sabemos es que Jesús, como cualquier otro judío, participaba de las fiestas propias de su pueblo, como la Pascua (Lc 2, Lc 22, Jn 12), hanuka o Dedicación (Jn 10), los Tabernáculos (Jn 7) o acudía a bodas como la de Caná (Jn 2), o también hablaba de celebrar fiestas y banquetes en sus parábolas como en el regreso del hijo pródigo (Lc 15) y otras (Mt 22, Mt 25, Lc 6…).
Sabemos también que era muy propio de los judíos, y lo sigue siendo, bailar en las fiestas, en concreto danzar en corro con la música tradicional judía. Podríamos suponer pues que Jesús también bailaba en las fiestas a las que acudía, pero no dejaría de ser eso, una suposición, bailar no es obligatorio y no a todos les gusta, evidentemente, con lo cual no lo podríamos afirmar como cierto, sino como una posibilidad.
El problema (siempre hay un pero) es cuando las cosas que atribuimos a Jesús y que no aparecen en los evangelios, no son debidas a una posible relación con su vida y obra o a su contexto histórico-social, sino que son propias de la visión subjetiva y personal de quien lo dice. Normalmente no debería tener mayor importancia, como si alguien afirma que a Jesús le gustaban los dulces, pero otras veces pudiéramos incluso, hasta con buena intención, decir cosas contrarias al mensaje de Jesús por simple desconocimiento.
Así una persona de ideología marxista o neo-marxista podría presentar a Jesús como un líder antisistema, enfrentado al poder político, que abogaba por la colectivización de los bienes. Sin embargo, en una lectura detenida de los evangelios nada de eso aparecería por ningún lado, es más, aparecerían incluso frases de Jesús en sentido contrario (ver el artículo ¿Jesucristo en clave marxista?).
Otro caso, y en este me gustaría detenerme un poco más porque me ha pasado recientemente, es de aquellos que tienen un visión “afectiva” de Jesús y piensan, desde esa perspectiva, que el hecho de Jesús hablase del amor a los hermanos o a los enemigos vendría acompañado de una personalidad afectuosa, en la que Jesús se mostraba con mucha frecuencia como alguien que repartía besos, abrazos, caricias y achuchones allí por donde pasaba. ¿sería Jesús así?

Recientemente el Papa Francisco visitó un hospital. Uno de los enfermos, llevado por la emoción, se arrodilló ante él y lo abrazó efusivamente a lo que Su Santidad respondió con él de igual manera. Alguien, conmovido por la escena, compartió la foto en las redes sociales y añadió, seguro que con toda la buena intención del mundo, que el Papa estaba haciendo “lo mismo que hacía Jesús, que abrazaba a los enfermos allá por donde pasaba”.
Se me ocurrió comentar en diversos foros que aquella frase no tenía ninguna base evangélica y que incluso lo más probable es que no fuese cierta. Como ocurre en estos casos hubo mucha gente que me escribió manifestando su opinión en contra y dándome algunos argumentos que fraternalmente rebatí. Como creo que todo conocimiento edifica y que “el pueblo de Dios perece por falta de conocimiento” (Os 4,6) me gustaría compartirlos aquí.
Uno de ellos fue que aunque no hay testimonio ni prueba alguna de que Jesús actuase así, podría ser cierto pues nadie podría demostrar lo contrario. Este argumento es lo que se conoce en Lógica como una falacia, es decir, tiene apariencia de verdad sin serlo. Sería como afirmar que los marcianos existen porque nadie ha podido demostrar que no existen. Puede que Jesús fuese tan afectuoso como alguien suponga, lo que no puede nadie es afirmarlo como cierto.
Otro argumento decía que podíamos afirmar tal cosa porque, mostrando una cita concreta, sí que aparece en los evangelios que Jesús diese abrazos. La cita es correcta, pero lo que omitía el argumento es que de los cuatro evangelios solo uno de ellos y en una sola ocasión, la que recoge dicha cita, afirma que Jesús abrazó y bendijo a un grupo de niños (Mc 10, 16). Solo una vez y nunca a los enfermos, o adultos o a cualquier otro, sólo a un grupo de niños.
Un tercer argumento era que debíamos dar la frase por cierta porque, como en otros muchos casos, lo importante no era la forma sino el fondo y al decir eso lo que estaba manifestando era que Jesús se compadecía de los enfermos y de los que sufrían y que en muchas ocasiones los sanaba. Este argumento si que me preocupa porque se contradice a sí mismo. Me explico, es cierto que lo importante es el fondo, es cierto que Jesús se compadecía de los enfermos y los sanaba en muchas ocasiones y es cierto que la forma es secundaria… entonces ¿por qué inventarnos las formas? ¿por qué decir cosas por pura invención en lugar de ir al fondo de la cuestión directamente? La frase que acompañaba la foto de Su Santidad podría haber sido con toda corrección “El Papa abrazando a un enfermo, como Jesús que se compadecía de los enfermos y de los que sufrían”. Habríamos ido al fondo, a lo verdaderamente importante sin necesidad de añadidos vanos.
Faltaría una segunda parte, por qué podemos pensar que el dato de que “Jesús abrazaba a los enfermos allí por donde pasaba” es falso. Ojo, digo que podemos pensarlo, que es muy probable que sea falso, pero en toda probabilidad, por alta que sea, siempre hay un porcentaje de lo contrario y pudiera ser que no.
Veamos pues. En el caso que he comentado al principio, la probabilidad de que Jesús hubiese bailado ya que era judío y había asistido a fiestas, las citas en las que se menciona esto son unas pocas, unas cinco o seis, y en ninguna de ellas, salvo en la bodas de Caná, se mencionan más detalles o hechos concretos que la misma asistencia.
Sin embargo no ocurre esto en el caso de Jesús con los enfermos. Los evangelios recogen unos 30 encuentros de Jesús con muchos que padecían enfermedades y en casi todos ellos hay abundancia de detalles, sobre el lugar y la forma concreta en que se produjeron, sobre lo que Jesús les decía: “tu fé te has salvado”, “presentate a los sacerdotes”, “qué quieres que haga por ti”, “llévate tu camilla”, “da testimonio de lo que te ha ocurrido”, “haz una ofrenda”, “no peques más”… y también sobre los gestos que hacía con ellos: los tomaba de la mano y los incorporaba, les imponía las manos sobre la cabeza, untaba los ojos de los ciegos con barro, etc, etc. Entre todo estos relatos, tantos y con tanta abundancia de detalles, en ninguno se menciona que Jesús diese un abrazo a un enfermo, en ninguno.
¿Podría ser posible que Jesús hubiese abrazado a algunos de ellos pero que no apareciese ese dato, por cualquier causa, en ninguno de los 30 casos registrados? ¿Podría ser posible que Jesús tuviese la costumbre de abrazar a los enfermos allá por donde iba pero que los evangelios, de forma misteriosa, lo hubieran ocultado? En el terreno de las posibilidades y de las probabilidades nos movemos, pero vamos, sería muy muy improbable.
Por tanto podemos afirmar con total seguridad que los evangelios no recogen ningún caso en que Jesús abrazase a un sólo enfermo, con lo cual es muy probable que no lo hiciera y que, a lo sumo, podría haberlo hecho en alguna ocasión esporádica pero que ni mucho menos sería una conducta frecuente.
Volvamos pues a la conclusión. Más allá de los ejemplos concretos, lo que debemos de tener es mucho cuidado a la hora de lo que afirmamos sobres Jesús que no aparece en los evangelios. ¿Por qué?, porque en ocasiones serán deducciones bien construidas, en otras afirmaciones erróneas pero sin mayor importancia pero en otras, y eso es lo peligroso, conclusiones contrarias que podrían distorsionar la imagen y el mensaje de nuestro Señor. Seamos cuidadosos pues y, en caso de duda, ¡a lo seguro!.
Bendito sea Dios.