Me encuentro con Jesucristo con cierta frecuencia pidiéndome limosna.

Me encontré a Jesucristo el otro día. Estaba pidiendo en la calle, a la puerta de la librería de Paulinas de mi ciudad. Tenía el rostro ajado y moreno, un tatuaje sobresalía por encima de la barba en su mejilla izquierda y su aliento olía a cerveza.

– Dame algo, jefe – me dijo – mira a ver si llevas un millón de euros por ahí.

– Si vas picando tan alto no creo que nadie pueda ayudarte

Tengo la mala costumbre de no llevar casi nunca dinero encima, así que nada podía darle, se lo dije y nos pusimos a hablar.

– Pues si no tienes nada cámbiame tu sitio de dormir por el mío esta noche – me dijo.

– Podría hacerlo, pero a ver como le digo a mi mujer que esta noche no voy a dormir yo en la cama y que mi lugar lo ocupará otro señor. Nos echaría de casa a los dos – Jesucristo rió con mi ocurrencia.

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Lo volví a ver al día siguiente. Salía yo de la Facultad de Teología. Unos seminaristas que iban delante de mi le dieron algo. Cuando llegué junto a él también alargó la mano para pedirme. Me volví a disculpar (siempre sin dinero encima). Esta vez era más joven. Andaba encorvado, no sé si por el frío, y arrastraba una ligera cojera en su pierna derecha. Me fijé en su rostro. A pesar del gorro de lana viejo que llevaba en la cabeza y la barba poblada era un hombre guapo. Tenía unos ojos muy bonitos, de un color azul muy claro y aunque su expresión en español era correcta se le notaba algo de acento, probablemente de Europa del este.

Me lo imaginé afeitado y vestido de traje y se me antojó que podría haber sido un joven y exitoso abogado casado con una chica guapa y con varios hijos pequeños monísimos. Igual hasta lo fue en un pasado reciente. Hablamos del frío, esos días había bajado mucho la temperatura de golpe.

-¿Duermes en la calle?

– No, en un parque.

La respuesta, pese a lo triste, me produjo una sonrisa. Para mí no había ninguna diferencia pero para Jesucristo sí, él no dormía en “la calle”. Era como si me mostrara que tenía dignidad, la dignidad de alguien que pide limosna, pero dignidad al fin y al cabo.

Al día siguiente y en el mismo sitio lo volví a ver. Esta vez había cambiado de sexo, Jesucristo era una mujer y por su apariencia supuse que sería una gitana rumana. Iba acompañada de su hijo. De unos 7 u 8 años de edad. Me pidió, me disculpé… pero palpando mi chaqueta noté un caramelo. Viky, la secretaria de la facultad, suele poner un cuenco con caramelitos en el mostrador para agasajar a los que entran. Aunque no soy muy goloso, me tira más lo salado, siempre que entro tengo la costumbre de llevarme uno o dos al bolsillo, ya casi de forma automática.

– No tengo dinero – le dije a Jesucristo – pero si que llevo un caramelo para tu hijo.

Se lo dí. Le quitó el envoltorio al instante y se lo llevó a la boca. No dijo una palabra pero me miró y sonrió agradecido.

Mi padre siempre me decía, y alguna vez me lo sigue diciendo con esa manía que tienen los padres de seguir dando recomendaciones a sus hijos aunque estén a punto de cumplir 50 años, que debía llevar siempre algo de dinero encima… por lo que pueda pasar. Me imagino en el juicio final que Jesucristo, esta vez sin más apariencia que la suya propia, me mirará y me dirá algo así como “gracias por pararte a hablar conmigo, pero deberías haber hecho caso a tu padre: uno o dos euros me hubiesen venido bien para comprarme una empanadilla o ayudarme a pagar la pensión de esa noche…”

2 comentarios en “Me encuentro con Jesucristo con cierta frecuencia pidiéndome limosna.

  1. Vamos a ver, ¿el dinero que damos a un vagabundo es realmente ayuda o es ayudarles a cavar su propia tumba? ¿Estamos ayudando cuando le financiamos el pico del día? ¿Estamos seguros que siendo alcóholicos y drogadictos no se lo van a gastar en droga? ¿Acaso les daríamos directamente una litrona o una papelina? Entonces, ¿por qué les damos el dinero con el se comprarán aquello que nosotros jamás les daríamos?
    Sé que es impopular lo que digo y que me diréis que no todos los vagabundos son drogadictos y alcohólicos. Cierto. Como cierto es que mucha de la gente que acaba en la calle lo hace por problemas de drogadicción, alcoholismo y enfermedades mentales. ¿Tenemos absoluta certeza de que el dinero es para caridad y no para drogas? Por tanto, dada la gran probabilidad de que tengan esos problemas, quizá la mejor manera de ayudarles sea no darles dinero. Mejor destinar ese dinero a Cáritas, y que sus expertos y profesionales hagan las cosas bien. Estoy convencidísimo de que ese dinero jamás ira a financiarles el pico ni a nada que les sea perjudicial. Así realmente estaremos haciendo caridad, en lugar de ayudar al prójimo a cavarse su propia tumba.
    Esto es lo que debe hacer un cristiano, caridad de verdad, y no quedarse con la conciencia tranquila. Cualquier cura recomienda que la limosna sea de verdad limosna, si no más nos valdría tirar ese dinero comprando lotería antes que reforzar los grilletes que oprimen el ánima de los esclavos de nuestra sociedad.
    De todas formas, creo que el post es muy acertado porque insiste en una idea fundamental: la dignidad de las personas. Cosa que se nos olvida a menudo cuando las vemos como si fuesen parte del paisaje urbano. Ignorando al mismo Cristo.

  2. Compartiste experiencias muy positivas para ti. Para ellos, tu atención y compasión. Para ti, lo más grande! ….Viste a Jesucristo en ellos!!!!
    El mensaje de Jesucristo es my claro: «Cuando hicisteis eso a un hermano pqueño, a mi me lo hicisteis»…me diste algo de comer, me distes algo para vestirme, me hospedasteis, me visitasteis enfermo o preso…etc.
    Hay que ser compasivos y misericordiosos. Hay que dar con amor pensando en la situación de necesitado. No desde la nuestra. Son muy diferentes. Hay que dar también, sobre todo, esperanza y aliento. A veces, es lo que en realidad necesitan más.
    Y sobre todo, generar riqueza integral para compartirla. Sea dandi trabajo, dando capacitación, dando oportunidades a otros, etc.
    Cada uno de acuerdo a sus posibilidades.
    «Si cada persona le da la mano a otra, el mundo sería otro»
    Dios N.S. les Bendiga siempre!

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