A vueltas con el ecumenismo

Nota previa: Me pide Gerardo Cabán, de Puerto Rico, que escriba sobre el ecumenismo, que según ha visto es un término que produce mucha confusión. No sé si lograré disminuirla pues, tarea difícil, pero al menos espero no aumentarla. Es un término delicado ya que no existe por parte del Magisterio una instrucción clara a modo de una fórmula matemática tipo 2+2=4, por eso es probable que en este artículo, aunque procure ser fiel al Magisterio, haya cosas que sean opiniones personales y por tanto pueden ser compartidas o no, e incluso es posible que cometa algún error, por lo que pido que si alguien descubre alguno obre de misericordia conmigo y me corrija. De todas formas ante la duda remítanse todos al Decreto Unitatis Redintegratio, del Concilio Vaticano II, que recoge la postura oficial de la Iglesia Católica al respecto.

Jesucristo expresó en una “oración pública” el deseo de que todos sus discípulos “fuesen uno” como Él y el Padre eran uno “para que el mundo crea que Tú me enviaste” .(Jn 17,21). Ciertamente cuando Jesús pronunció estas palabras no se refería a la llamada a la unidad entre las distintas confesiones cristianas, entre otras cosas porque no las había, sino a la unidad personal. Pero aún así este mismo deseo, casi diríamos este mismo mandato, podría aplicarse a la hora del ecumenismo que según la simple definición del diccionario es la “tendencia o movimiento que intenta la restauración de la unidad entre todas las iglesias cristianas”.

Tengamos en cuenta que si Cristo es uno, una es su predicación, una es la Iglesia que fundó y hoy tenemos 400.000 “iglesias” cristianas es que algo hemos hecho mal todos, ojo, todos. Y además, volviendo a la cita de Juan, la falta de unidad entre los cristianos es un escándalo para el resto de los hombres: “Cómo voy a creer en Jesucristo si lo que dices tú que eres cristiano es distinto a lo que dice el otro que también lo es”. La unidad vuelve a ser necesaria “para que el mundo crea”.

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El hecho además resulta aún más escandaloso si cabe cuando por historia vemos que los cismas en su origen (el ortodoxo, el luterano, el anglicano…) fueron debidos más a motivos personales e intereses políticos, aunque luego se les “revistió” de cuestiones teológicas y doctrinales. (Ver los artículos “¿Pero cuál de las iglesias cristianas es la verdadera?” I y II)

Ahora bien ¿en qué consiste esta unidad? ¿cómo debiéramos lograrla?. Es evidente por un lado que los católicos anhelamos el regreso de los “hermanos que se fueron” a nuestra propia casa que es también la suya y, como dice la Unitatis Redintegratio, que “todos los cristianos se congreguen en una única celebración de la Eucaristía, en orden a la unidad de la una y única Iglesia, a la unidad que Cristo dio a su Iglesia desde un principio, y que creemos subsiste indefectible en la Iglesia católica de los siglos”. Los hermanos “separados” serían así, como dijo hace poco un lector de este blog de forma muy hermosa, hermanos “esperados”.

Pero en las actuales circunstancias no parece factible a corto o medio plazo, aunque podemos apuntar algunas cosas, como que cada día son más las conversiones de personas de congregaciones protestantes al catolicismo, o como “creaciones” como el Ordinariato para la conversión de los anglicanos al catolicismo han tenido mucho “éxito”. Pero a fin de cuentas el ecumenismo no es esto, o al menos no es esto solamente, sino que se trataría de ir recuperando la unidad partiendo de lo que ya nos une, que siempre será más que lo que nos separa, en principio nada más y nada menos que el reconocimiento de Dios como Padre y Creador, de Jesucristo como Señor y Salvador y la fuerza y la acción del Espíritu Santo.

Hemos de recordar que muchos de los que participan en otras congregaciones están “constituidos en alguna comunión, aunque no sea perfecta, con la Iglesia católica” y “son reconocidos como hermanos en el Señor por los hijos de la Iglesia Católica”. (U.R. 3) y también reconoce que “los hermanos separados practican no pocos actos de culto de la religión cristiana, los cuales… pueden, sin duda alguna, producir la vida de la gracia, y hay que confesar que son aptos para dejar abierto el acceso a la comunión de la salvación”. Es decir, aunque la plenitud reside en la Iglesia que Cristo mismo fundó, también hay partes de sus elementos, podríamos hablar de la oración, de la lectura de la Palabra, de las obras de misericordia, de pedir perdón por los pecados, etc, que están presentes en otras confesiones.

La Unitatis Redintegratio marca para los católicos un camino de varios pasos (que pueden igualmente seguir los cristianos de otras confesiones por su parte):

.-El primero evitar términos y juicios erróneos sobre los hermanos separados. Yo diría aquí “nada de hacer películas de buenos y malos” mejor de “hermanos que se quieren aunque tengan sus riñas”, ja, ja, ja.

.-El segundo que “peritos y técnicos” de las distintas confesiones establezcan un diálogo consistente en la exposición clara de su doctrina a los demás para que todos tengan un conocimiento auténtico del otro. Este concepto es muy claro, y aunque nos puede sonar algo “clasista” por ser reservado a los entendidos, hemos de comprender que la delicadeza de la cuestión impide que pueda ser tratado por cualquiera. ¡Cuantos errores habremos cometido por esto mismo!. ¡cuántas confrontaciones son debidas realmente al desconocimiento y no a una causa cierta!.

Como dijo el Venerable Fulton Shenn, obispo católico estadounidense del siglo XX y cuyas palabras hizo suyas también San Juan Pablo II, “No hay más de 100 personas en el mundo que verdaderamente odien a la Iglesia Católica, pero sí hay millones que odian lo que ellos creen que es la Iglesia Católica”.

.-El tercer lugar sería la colaboración en el bien común (podríamos hablar aquí de obras de caridad, de la lucha contra el aborto…) e incluso la oración común. Son ya muchas las experiencias ecuménicas como la comunidad de Taizé, lapredicación del Papa Francisco en un templo protestante, los encuentros de oración en Asís de San Juan Pablo II y Benedicto XVI o la Semana de Oración para la Unidad de los Cristianos que celebran conjuntamente católicos, anglicanos, ortodoxos y algunas congregaciones protestantes. Por cierto, aunque desde hace mucho tiempo esta semana (o esta “octava”) está impulsada por la Iglesia Católica, en su origen fue una iniciativa de un pastor episcopaliano de Estados Unidos

¿Conducirán estos pasos a la unidad de los cristianos en una sola Iglesia? Sólo Dios lo sabe.

Ahora bien, si nos es difícil definir con claridad qué es el ecumenismo, nos es más fácil, al menos en principio, afirmar qué NO es el ecumenismo y evitar así el peligro de lo que algunos definen como un “falso ecumenismo”, a saber:

El ecumenismo no es un “relativismo cristiano”. No podemos decir que da igual ser de una confesión cristiana que de otra. Para empezar hay que examinar muchas congregaciones que se dicen cristianas y cuyo credo es difícilmente compatible con el evangelio o incluso son tapaderas de simples sectas o burdos negocios. Para los católicos además no es ni puede ser lo mismo participar de los sacramentos que no participar, en especial de la Eucaristía o la Penitencia, tener a María como madre que no tenerla, beneficiarnos del servicio de los sacerdotes consagrados que no hacerlo…

El ecumenismo no supone renunciar a tu propio credo aceptando el de otro, sino buscar que hay de común entre mi credo y el del hermano separado. Hace poco oí a un profesor universitario, muy docto en su materia pero no precisamente en esta, que “a ver si ahora con lo del ecumenismo vamos a pensar como los calvinistas que los ricos van al cielo y los pobres no porque la bendición de Dios se manifiesta en la prosperidad material”. Esto no es el ecumenismo, por supuesto.

El ecumenismo no supone introducir en la liturgia católica elementos ajenos a ella. Se pueden hacer celebraciones ecuménicas entre cristianos de distintas confesiones en torno a la palabra, la oración o la música, pero eso no significa introducir cantos protestantes en la Eucaristía o ritos de otras celebraciones ajenos a las rúbricas, por ejemplo, de la misma manera que sería un absurdo que los protestantes se pusieran a “representar” una celebración de la Eucaristía cuando niegan la presencia real de Cristo en la misma.

La participación en el ecumenismo para los católicos se hará por tanto, y así lo recuerda la U.R también, desde la afirmación y el conocimiento claro de la propia fe en lugar de la relativización de la misma o la renuncia a alguno de sus postulados.

Para ello es necesario un proceso de conversión y de conocimiento de la propia fe católica que permita por una lado exponerla y por otro reconocer no sólo las diferencias con el credo de los hermanos separadas sino también, y esto es muy importante, reconocer “que todo lo que obra el Espíritu Santo en los corazones de los hermanos separados puede conducir también a nuestra edificación” ya que “lo que de verdad es cristiano no puede oponerse en forma alguna a los auténticos bienes de la fe, antes al contrario, siempre puede hacer que se alcance más perfectamente el misterio mismo de Cristo y de la Iglesia”. (U.R)

Sé que este camino es difícil, que a muchos católicos les es difícil de entender en algunos aspectos y que son también muchos los protestantes que se niegan a ello e incluso utilizan el término “ecuménico” como insulto, como sinónimo de “traidor” o “vendido”.

Algunos de ellos están sufriendo de manera indecible por los ataques de sus propios correligionarios como el reciente casos de Alex Campos, músico protestante que participó en un concierto con músicos católicos en el Vaticano y que tuvo que hacer unas declaraciones a mi juicio desafortunadas ante tanto ataque. O el caso de Jesús Adrián Romero, también músico y predicador protestante, al que le han dicho las barbaridades más horribles porque se atrevió a decir públicamente que “los católicos no son idólatras” (crítica sostenida por muchos de ellos hasta la obcecación) o que “la Biblia no prohíbe las imágenes en sí” (afirmación que para muchos de ellos es un auténtico dogma de fe) “sino solo la idolatría”, de tal forma que se ha tenido que “retirar” de las redes sociales porque el acoso era insufrible.

Sea como sea, ya que todos los cristianos, seamos católicos, ortodoxos, anglicanos o protestantes, tenemos la intención de vivir conforme a la enseñanza de Cristo, buscar la unidad ente todos nosotros no será solamente un deseo o un proyecto bonito, sino también un mandato claro y directo de parte del Señor. Que así sea y que Dios nos bendiga a todos.

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