¿Jesucristo en clave marxista?

En un artículo pasado comentaba la versión blandengue y melosa (ver Jesucristo no es ningún moñas) y ciertamente inexacta que muchos se habían creado de Jesucristo. En ocasiones hacemos “lecturas” de la Palabra según nuestras propias ideas previas o nuestras visión cultural, familiar o sociopolítica que terminan falseando la Palabra. Ya decía San Francisco de Asís que el Evangelio no hay que adaptarlo o matizarlo, sino aceptarlo.

Últimamente observo con sorpresa que en algunos sectores de la Iglesia, ciertamente minoritarios pero bien organizados, vuelve a aparecer un “lectura” en clave marxista o neomarxista del Evangelio propia de los años 70 que creía que había muerto por desfasada, pero parece ser que todavía le quedan unos coletazos. Imagino que habrá recibido algo de aliento con las nuevas corrientes populistas de la “indignación” que parecen estar de moda en algunos países europeos.

Según esta teoría Jesucristo sería un revolucionario, ahora incluso se le aplica otro término más de moda, un “antisistema”, que condujo al pueblo por un camino de liberación como un líder de masas, rompiendo las reglas establecidas y enfrentándose al poder civil y religioso de su época y que terminó muerto por dichos poderes, mientras el pueblo lloró su pérdida y decidió continuar con su lucha por la paz, la libertad, la justicia, la lucha de clases y la colectivización de la propiedad.

Incluso en una primera lectura superficial podríamos llegar a pensar que dicha visión estaría próxima a la verdad: Jesús era de estrato humilde, tuvo un cierto predicamento entre las clases populares, condenó enérgicamente muchas de las prácticas religiosas de su época por lo que las autoridades sacerdotales veían en él una amenaza y finalmente lo entregaron a la autoridad civil que terminó ejecutándolo… ahora bien, si profundizáramos en la Palabra ¿llegaríamos a esa misma conclusión o encontraríamos muchos hechos que más bien apuntarían a lo contrario?. Bueno, sin ánimo de realizar ninguna tesis al respecto si que podríamos ver alguno de estos aspectos con un poco de detenimiento.

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¿Cómo era la relación de Jesús con las masas? Es evidente que Jesús fue popular, famoso en su época, le seguían en ocasiones multitudes, decenas de miles, muchos acudían de otros pueblos y ciudades para escucharle o bien dejaban sus quehaceres para recibirle cuando llegaba a su población, muchos lo aclamaron en su entrada a Jerusalén… Sin embargo y pese a las apariencias no parece que Jesucristo estuviera muy a gusto con la respuesta de las masas. En muchas ocasiones parecía que el pueblo lo siguiese por su propio e inmediato interés, querían ver milagros, querían que Jesús les resolviese sus papeletas particulares. Él mismo tuvo palabras duras contra su propio pueblo en más de una ocasión, incrédulos, aprovechados, perversos, (Mc 8, 38; Lc 9, 26; Mt 13, 39)

Es muy significativa de esta relación el pasaje que se relata en el capítulo 6 del evangelio de Juan. Jesús hace el milagro de los panes y los peces, dando de comer a multitudes, y cuando la gente emocionada pretende encumbrarlo como líder Él se escapa por piernas para estar solo (Jn 6, 15) porque querían “hacerlo rey la fuerza”. Poco que ver son la imagen del caudillo al frente de su pueblo. De hecho el relato continúa diciendo que la gente le sigue hasta Cafarnaum y Jesús les echa en cara que le buscan “no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido hasta hartaros” (Jn 6,26) y de hecho, cuando aprovecha esa misma circunstancia para anunciarles que la verdadera comida y bebida que Él ha venido a darles es su propio cuerpo y sangre, la misma masa que lo ha aclamado como rey apenas 12 horas antes, se marchan escandalizados dejándolo por loco (Jn 6, 35-66). Recuerda tristemente al relato de la pasión, gran parte del pueblo que lo aclama a la entrada en Jerusalén en apenas unos días pide que lo crucifiquen y que liberen a un terrorista en su lugar.

¿Y con los estamentos religiosos?. Ciertamente Jesús fue muy crítico con las clases religiosas de su tiempo. Con los saduceos apenas tiene una disputa sobre la resurrección de los muertos (Mt 22, 23-33) y con quien sí tuvo muchas polémicas fue con los fariseos, en especial por la acusación que les hacía de hipocresía, de querer aparentar, de tratar de cumplir obsesivamente la ley en detalles que llegaban al absurdo pero olvidar ciertamente lo que la sustentaba, la misericordia (Mt 23, 4-7; Lc 11, 47s) .

Ahora bien, aquí tenemos un problema, ¿Fue Jesús pues una víctima del poder religioso contra el que se rebeló?. Los saduceos eran los dirigentes sacerdotales, la clase dominante, pero no así los fariseos. Estos se caracterizaban por el estricto cumplimiento de la Ley pero no por una pertenencia a una clase social concreta. Los había efectivamente ricos, pero la gran mayoría eran de clase media o incluso simples trabajadores o artesanos. Que se aliasen con los saduceos para eliminar a Jesús contradice el supuesto del líder revolucionario condenado por el poder. La predicación de Jesús ciertamente era una amenaza, pero curiosamente el motivo que aparece en los evangelios por el cual “los judios” trataron de matarle en varias ocasiones fue de índole exclusivamente religioso, tuvo la osadía de proclamarse a sí mismo como el Mesías Hijo de Dios, es más, cometió el despreciable y condenable (a muerte) hecho de proclamarse “una sola cosa con Dios” (Jn 10, 30-33), por lo que en varias ocasiones se libró por los pelos de ser apedreado o arrojado por el barranco (Jn 8, 58).

¿Y la autoridad civil?. En tiempos de Jesús esta era ejercida por el imperio romano. Los romanos habían conquistado toda la zona del Mediterráneo, incluida Israel. Allí donde llegaban imponían su “Pax” que básicamente era la imposición por la fuerza de su modelo político y económico, reprimiendo duramente a quienes se oponían pero teniendo la mano izquierda suficiente como para respetar las costumbres y prácticas religiosas y culturales de los pueblos que conquistaban siempre que no supusieran una amenaza para el sistema o el orden público. En los evangelios podemos comprobar como a los sumos sacerdotes se les permite tener su propia guardia incluso arrestar y juzgar a aquellos reos de cometer algunos delitos contra el templo, aunque no les está autorizado condenar a muerte a nadie. Es más, los romanos no sólo no entendían las costumbres religiosas ni las disputas de pueblos como los judíos, incluso las despreciaban como propias de pueblos sin civilización.

¿Y en el caso concreto de Jesús?. La autoridad estaba ejercida por el gobernador Poncio Pilato. Los miembros del sanedrín judío lo llevan ante él para que le diera muerte, y aquí empieza la primera contradicción con la tesis del revolucionario ante el poder civil… ¡Pilato no sabe quién es Jesús!. Si ciertamente el nazareno representaba una amenaza contra el sistema, contra el poder civil establecido, resulta muy extraño que el gobernador no sepa ni quién es.

Pero además el desarrollo del proceso es aún más contradictorio a este respecto, el romano no encuentra ningún delito en Él, le dice a los sacerdotes que no es asunto suyo y que lo juzguen según las propias leyes judías, trata de liberarlo e incluso hasta le pide ayuda al propio reo, intenta quitarse el muerto (nunca mejor dicho) pasándoselo a Herodes, ofrece liberarlo por la Pascua como era costumbre, lo manda a los soldados para que lo azotasen convencido de que un castigo tan cruel calmaría las iras de los acusadores… y cuando finalmente acepta ante las presiones inclusos realiza el gesto de lavarse las manos mostrando su disconformidad.

¿Tanto esfuerzo por conseguir la libertad de Jesús tiene algún sentido? ¿Cómo es posible que la máxima autoridad política intente la liberación de quienes según algunos constituye la mayor amenaza para dicha autoridad?. La respuesta probable es que esa tesis no sea más que una proyección de quienes la formulan y no la realidad contenida en los evangelios, a fin de cuentas Pilato sólo ejercía una autoridad terrenal y el Reino de Jesús no era de este mundo. (Mc 15, 1-20; Mt 27, 1-26; Jn 27, 1-25; Jn 18,28-19,16)

¿Y el poder económico y los ricos?. Ciertamente en tiempo de Jesús no se podría hablar de un sistema económico estructurado, estamos en el S.I, muy alejado de lo que supondría una sociedad capitalista como la entendemos hoy. Lo que sí que vemos es ya la existencia de clases. Hay ricos, terratenientes, artesanos, jornaleros… muchos de ellos son descritos en las parábolas y la predicación del propio Jesús.

Las palabras de Jesús son muy duras contra los ricos, eso es innegable, desde lo difícil que supone que un rico entre en el reino de los cielos o la vana ilusión de que las riquezas te garantizan una seguridad de por vida (Mc 10, 23ss; Mt 19, 23s; Lc 18, 24s) Sin embargo sus denuncias nunca van en el sentido de condenar la riqueza como tal o de criticar a una clase social concreta, más bien apuntan a la codicia, al afán del dinero, a la falta de caridad… pero igual dirigidas a los que tienen mucho como a los que no tienen tanto pero igualmente ansían tenerlo. (Lc 12, 33s; Mt 6, 19s)

A la hora de referirse a la relación entre ricos/pobres, amos/siervos, terratenientes/jornaleros… no hay nada parecido a una proclamación de lucha de clases ni una condena a la propiedad privada ni nada por el estilo, es más, muchos de sus ejemplos y parábolas apuntan a todo lo contrario: el amo no debe agradecer a su siervo que cumpla con su deber, el empleado que viene agotado del campo no se sienta a descansar sin antes haber servido a su jefe, el obrero que realiza lo que le mandan no es más que un siervo inútil que cumple con su obligación… (Lc 17, 7-10)

¿Podemos decir entonces que a la hora de leer el evangelio o de llevar una vida coherente con el mismo no hay ningún tipo de implicación política? No, por supuesto. La vida de fe no se limita a una serie de actos cultuales y privados, como a algunos poderosos les gustaría, sino que tiene implicaciones en todos los aspectos de la vida: la familia, el trabajo, las relaciones personales… y también la política y la organización social. Porque ciertamente Jesús fue un revolucionario, aunque en otro aspecto: su mismo ser, su palabra, su vida y su muerte y resurrección hizo de Él algo totalmente nuevo, distinto e inclasificable a cualquier otro acontecimiento pasado o futuro.

Lo que no podemos afirmar bajo ningún concepto es que el evangelio postule un tipo de sistema político u otro. Este mismo ejercicio que hemos realizado con una posible lectura en clave marxista del mensaje de Cristo podríamos hacerlo exactamente igual con el capitalismo o cualquier otro tipo de ideología.

Que el Señor nos permita aceptar con alegría su Palabra y vivir con coherencia su mensaje en todos los ámbitos de nuestra existencia por encima de conceptos políticos, sociales o personales.

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