Semana Santa: ¿Nos quedamos en la parroquia o nos vamos fuera?

Nota previa: Escribo estas lineas a petición de Marcos Buigues, de Valencia, que me ha pedido tratar el tema de la conveniencia de celebrar la Semana Santa con la propia comunidad parroquial de cada uno, pero me gustaría recordar que aunque escribo este blog hablando de temas de religión y desde mi perspectiva de creyente católico, muchas de las cosas que reflejo son opiniones personales, por lo que pueden ser compartidas o no por otros creyentes.

Difícilmente se entendería en Valencia que un fallero de la comisión de la falla del Pilar al llegar el 14 de marzo se fuese a pasar la semana fallera a Benicarló “porque allí también hacen fallas”. Supongo que sería lo mismo que un miembro de una escuela de samba de Río de Janeiro en lugar de celebrar los carnavales de su ciudad se fuese a otra o que un aficionado a la tauromaquia de Pamplona al llegar San Fermín se fuese a ver toros a Marbella.

Sin embargo no parece extrañarnos los creyentes que al llegar la Semana Santa marchan a otras poblaciones de vacaciones, pues «parroquias hay en todos lados» o, lo que resulta paradójico, para celebrar la Semana Santa «de manera distinta».

En el primer caso podríamos entenderlo desde una perspectiva del creyente “practicante” que asiste a la misa dominical de forma ritual (lo digo sin ánimo peyorativo) pero que ciertamente no tiene más vinculación ni vida eclesial, por lo que “escuchar” misa es algo que ciertamente haría igual en la iglesia de su barrio que en una de Pernambuco, como harían Mortadelo y Filemón después de meter la pata.

En el segundo caso me parece algo más triste. En muchas parroquias, particularmente algunas que son atendidas por órdenes religiosas, les ha dado por celebrar desde hace ya tiempo lo que denominan “Pascuas jóvenes” (???), que no es otra cosa que llevarse a los jóvenes de retiro o convivencia durante el triduo pascual y celebrar con ellos la Semana Santa de forma independiente. O incluso no específicas de jóvenes, sino asociaciones que promueven algo similar, añadiendo algún adjetivo o toponímico tipo “Pascua en Villa Celeste” o “La Pascua de Las Alcachofas” (los nombres son ficticios).

Parece que no hubiera en todo el año fechas para hacer retiros juveniles y que fuese “obligado” separar a los jóvenes de sus propias familias y del resto de la comunidad parroquial a la hora de celebrar la fiesta grande de los cristianos.

  • Pero es que para los jóvenes es una gran experiencia, incluso fuente de vocaciones…

No digo que no, por supuesto, pero igualmente se podría vivir esa experiencia previa a la Semana Santa, como preparación a la misma (para eso la Iglesia nos regala 40 días de Cuaresma) o de profundización a posteriori (para eso la Iglesia nos regala 50 días de Pascua). O incluso se podría realizar en la misma Semana Santa sin que ello rompa la participación con el resto de la familia, reuniendo a los chavales el jueves, viernes y sábado por la mañana, preparando su participación activa y asistiendo con ellos a los oficios y celebraciones parroquiales.

También existe un tercero que trataría del “turismo religioso”, de dejar tu parroquia por ir a ver cómo se celebra en otros lugares que lo hacen con más “vistosidad”. Esto, que podría ser comprensible como algo ocasional, celebro siempre la Semana Santa en mi parroquia, pero esta vez me apetece ir a ver la de Toledo que me atrae por su imaginería, sería triste si se convirtiese en algo habitual, ya que demostraría que lo importante es el aspecto externo o estético que la vivencia religiosa propiamente.

semana santa playa

Quizá en el fondo lo que subyace es la idea de parroquia. Según el Concilio Vaticano II la parroquia es ante todo una comunidad de fieles. (Sacrosantum Concilium 42). Generalmente está asociada a un lugar geográfico, pero más allá de eso es el “lugar” concreto en el que cada uno vive su fe, de manera que resulta común que alguien mantenga su vinculación con su parroquia “de toda la vida” aunque se mude a otro barrio, por ejemplo.

Dos conceptos en torno a la parroquia nos podrían resultar erróneos. Uno el asociarla al templo y entenderla en un sentido “burocrático” como la dependencia en la que se administran sacramentos de la misma manera que en la delegación de hacienda se gestionan los pagos de impuestos. Daría por tanto lo mismo hacer la “gestión” al lado de tu casa que al lado del apartamento en la playa.

Otro entender la parroquia como un bloque monolítico en el que todos los feligreses hacen lo mismo y acuden a la misma celebración de la Eucaristía en lugar de concebirla como una comunidad de comunidades, por lo que hacer lo mismo que el resto en una masa anónima daría igual fuese cual fuese esa masa, la de tu barrio o la que está más cerca del chalet de la montaña.

Como dice monseñor Berzosa, obispo de Ciudad Rodrigo, frente a un modelo de parroquia preconciliar en la que “lo que importaba era el número, la masa y no la comunidad, donde los laicos eran sujetos pasivos” la parroquia de hoy debe ser “una comunidad de comunidades, donde coexisten grupos diversos con sus carismas” y dónde se deben desarrollar las “cuatro dimensiones de la Iglesia particular: comunión, celebración, catequética y misión”.

A un servidor, que vivo mi fe en una comunidad neocatecumenal, me preguntaba un amigo sacerdote por qué los “kikos” no celebrábamos la misa “en la parroquia” tal como convocaba el párroco. Detrás de la pregunta subsistía todavía ese concepto monolítico preconciliar.

– Por supuesto que celebramos la Eucaristía en la parroquia y con el párroco- cuando le contesté cayó en la cuenta que había hecho otra vez la misma identificación de parroquia-templo, parroquia-misa de 12, como si celebrar la Eucaristía en pequeñas comunidades fuese “menos parroquia” que hacerlo en una asamblea grande dónde la mayoría de gente te es desconocida.

Por eso es una bendición que en una parroquia puedan existir grupos diversos con sus carismas, es una muestra de la diversidad en la unidad de la Iglesia católica, y en la que se puedan distinguir cuales son las realidades pastorales para la formación cristiana y cuales los servicios de caridad y cuales los de misión y catequesis, de manera que uno puede formarse y vivir la fe en los primeros y a partir de ahí realizar un servicio según sus propias cualidades o disposición en los segundos. Es más, podríamos decir que un grupo de fe es «más parroquia» cuanto más nutren sus miembros los servicios que esta presta.

Ahora bien, frente a la diversidad de funcionamiento sí que existen determinados momentos en que es bueno y hasta necesario que se visibilice la unidad, en la que aparezca la “parroquia al completo” y en los que las distintas realidades parroquiales celebren unidas, junto con los que asisten también durante el año a horas diferentes a las diversas celebraciones de la Santa Misa dominical. Es evidente que tiene que ser en las fechas señaladas como grandes en el calendario parroquial, la del día del titular de la parroquia, cada una el suyo, y el de la Navidad y la Semana Santa, junto con toda la Iglesia Universal.

Y es deseable por tanto que para cada uno de ellos no sea lo mismo celebrar la Pascua con el resto de miembros de la comunidad parroquial que no hacerlo, vivir la Semana Santa con aquellos con los que compartes la parroquia que con unos turistas de vacaciones en chancletas, hacerlo presidido con los sacerdotes que tienes todo el año a tu servicio que hacerlo con otros desconocidos, compartir los días grandes del cristiano con tus hermanos de comunidad y grupo de fe y junto con ellos con el resto de comunidades y grupos de fe de tu parroquia que irte a un lugar dónde no conoces a nadie…

Y es deseable que se manifieste el pueblo de Dios en su totalidad, niños, jóvenes, adultos y viejos, las familias de la parroquia, los religiosos y religiosas… unidos en la diversidad.

Y además es deseable hacerlo sin prisas, sin mirar el reloj, de la forma más solemne posible, que no significa hacerlo de manera ostentosa (aunque ese sería otro tema). ¿Por qué hacer el Vía Crucis por el interior del templo pudiendo hacerlo con el Cristo en procesión por el barrio? ¿Por qué convertir la procesión del Domingo de Ramos en un entrar desde la puerta en lugar de marchar con las palmas y los ramos haciendo visible la presencia del pueblo que sigue a Cristo a todos los vecinos? ¿Por qué ir racaneando la Vigilia Pascual quitando lecturas o convirtiéndola en una misa vespertina en lugar de celebrar una auténtica vigilia nocturna? ¿Por qué terminar “con un chocolatito y unas pastas” pudiéndote ir a cenar cordero conforme a la tradición?. Y si a alguien no le gusta o no puede o tiene prisa, siempre encontrará la manera de asistir a una misa de 30 minutos, seguro.

¿Convivencias de jóvenes? ¿Celebraciones particulares? ¿Reuniones de grupos?… ya habrá tiempo en todo el año para poder realizarlas.

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