De lo que decimos que dijo e hizo Jesús que no sabemos si dijo e hizo Jesús


En ocasiones deducimos cosas que pudo haber hecho o dicho Jesús pero que no aparecen en los evangelios, bien por la coherencia con su vida y predicación, bien porque sería lo normal o esperable de una persona de su tiempo y sus circunstancias.

Así podríamos pensar, por ejemplo, que si Mateo afirma que San José era carpintero (o trabajador manual según las traducciones) y Marcos afirma que Jesús también lo era, sería porque Jesús aprendió el oficio de su padre José. En ningún pasaje del evangelio dice “Jesús aprendió el oficio de José” pero sería lo más lógico pensar que así fuera e incluso darlo por cierto.

También podemos afirmar, por ejemplo, que Jesús cantaba, o al menos que en alguna ocasión cantó, ya que en los evangelios sí viene reflejado que una vez Jesús y sus apóstoles entonaron un cántico. (Mt 26,30; Mc 14,26) ¿Y bailaba? Ahí es algo más difícil, en ningún momento la Palabra afirma que lo hiciera. Lo que sí sabemos es que Jesús, como cualquier otro judío, participaba de las fiestas propias de su pueblo, como la Pascua (Lc 2, Lc 22, Jn 12), hanuka o Dedicación (Jn 10), los Tabernáculos (Jn 7) o acudía a bodas como la de Caná (Jn 2), o también hablaba de celebrar fiestas y banquetes en sus parábolas como en el regreso del hijo pródigo (Lc 15) y otras (Mt 22, Mt 25, Lc 6…).

Sabemos también que era muy propio de los judíos, y lo sigue siendo, bailar en las fiestas, en concreto danzar en corro con la música tradicional judía. Podríamos suponer pues que Jesús también bailaba en las fiestas a las que acudía, pero no dejaría de ser eso, una suposición, bailar no es obligatorio y no a todos les gusta, evidentemente, con lo cual no lo podríamos afirmar como cierto, sino como una posibilidad.

El problema (siempre hay un pero) es cuando las cosas que atribuimos a Jesús y que no aparecen en los evangelios, no son debidas a una posible relación con su vida y obra o a su contexto histórico-social, sino que son propias de la visión subjetiva y personal de quien lo dice. Normalmente no debería tener mayor importancia, como si alguien afirma que a Jesús le gustaban los dulces, pero otras veces pudiéramos incluso, hasta con buena intención, decir cosas contrarias al mensaje de Jesús por simple desconocimiento.

Así una persona de ideología marxista o neo-marxista podría presentar a Jesús como un líder antisistema, enfrentado al poder político, que abogaba por la colectivización de los bienes. Sin embargo, en una lectura detenida de los evangelios nada de eso aparecería por ningún lado, es más, aparecerían incluso frases de Jesús en sentido contrario (ver el artículo ¿Jesucristo en clave marxista?).

Otro caso, y en este me gustaría detenerme un poco más porque me ha pasado recientemente, es de aquellos que tienen un visión “afectiva” de Jesús y piensan, desde esa perspectiva, que el hecho de Jesús hablase del amor a los hermanos o a los enemigos vendría acompañado de una personalidad afectuosa, en la que Jesús se mostraba con mucha frecuencia como alguien que repartía besos, abrazos, caricias y achuchones allí por donde pasaba. ¿sería Jesús así?

Recientemente el Papa Francisco visitó un hospital. Uno de los enfermos, llevado por la emoción, se arrodilló ante él y lo abrazó efusivamente a lo que Su Santidad respondió con él de igual manera. Alguien, conmovido por la escena, compartió la foto en las redes sociales y añadió, seguro que con toda la buena intención del mundo, que el Papa estaba haciendo “lo mismo que hacía Jesús, que abrazaba a los enfermos allá por donde pasaba”.

Se me ocurrió comentar en diversos foros que aquella frase no tenía ninguna base evangélica y que incluso lo más probable es que no fuese cierta. Como ocurre en estos casos hubo mucha gente que me escribió manifestando su opinión en contra y dándome algunos argumentos que fraternalmente rebatí. Como creo que todo conocimiento edifica y que “el pueblo de Dios perece por falta de conocimiento” (Os 4,6) me gustaría compartirlos aquí.

Uno de ellos fue que aunque no hay testimonio ni prueba alguna de que Jesús actuase así, podría ser cierto pues nadie podría demostrar lo contrario. Este argumento es lo que se conoce en Lógica como una falacia, es decir, tiene apariencia de verdad sin serlo. Sería como afirmar que los marcianos existen porque nadie ha podido demostrar que no existen. Puede que Jesús fuese tan afectuoso como alguien suponga, lo que no puede nadie es afirmarlo como cierto.

Otro argumento decía que podíamos afirmar tal cosa porque, mostrando una cita concreta, sí que aparece en los evangelios que Jesús diese abrazos. La cita es correcta, pero lo que omitía el argumento es que de los cuatro evangelios solo uno de ellos y en una sola ocasión, la que recoge dicha cita, afirma que Jesús abrazó y bendijo a un grupo de niños (Mc 10, 16). Solo una vez y nunca a los enfermos, o adultos o a cualquier otro, sólo a un grupo de niños.

Un tercer argumento era que debíamos dar la frase por cierta porque, como en otros muchos casos, lo importante no era la forma sino el fondo y al decir eso lo que estaba manifestando era que Jesús se compadecía de los enfermos y de los que sufrían y que en muchas ocasiones los sanaba. Este argumento si que me preocupa porque se contradice a sí mismo. Me explico, es cierto que lo importante es el fondo, es cierto que Jesús se compadecía de los enfermos y los sanaba en muchas ocasiones y es cierto que la forma es secundaria… entonces ¿por qué inventarnos las formas? ¿por qué decir cosas por pura invención en lugar de ir al fondo de la cuestión directamente? La frase que acompañaba la foto de Su Santidad podría haber sido con toda corrección “El Papa abrazando a un enfermo, como Jesús que se compadecía de los enfermos y de los que sufrían”. Habríamos ido al fondo, a lo verdaderamente importante sin necesidad de añadidos vanos.

Faltaría una segunda parte, por qué podemos pensar que el dato de que “Jesús abrazaba a los enfermos allí por donde pasaba” es falso. Ojo, digo que podemos pensarlo, que es muy probable que sea falso, pero en toda probabilidad, por alta que sea, siempre hay un porcentaje de lo contrario y pudiera ser que no.

Veamos pues. En el caso que he comentado al principio, la probabilidad de que Jesús hubiese bailado ya que era judío y había asistido a fiestas, las citas en las que se menciona esto son unas pocas, unas cinco o seis, y en ninguna de ellas, salvo en la bodas de Caná, se mencionan más detalles o hechos concretos que la misma asistencia.

Sin embargo no ocurre esto en el caso de Jesús con los enfermos. Los evangelios recogen unos 30 encuentros de Jesús con muchos que padecían enfermedades y en casi todos ellos hay abundancia de detalles, sobre el lugar y la forma concreta en que se produjeron, sobre lo que Jesús les decía: “tu fé te has salvado”, “presentate a los sacerdotes”, “qué quieres que haga por ti”, “llévate tu camilla”, “da testimonio de lo que te ha ocurrido”, “haz una ofrenda”, “no peques más”… y también sobre los gestos que hacía con ellos: los tomaba de la mano y los incorporaba, les imponía las manos sobre la cabeza, untaba los ojos de los ciegos con barro, etc, etc. Entre todo estos relatos, tantos y con tanta abundancia de detalles, en ninguno se menciona que Jesús diese un abrazo a un enfermo, en ninguno.

¿Podría ser posible que Jesús hubiese abrazado a algunos de ellos pero que no apareciese ese dato, por cualquier causa, en ninguno de los 30 casos registrados? ¿Podría ser posible que Jesús tuviese la costumbre de abrazar a los enfermos allá por donde iba pero que los evangelios, de forma misteriosa, lo hubieran ocultado? En el terreno de las posibilidades y de las probabilidades nos movemos, pero vamos, sería muy muy improbable.

Por tanto podemos afirmar con total seguridad que los evangelios no recogen ningún caso en que Jesús abrazase a un sólo enfermo, con lo cual es muy probable que no lo hiciera y que, a lo sumo, podría haberlo hecho en alguna ocasión esporádica pero que ni mucho menos sería una conducta frecuente.

Volvamos pues a la conclusión. Más allá de los ejemplos concretos, lo que debemos de tener es mucho cuidado a la hora de lo que afirmamos sobres Jesús que no aparece en los evangelios. ¿Por qué?, porque en ocasiones serán deducciones bien construidas, en otras afirmaciones erróneas pero sin mayor importancia pero en otras, y eso es lo peligroso, conclusiones contrarias que podrían distorsionar la imagen y el mensaje de nuestro Señor. Seamos cuidadosos pues y, en caso de duda, ¡a lo seguro!.

Bendito sea Dios.

Las condiciones para la Salvación


“Señor, ¿qué debo hacer para tener vida eterna?”. Esta pregunta, que formula el joven rico al propio Jesucristo, es una cuestión recurrente que han repetido en la historia desde los simples mortales hasta las mentes teológicas más brillantes. ¿Cuáles son las condiciones para que el hombre se salve, para vivir eternamente en la presencia del Padre tras la muerte física?.

Además, la misma respuesta ha generado mucha controversia entre las distintas corrientes del cristianismo, ¿basta con creer en Dios o son además necesarias las obras para la salvación?.

He de confesar que en lo personal a mí siempre me ha dado rabia esta pregunta, porque detrás de ella se esconde la tentación de convertir el cristianismo en un legalismo: “dame las normas, las cumplo y voy al cielo… y el que no las cumpla, ¡allá él!”. Pero el cristianismo no es eso, el cristianismo es sobre todo y ante todo una buena noticia: Dios se ha hecho hombre en Jesucristo, ha muerto por nuestros pecados y ha resucitado para nuestra salvación. Lo esperable sería pues vivir conforme a esa buena noticia y la salvación sería una consecuencia de la misma.

Claro que Jesucristo incluye en esa buena noticia las condiciones necesarias para la salvación, pero Jesús no es un teólogo que nos da “un tratado científico perfectamente articulado para que no quede lugar a dudas”, todo lo contrario. Jesús comunica la Buena Nueva de la Salvación en el día a día, con su vida, hablando con sus apóstoles y sus discípulos tanto de manera informal como en solemnes predicaciones… por lo que aquél que quiera encontrar en el evangelio (y en este artículo) una fórmula tipo 2+2=4, quedará frustrado. E incluso, si pretende sacar conclusiones versículo por versículo en lugar de una visión global, es posible que halle aparentes contradicciones en el mensaje del Señor.

Lo único que nos quedará pues es asomarnos, con la mayor humildad intelectual posible, a las citas evangélicas al respecto pero únicamente para que nos den una orientación global, no un manual de instrucciones ya que “Para los hombres es imposible salvarse, pero no para Dios” (Mc 10, 27; Mt 19, 26; Lc 18, 27)… ¡empezamos bien!

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– Para salvarse hay que creer, hay que tener fe. Esto podría ser más o menos lógico, Jesucristo además lo repite en muchas ocasiones: la fe es la que salva (Lc 17,17), el que crea tendrá Vida Eterna (Jn 3, 15), pasará de la muerte a la Vida (Jn 5, 24), no será condenado (Jn 3, 18)… El problema viene cuando añadimos algunas cuestiones a esta afirmación. ¿con creer solamente es suficiente o es una condición necesaria pero que hay que cumplimentar con las acciones? ¿es posible, como diría Lutero, “fornicar cien veces al día y ser salvo mientras no se deje de creer”? ¿qué ocurre con los hombres justos y de recto corazón que no creen? ¿Dios destina a la condenación a los que no les ha dado la gracia de creer a su pesar?… uff, sigamos.

– Para salvarse hay que recibir el Bautismo. Jesucristo en varias ocasiones hace del hecho de creer una cuestión inseparable de bautizarse como condición de la salvación: “Quien crea y se bautice se salvará; quien no crea se condenará” (Mc 16, 16-18). También en esto surgen muchas dudas, ¿qué ocurre con los ateos o los que profesan otras religiones? ¿Cualquier tipo de Bautismo es válido? ¿el bautismo de los protestantes, que no creen en la gracia actual de los sacramentos y lo celebran como un rito de adhesión también?.

– Para salvarse es necesario reconocer a Cristo como Señor. No es extraño dentro de la lógica de la Buena Noticia. Jesús es el mesías, el hijo de Dios Vivo, Dios mismo hecho hombre, y por tanto salvarse y reconocerlo como kyrios es todo uno: “Quien ve al Hijo y cree en Él tiene Vida eterna” (Jn 6, 40); “Yo soy la puerta: quien entra por mí se salvará” (Jn 10, 8); Jesús es el Buen Pastor que conduce a los suyos a la salvación: “Mis ovejas escuchan mi voz y me siguen y Yo les doy la vida eterna”(Jn 10, 27); es el manantial de agua viva que brota hasta la eternidad (Jn 4, 13; Jn 7, 38).

– Para salvarse es necesario mantenerse constante y perseverar en la vida de fe. Así aparece en la enseñanza de los Evangelios: “el que persevere hasta el fin, ése se salvará. Con vuestra constancia salvaréis vuestras almas” (Lc 21, 18s; Mc 13, 13; Mt 21, 11s). Esta sería a mi juicio una de las condiciones más duras, la práctica totalidad de los creyentes, incluso muchos de los grandes santos de la historia, han tenido sus altibajos, sus momentos de duda y sus crisis de fe. ¿Podría condenarse pues alguien que ha llevado una vida de santidad pero la muerte le sorprende en un momento de crisis?. Jesucristo en este caso llama a ser previsores, como las diez vírgenes que se proveen no sólo de lo necesario para esperar al Señor, sino también con algo de más por lo que pudiera pasar (Mt 25, 1-12)

– Para salvarse es necesario participar del sacramento de la comunión comiendo y bebiendo el cuerpo y la sangre de Cristo: “Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis Vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.” (Jn 6, 53s). Se trata pues de la comunión sacramental, no de un símbolo de la fe. Esto lo aclara el propio Jesús cuando afirma “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. Quien come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que me envió vive y yo vivo por él, así quien me come vivirá por mí.” (Jn 6, 52-56). Verdaderas comida y bebida, no un símbolo o una metáfora sino, como dijo en la última cena, su propio cuerpo y sangre. Esta condición llevaría aparejada un problema ya no sólo con los ateos, que no participan de los sacramentos, sino también de todas aquella confesiones cristianas, salvo católicos y ortodoxos, que no pueden consagrar el pan y el vino pero que además no creen en la presencia real de Jesús en la Eucaristía.

Para salvarse es necesario ser misericordioso con los demás. Dios nos juzgará con el mismo juicio que hayamos tenido con nuestro prójimo (Mt 7, 1s; Lc 6, 37) y en la medida en que hayamos perdonado a los demás: “Si perdonáis a los demás sus ofensas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará.”  (Mt 6, 14s). Dios es como el rey de la parábola que perdona a uno de sus siervos una gran suma pero que revierte su perdón cuando descubre que este se niega a perdonar a otro una suma muy inferior (Mt 18, 23-35). Y es lo que el propio Jesús nos enseña a pedir en el Padrenuestro, “perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Mt 6, 12). La verdad es que no sé si da más alivio o miedo, ja, ja, ja.

– Para salvarse es necesario ser desprendido con el dinero. Probablemente el ídolo más poderoso, “no podéis servir a Dios y al dinero” puesto que amar a uno supone despreciar al otro (Lc 16, 9-15) y como diría San Pablo, el afán de dinero es la raíz de todos los males (1Tim 6, 10). Al joven rico y cumplidor de los mandamientos le dice que le falta una sola cosa para seguirle, “vende todos tus bienes y repártelo entre los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después ven y sígueme” (Mt 19, 21; Mc 10, 21; Lc 18, 22). Este es el fin de la limosna. “Vended los bienes y dad limosna. No acumuléis tesoros en la tierra, sino en el cielo, pues donde esté vuestro tesoro estará vuestro corazón” (Lc 12,33s; Mt 6,19s).

El desprendimiento lleva aparejadas recompensas en la tierra y en el cielo, “os aseguro que nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, con persecuciones, y en el mundo venidero, vida eterna”. (Mc 10, 29s; Mt 19, 29; Lc 18, 29s).

– Para salvarse es necesario anteponer a Jesucristo y al Evangelio a uno mismo, desprendiéndose no sólo del dinero, sino también de la propia vida y de todo lo que esto significa, proyectos, necesidades, deseos… si fuese necesario, pues “quien quiera salvar su vida la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?” (Mt 16, 25s; 10, 39; Mc 8, 35; Lc 9, 24s; 17, 33; Jn 12, 25)

– Para salvarse es necesario tratar de evitar el pecado, que es algo distinto a no pecar. El Señor sabe que somos pecadores y que caeremos muchas veces, pero debemos evitar todo aquellos que nos lleve a pecar, situaciones, lugares, personas… incluso aunque nos resulte doloroso, tan doloroso como si nos arrancásemos un ojo, ya que “Si tu ojo derecho te hace pecar, arráncalo y tíralo; más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que con los dos ojos ser arrojado al infierno”. (Mc 9, 48).

– Para salvarse son necesarias las buenas obras, no bastaría con creer sino tal y como dice Jesús, “no todo el que me diga: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de Dios, sino aquel que cumpla la voluntad de mi Padre del cielo”. (Mt 7, 21). La primera respuesta que Jesús da al joven rico con el que abríamos el artículo es muy clara al respecto: “si quieres entrar en la vida eterna, cumple los mandamientos: No matarás; no cometerás adulterio; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre; ama a tu prójimo…” (Mt 19, 18s).

Podríamos entender la lógica y la simplicidad de estos textos, creer no puede estar desligado del obrar, y creer sin obrar por tanto no valdría de nada, no serviría para la salvación, “la fe sin obras es una fe muerta” (St 2, 14). Sin embargo Lutero, el padre de la reforma, tergiversó este concepto cuando alteró la frase de San Pablo “el justo vivirá por la fe” (Rom 1, 17) y añadió un adverbio diciendo “el justo vivirá solamente por la fe” de manera la teología protestante niega el valor de las obras para la salvación.

No obstante Jesús siempre enseñó la necesidad de cumplir los mandamientos, pues «el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos.» (Mt 5, 19).

Es necesario poner en práctica la palabra de Dios. Escuchar la Palabra y no ponerla por obra es “como el que edifica una casa sobre la arena, que la lluvia, los torrentes y el viento fuerte la derrumban y es grande su ruina” (Mt 7, 26s). El reino de los cielos es para “los bienaventurados que trabajan por la paz y la justicia”(Mt 5,9s).

Incluso aquí se abriría una “misteriosa” vía de salvación para aquellos que no han conocido, se entiende que a su pesar, a Jesús. En la parábola del juicio a las naciones (Mt 25, 31-45) al final de los tiempos el Señor las reúne y separa a unas a la derecha, para la salvación, y a otras a la izquierda, par su condenación. Las naciones, en el lenguaje bíblico, son los otros pueblos, los que no tienen al Señor como Dios, en este caso, los que no han conocido a Jesús. ¿cuál es el criterio que se sigue en el juicio si no pueden ser juzgados por la fe? Pues las obras de misericordia: aquellos que dieron de comer al hambriento, de beber al sediento, visitaron al enfermo y al encarcelado, vistieron al desnudo y dieron cobijo al peregrino irán al Reino del Padre, los que no, al fuego preparado para Satanás y sus ángeles, porque cada vez que hicieron (o dejaron de hacer) una obra de misericordia con algún necesitado fue como si lo hicieran al mismo Jesucristo “al que no conocían”.

La obra propia de los creyentes, sin obviar las de misericordia, será otra. Los creyentes sí conocen al Señor, al dueño de la casa, por tanto el criterio es otro, que lo que han recibido de Él no se lo guarden, por poco que sea, sino que deben ponerlo en acción, tal como enseña la parábola de los talentos que aparece en ese mismo capítulo justo con anterioridad, (Mt 25, 21-30).

¿Cómo debemos entender pues toda esta lista de “condiciones”? ¿se deben dar todas y cada una de ellas sin excepción o son distintas vías o posibilidades para la salvación aunque no lleguen a cumplirse todas?.

La verdad es que si las ponemos todas juntas parecerían una sola, como si cada una de ellas fuese una consecuencia de la anterior: “Para salvarse hay que creer en Dios, reconociendo a Jesús como Señor, recibiendo el bautismo, participando de la Eucaristía y perseverando en la fe. Esta fe debe ir acompañada inseparablemente de las obras, siendo misericordiosos con los demás, perdonando a los otros, siendo desprendidos con el dinero, tratando de evitar el pecado, anteponiendo  la Voluntad de Dios incluso a la propia vida y poniendo en práctica la Palabra con el cumplimento de los mandamientos, trabajando por la paz y la justicia, colaborando en la misión y realizando obras de misericordia. Incluso hasta los que no han conocido al Señor se podrían salvar por el trato dado a los más necesitados”.

Es ciertamente hermoso, maravillosamente hermoso… ¿imposiblemente hermoso?. Antes de tratar de darnos cabezazos contra la pared lo primero sería recordar que, por muchas vueltas que le demos, la salvación, aunque cuenta con nuestra libertad, siempre es en origen una gracia, un regalo, un don, pues “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3, 16s)

Así sea.

La música protestante, ¿unción o intención?


Me escribe un amigo por redes sociales haciéndome una crítica muy dura: “para ti lo que no es católico no sirve y te burlas de los que tienen otra religión”. La crítica me duele mucho y doblemente, primero porque viene de un amigo y segundo porque es mentira.

Debo entender, como le dije, que no sabe leer, es decir, que entiende cosas en mí que ni  he escrito ni están en mi ánimo y que confunde lo que él deduce con lo que yo he dicho realmente y sobre todo con lo que he querido decir. También, y al igual que tristemente pasa con otros muchos,  no distingue entre una crítica al hecho de un juicio a la persona. La cuestión viene a raíz del tan manido tema del uso de las canciones protestantes y otras costumbres de los mismos por parte de los católicos y, como ocurre en otras ocasiones, me suscita una reflexión que decido compartir a través de este humilde blog.

Para aclarar las cosas diré que la crítica de mi amigo es falsa ya que, como he afirmado en otras ocasiones, estoy convencido que entre la doctrina católica y la doctrina protestante hay un 90% de cosas en común. Sería un absurdo decir por tanto que la doctrina protestante no vale para nada, como mucho podría decir que una pequeña parte de lo que creen los protestantes es erróneo. Además, si alguien cree en Dios Padre, en Cristo Salvador y en la acción del Espíritu Santo jamás podrá obtener mi desprecio ya que comparte conmigo lo esencial de la fe.

Además, como le dije en una ocasión a un amigo mío protestante, los protestantes no es que creen cosas distintas a los católicos, sino que creen menos… y cuando digo esto no es que tengan menos fe, es que han ido, a lo largo de la historia, eliminando cosas de su credo: la presencia real de Jesús en la Eucaristía, la devoción a María y a los santos del cielo, la creencia en la gracia actual de los sacramentos, el valor de las buenas obras para la santificación… y por tanto cada vez creen en menos cosas. De hecho leí en cierta ocasión, y debe ser cierto, que Martín Lutero, el autor de la reforma protestante, era un gran devoto de la Virgen María, sin embargo las congregaciones protestantes que han surgido a partir de ella no sólo no han mantenido la devoción a María, sino que además lo consideran una idolatría y por tanto un pecado grave.

Uno de los hechos que causó el enfado de mi amigo es una crítica que yo hice a una costumbre que procede de la corriente protestante pentecostal y que ha sido adoptada por algunos grupos católicos: la de hacer gestos, muecas y aspavientos cuando invocan al Espíritu Santo, que más parece que les haya dado un cólico al riñón que estén rezando. “¿Por que los desprecias? Los estás juzgando, lo importante es el interior. ¿acaso lo fundamental no es que lo pidan con sinceridad de corazón?”.

Mi amigo tenía razón en parte. Se equivocaba al afirmar que yo estaba despreciando o juzgando a esas personas, nada más lejos de mi intención, lo que estaba haciendo era criticar esa costumbre, el hecho, no a los actores. Es más, y en eso tenía razón mi amigo, estoy convencido de que esas personas invocan al Señor sinceramente, que lo importante es la intención de su corazón… y por eso precisamente dije y digo que si lo importante es eso no tiene ningún sentido hacer muecas ni aspavientos ni gritar como si Dios estuviera sordo. Si lo importante es el interior, ¿a qué vienen esos gestos y muecas? ¿acaso no puedes pedir el Espíritu Santo desde la sencillez y la alegría de corazón, en la brisa suave de Elías?

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Otro de los puntos que ocasionó la crítica fue el consabido tema del uso de la música protestante por parte de músicos católicos. En las redes sociales hay multitud de debates y opiniones al respecto, así que no voy a entrar en ello, aunque sí me gustaría ir a la raíz. Veamos, los protestantes no tienen liturgia, no celebran la Santa Misa ni la mayoría de los sacramentos y los pocos que mantienen los realizan como un signo externo sin valor de gracia actual (otro concepto teológico para otra ocasión). Por tanto sólo tienen dos cosas: música y predicación. Pero una cosa que sí han hecho muy bien los protestantes y en lo que nos llevan mucha ventaja a los católicos es que, como dice el refrán español, hacen de la necesidad virtud. Han desarrollado la predicación con grandes oradores capaces de mantener en vilo a una audiencia durante horas y tienen unos magníficos músicos, intérpretes, compositores, letristas, cantantes… y unas producciones de medios a la altura de los grandes grupos de rock.

Muchas de sus canciones son realmente hermosas, muy bien trabajadas tanto en melodía como en la letra y que invitan muchas a la oración y a la alabanza. Son canciones, como ellos dicen, con “mucha unción”, que es otro concepto tomado del pentecostalismo protestante pero mal utilizado (aunque también dejaremos eso para otra ocasión) y son muchos músicos católicos, como mi amigo, que llevado por la belleza y la espiritualidad que emanan las han incorporado a su repertorio. Aquí surge el debate, ¿eso es bueno, es malo, hasta que punto se pueden o no usar, se pueden usar cantos protestantes en misa…?

Entrando en un caso concreto hice en su día una crítica a mi amigo: Por hermosas que te parezcan estas canciones debes recordar que sus autores no creen en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, incluso muchos de ellos (no todos, afortunadamente) se burlan del Santísimo y lo llaman “dios galleta”, por eso utilizar sus canciones en una adoración eucarística es una incongruencia. Es más, podría ser una simple cuestión de porcentajes. Si en una adoración cantas 10 canciones y una o dos son de autores protestantes no tendría mucha importancia, pero si son 9 o 10 es que algo falla.

¿por qué no? ¿acaso no están escritas con el corazón? ¿acaso no tienen una gran “unción”? ¿acaso lo que dicen no es correcto?»… Bueno, esa es la gran cuestión. Seguro que muchas de ellas sí, son canciones inspiradas, sinceras, de corazón, sin pretensiones adoctrinantes, es más, estoy convencido de que la gran mayoría lo son, pero también he podido comprobar es que no todas y, otra cosa peor, que muchos de los músicos católicos que las interpretan no tienen los conocimientos teológicos suficientes como para darse cuenta de ello. Y también muchos sacerdotes, que se suponen que sí los tienen, por afectividad permiten que el coro de su parroquia cante estos temas por no quedar como censor o antipático.

¿Podemos ver un ejemplo? Hay un grupo que le encanta a mi amigo que es realmente una maravilla, son unos chicos y chicas muy guapos que tocan y cantan muy bien y que tienen unas canciones realmente hermosas e inspiradoras. Una de sus canciones, cuyo título no recuerdo ahora, tiene esta letra (he alterado la distribución por razones didácticas, pero las frases son las que realmente forman la canción):

Creo en nuestro Dios, Padre eterno poderoso, autor de la creación,

Creo en su Hijo Cristo, el Rey, creo que Jesús es el Señor, el Verbo que se encarnó con la intervención del Espíritu de Dios. Creo que Cristo salva. Creo en el Nombre de Jesucristo. Que sufrió en la cruz y bajó a las tinieblas, resucitó y se levantó en gloria y en poder y está vivo. Creo que en gloria volverá como mi juez y mi abogado.

Creo en el Espíritu Santo, en Dios que tres en uno es.
Creo que el pueblo de Dios es uno. Creo en la Iglesia de Dios
Creo en la comunión. Creo que Dios me ha perdonado. Creo que resucitaremos. Creo en la vida eterna.”

¿A alguien le suena esto? Es evidentemente una versión del Credo Apostólico, muy hermosa, con frases bonitas. Nadie creería que el autor de esta letra la ha compuesto “con unción” de forma espontánea, sino que se ha basado explícitamente en el Credo. Ahora bien, ¿la versión del credo que ha escrito es fiel? ¿más allá de las licencias de métrica y composición ha reflejado el contenido del mismo o lo ha alterado de forma intencionada?

Basta volver a leerlo una segunda vez y apreciaremos para empezar que todo lo que dice, con todas las licencias poéticas que queramos, aparece en el Credo de los apóstoles. ¿cuál es el problema pues? Precisamente en lo que no dice, en lo que calla, en lo que de forma deliberada ha omitido.

¿Y qué es lo que ha omitido? Veamos:

  • Ha omitido la referencia a Santa María Virgen.
  • Ha omitido las características de la Iglesia Santa y Católica.
  • Ha omitido la comunión de los Santos y se ha parado en comunión. Curiosamente en la versión inglesa de la canción si aparece, aunque sabemos que los protestantes ni creen en la intercesión de los santos y su mismo concepto de santidad tiene matices diferentes.
  • Ha omitido el perdón de los pecados, en presente, y se ha referido a él en pasado.

Es decir, ha omitido precisamente del Credo las referencias a lo que es propiamente católico, aquello que ellos han rechazado: la devoción a la Virgen y a los Santos, la Iglesia Católica y el sacramento del perdón. ¿alguien cree que esto es casual? ¿alguien cree que ha sido la inspiración del Espíritu Santo la que ha llevado al autor de la letra ha omitir justamente esas cuatro referencias? ¿o quizás ha sido un hecho intencionado y sesgado que poco tiene que ver con la “unción”?

Pues en eso radica la cuestión. Tal y como dice la Iglesia (Unitatis Redintegratio) “los hermanos separados practican muchos actos de culto de la religión cristiana que pueden, sin duda alguna, producir la vida de la gracia, y hay que confesar que son aptos para dejar abierto el acceso a la comunión de la salvación” Así es y así lo creo, muchos, pero no todos.

Debemos por tanto fomentar ese mucho que nos une, por supuesto, pero también estar precavidos ante ese poco que nos diferencia para no vernos atentados en nuestra propia fe en plenitud. Estoy convencido que eso ni es desprecio, ni juicio ni mucho menos burla, al menos en mi corazón no se albergan tales cosas en este caso.

Clientelismo en la Iglesia


La clase bulle de emociones como casi siempre que surge cualquier tema con algún contenido de naturaleza sexual. Los chicos, alumnos de bachillerato con una formación religiosa pobre aunque superior a la media general, no son inmunes a las consignas que una y otra vez se repiten hasta la saciedad por televisión y en determinados círculos: “la Iglesia discrimina a los que tienen una conducta homosexual porque no admite el matrimonio de personas del mismo sexo”, “la Iglesia es machista porque no admite mujeres al sacerdocio”….

  • Pues deberías ir a la Parroquia Tal y podrás comprobar que sólo van cuatro abuelitas- salta un alumno de forma vehemente- y como la Iglesia no se modernice y cambie su doctrina para ir con los tiempos al final nadie quedará.
  • Bueno, yo creo que será al revés, que si la Iglesia cambia la doctrina entonces sí que nos quedaríamos en ella tú, yo y dos despistados más. Pero lo que comentas se llama clientelismo, y la Iglesia no debe cambiar su doctrina aunque ello suponga perder fieles como tú dices
  • ¿Y por que no la cambia?- pregunta una alumna apoyando a su compañero
  • Pues simplemente porque no puede. La doctrina de la Iglesia no es suya, es de Dios, y no puede modificarla porque esté o no más o menos de moda. Si lo hiciese entonces sí que no tendría ninguna credibilidad, se convertiría en pura ideología vana, no en el anuncio de la Buena Nueva de Cristo.

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Me acordé entonces de una anécdota que leí hace tiempo, de esas que probablemente sea falsa pero merecería ser cierta, aunque la información que contenía si que es correcta. Según ésta, un conferenciante proponía en su charla las mismas tesis que defendía mi alumno. La Iglesia, si no quería perder fieles, debería adaptarse a los tiempos actuales y admitir el matrimonio entre personas del mismo sexo, los anticonceptivos, mujeres sacerdotisas… Entonces uno de los asistentes levantó la mano y dijo “Mire usted, yo soy anglicano y en mi Iglesia ya tenemos eso mismo que usted dice desde hace décadas, y no sólo seguimos perdiendo fieles, sino que miles de anglicanos se han pasado a la Iglesia Católica”.

Además yo soy de la opinión contraria, que la Iglesia pierde fieles precisamente por todo lo opuesto, por no exponer con claridad y sin medias tintas su doctrina. Creo que cuanto más brutos y directos seamos a la hora de anunciarla, más atractiva será la Iglesia y su doctrina y más alejados se sumarán a ella. Me acuerdo de una frase de mi amigo Pepe González, que comparte conmigo las pasiones de la música y la escritura, autor del libro “Manual básico para católicos sin complejos”, que desde aquí recomiendo, que me decía “Los católicos tenemos el mejor producto y no lo sabemos vender”.

Es cierto que en ocasiones debemos ser suaves y prudentes a la hora de presentar el mensaje del evangelio, pero debemos serlo al estilo de Cristo, por amor al otro, porque le llegue mejor su mensaje… no por calculadas técnicas de marketing o, lo que también tendría bemoles, por temor a ser rechazados o despreciados, por miedo a perder nuestra fama o nuestra imagen. ¡Cuántas veces hemos acallado la voz del Espíritu por nuestros propios complejos o temores!

En cierta ocasión en un encuentro de músicos católicos, hablando de música y evangelización, uno de mis hermanos que llevaba la ponencia dijo

  • Tú no puedes ir a uno que no cree y decirle sin más “Dios te ama”- y los demás presentes asentían con la cabeza dándole la razón
  • ¿y por qué no? – pregunté
  • Pues porque probablemente el otro te escupiría a la cara…

Mi amigo era bienintencionado pero olvidaba una cosa, es muy probable que ese escupitajo sea parte de nuestro “sueldo” como cristianos. A fin de cuentas ya nos lo advirtió el Señor, seremos odiados, calumniados y asesinados por su causa, así que un escupitajo no deja de quedar en una mera anécdota. Pero lo que es más importante, a lo mejor ese mismo que nos escupa a la cara esté necesitado de que alguien tenga misericordia de él y le diga precisamente eso, que Dios le ama, que lo quiere tal y como es, que puede ser feliz y tener vida eterna… aunque no lo comprenda, aunque lo rechace, aunque nos escupa. Ya se encargará el Señor de hacer una historia con él y quién sabe si lo que ahora no comprende se convertirá luego en fuente de vida.

Recuerdo esa magnífica película (apenas 20 minutos de duración) titulada “El Circo de la Mariposa” cuando el director del circo ve por primera vez en una feria, donde lo exhiben como un monstruo, al otro protagonista del film que tiene una enorme minusvalía, no posee extremidades. El primero se acerca asombrado y maravillado ante la contemplación de aquél y le dice casi extasiado “¡eres magnífico!”… y el otro, pensando que se está burlando de su condición, le escupe a la cara. Pero es esa misma frase la que después dará sentido a su vida, la que cambiará por completo su existencia… y no prosigo para no desvelar más la trama (ahora lo llaman hacer “spoiler”)

Sí, estamos necesitados de anunciar la palabra con amor pero sin miedo, con caridad pero sin marketing, con dulzura pero sin echar agua al vino. “¿pero cómo es que nadie en la Iglesia me había hablado nunca de esto?”… me dirá otro alumno entusiasmado ante una novedad recién descubierta del Evangelio y a la vez sorprendido de que ninguno en todos sus años de parroquia y colegio religioso se lo hubiese enseñado.

Si queda algo por anunciar o algo que no hayamos sabido transmitir bien, que sea por nuestras propias limitaciones, que no nos reproche el Señor de la Casa que tuvimos miedo de perder aquello que nos confió y que nos limitamos a enterrarlo bajo tierra para mantenerlo tal cual.

 

 

PD: La acepción de la palabra clientelismo tal y como aparece en este artículo no está recogida por la RAE… de momento, aunque creo que se entiende fácilmente en su contexto: práctica de sustituir en una asociación u organización sus propios fines o contenidos de manera deshonesta con tal de ganar o mantener miembros o adeptos.

De adaptaciones y oraciones


Siempre me gustó uno de los más conocidos textos de San Pablo, el que aparece en 2Cor 4, 6-15. Me parece de una gran belleza y aún si cabe una mayor fuerza, su viviencia en el sufrimiento, su experiencia de Fe, el reconocimiento de su propia debilidad y al mismo tiempo de la grandeza de Dios, el saber que todo tiene un provecho no para sí mismo sino para los demás…

Como compositor, aunque sólo sea aficionado, no pude resistirme a hacer una canción sobre este texto y poder interpretarla con mi grupo, Hijos De Coré. Pero además para poder rezar con ella de un modo más directo se me ocurrió reescribirlo como una oración personal.

Esto me supuso un gran reto, más bien era un triple reto:  primero tenía que pasar de un texto escrito en 2ª persona del plural (dejo a los lingüistas dirimir si es un plural mayestático o de modestia) y dirigido a una comunidad de creyentes, en este caso a los cristianos de Corinto, a una oración redactada en primera persona y dirigida directamente a Dios, cono la práctica totalidad de las oraciones. Luego debía adaptarlo en forma de poema, con cuartetos y con versos de un mismo número de sílabas o similar, a fin de poder convertirlo finalmente en una canción. Y todo ello tratando de ser lo más fiel posible al texto original como a su espíritu y mantenido en la medida que pudiera su belleza y su fuerza…

Bueno, supongo que me gustan los retos así que no desistí hasta completarlo. El resultado fue la canción “Una jarra de barro”, que con el tiempo se ha convertido en eso que en inglés se llama un standard, uno de los temas que se asocia con el grupo  y que solemos interpretar siempre (o casi siempre) en nuestras actuaciones.

Aunque estoy muy satisfecho y agradecido por cómo quedó (para qué negarlo) supongo que siempre habrá más profundidad al leerlo directamente en el texto bíblico. De todas maneras para que quien quiera compararlo, adjunto a continuación tanto el fragmento de San Pablo como la letra de la canción y un enlace con la interpretación de la misma, en concreto en una reciente intervención en la prestigiosa cadena de televisión EWTN.

Texto bíblico

Dios que dijo “De las tinieblas brille la luz” ha hecho brillar la luz en nuestros corazones,

para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en el rostro de Cristo.

Atribulados en todo pero no aplastados; perplejos pero no desesperados,

perseguidos pero no abandonados; derribados pero no aniquilados.

Pero llevamos este tesoro en jarras de barro

para que se vea que una fuerza tan grande es de Dios y no de nosotros.

De modo que la muerte actúa en nosotros, mas en los demás la vida.

Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes el morir de Jesús,

a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.

Pues, aunque vivimos, nos vemos continuamente entregados a la muerte por causa de Jesús,

Sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también nos resucitará y nos presentará ante él juntamente con vosotros.

Y todo esto, para vuestro bien a fin de que cuantos más reciban la gracia,

mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios.

En efecto, un pequeño sufrimiento de un momento nos produce, sobre toda medida, un gran caudal de gloria eterna.

Letra de la canción “Una jarra de barro”

Señor, Tú que hiciste la luz de las tinieblas has hecho brillar tu luz en mi corazón,

para que todos puedan contemplar tu Gloria, la que se manifiesta en el rostro de Jesús.

Tengo problemas, pero no me aplastan. Tengo dudas, más no pierdo la esperanza.

Soy perseguido pero Tú no me abandonas; soy derribado pero me vuelves a levantar.

Señor, sólo soy una jarra de barro. Lléname Señor de tu inmenso tesoro

Que quede claro que una fuerza tan grande es sólo de tu Espíritu que habita en mí.

Que pueda perder mi vida para que otros vivan

Llevaré en mi cuerpo el morir de Jesús pues sé que resucitaré con Él.

Me entregaré a la muerte por causa de Jesús, su vida se manifestará en mí.

Señor, todo lo has hecho para mi bien, en cada sufrimiento tú me das la eternidad

Sin pedirme nada tu gracia me regalas por eso hoy tu gloria cantaré.

 

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¿Se nos mueren las órdenes religiosas?


Leo una noticia que no por habitual deja de ser triste. Los miembros de una orden religiosa abandonan una diócesis en la que han estado viviendo, sirviendo y trabajando en los últimos cuatro siglos por la escasez de miembros y nuevas vocaciones. Las estadísticas a nivel mundial confirman de manera alarmante esa tendencia, los religiosos cada vez son menos y más ancianos. Sumo otra que es similar aunque con un punto contradictorio: El número de católicos en el mundo entero crece pero desciende el número de vocaciones.

¿Cuál es el motivo? Difícil saberlo, pero a la hora de dar explicaciones uno de los responsables de la orden que ha marchado a la que me refería lo tenía muy claro “hoy en día los jóvenes ya no quieren ser castos y pobres”. ¿Y ya está?. Estas respuestas tan simples me dejan perplejo, un problema tan serio no puede ser respondido con un “esto es así porque pim y porque pam”.

Pero además, debo reconocerlo y que el Señor y que este señor me perdonen, me indigna. Me indigna la falta de autocrítica, me indigna el poco o nulo trabajo pastoral para revertir esta tendencia… y esta indignación me lleva no a montar un campamento ante el palacio arzobispal para exigir no sé qué, pero si a hacer una breve reflexión, quizá no muy fundamentada y rigurosa pero sí sentida.

Veamos, hay datos que se nos escapan al simplificar las cosas pero no por ello dejan de ser ciertos, a modo de pinceladas, no sé si sueltas o si realmente llegarán a formar un cuadro, voy a lanzarlas sobre el teclado de mi ordenador.

-Las vocaciones siguen siendo ante todo una respuesta a una llamada concreta del Espíritu Santo. Puede que el Espíritu sople en estos tiempos por otro lado, puede que efectivamente tengamos los oídos y los corazones cerrados a su llamada o puede también que aunque algunos jóvenes se lo hayan planteado en alguna ocasión les hayan echado atrás los malos ejemplos de los miembros de algunas órdenes. O puede que hayamos confiado más en proyectos de cooperación con el tercer mundo y obra social, por ejemplo, que en facilitar los cauces para la acción del Espíritu…

-En la Iglesia casi todo pasa excepto la propia Iglesia. Hay realidades de la misma que en su tiempo fueron un magnífico instrumento para la evangelización y la vida de fe de las que hoy ya nada queda o muy pocos conocen. También algunas órdenes religiosas desempeñaron un papel fundamental en determinadas épocas históricas y hoy apenas se conserva un reducto testimonial o han desaparecido. El Espíritu Santo, como decía un amigo mío, emplea andamios diferentes para sujetar la Iglesia según el tiempo concreto que le toca vivir.

-No todas las órdenes religiosas y congregaciones decrecen, algunas crecen mucho y muy rápido. Es curioso que las más novedosas suelen ser las que más empuje experimentan. ¿por qué?. Dice el libro del Apocalipsis contra la Iglesia de Éfeso que reconoce sus trabajos y las pruebas por las que ha pasado, pero tiene una cosa contra ella, ha dejado a un lado y ha enfriado el amor que tenía al principio. Probablemente ocurra así con las órdenes e institutos de siglos, han perdido el amor y el entusiasmo inicial que tienen las nuevas instituciones y se han aburguesado.

-Muchas órdenes han “traicionado” su propio carisma (perdón si la palabra es fuerte): De la regla del fundador en ocasiones queda apenas una referencia en muchos casos. Y si no en la letra sí en la práctica. En muchas de ellas apenas existe ya la oración en común o la comunicación fraterna y sus miembros comparten comedor y trabajo… pero poco más. La obediencia que constituye santo y seña incluso se relaja con la “decisión en conciencia” que en la práctica faculta a los propios religiosos para obedecer o no a sus superiores. El caso es sangrante en aquellas dedicadas a la educación, que en ocasiones más que un apostolado para formar a los niños parecen simples empresas escolares.

-Aunque parezca irrelevante, los religiosos ya casi no usan el hábito propio de su orden, al igual que los sacerdotes diocesanos con el clergyman o la sotana. En un tiempo en que utilizamos la palabra “visibilizar” hasta el hastío (aunque no es correcta según la RAE salvo para hablar de rayos X o de uso del microscopio y similares), visibilizar a las mujeres, a los pobres, a los colectivos marginados, al tercer mundo, a los trabajadores en situación precaria… la mayor forma de “visibilización” que poseen los religiosos que es lucir el hábito. Sin embargo los religiosos no suelen llevarlo y lo utilizan solo en determinados actos. Conocida es la anécdota de San Francisco que llevó consigo a uno de sus frailes a evangelizar al pueblo y anduvieron toda la mañana paseando por el mercado y las plazas  hasta que finalmente regresaron a la porcíuncula, cuando el fraile le preguntó “¿No habías dicho que íbamos a evangelizar?” y Francisco le contestó “Y eso hemos hecho”. Puede así que muchos jóvenes no sepan ni qué es una orden religiosa pese a haberse cruzado con cientos de sus miembros sin saberlo por la sencilla razón de vestir de particular.

-En la última década se ha dado un fenómeno nuevo en las órdenes religiosas, “la importación” de religiosos/as de los países del tercer mundo y/o de países de misión. Este fenómeno tiene dos caras, por un lado la de constatar con alegría cómo los mismos que ayer fueron evangelizados hoy se suman a la evangelización y devuelven la gracia recibida  pero por otro lo que esto implica de falta de vocaciones para las órdenes en los mismos países en las que nacieron. Además en la práctica, y en especial en el caso de las femeninas, las monjitas jóvenes se dedican en buena medida al cuidado de las hermanitas ancianas, cosa que las santifica pero que evidencia una triste situación.

-En ocasiones se ha desligado la pastoral juvenil de la pastoral vocacional. Es sorprendente también cómo estamos viendo últimamente, por ejemplo, ordenaciones sacerdotales de hombres de más de 40 y 50 años. ¿No los llamó Dios en su juventud?. Jóvenes que han pasado la vida en grupos juveniles, muchos de ellos ligados a órdenes religiosas, que no recuerdan en ningún momento que sus monitores catequistas les hubiesen planteado la posibilidad de la vida religiosa de una manera seria… como mucho alguna mención de pasada.

-Otro dato triste y doloroso es ver cómo algunas órdenes religiosas, y de las más importantes y numerosas, se han convertido en paladines del rechazo al Magisterio. Desde algunas de ellas se predican con frecuencia ideas y conceptos que niegan muchas de las afirmaciones contenidas en el Catecismo… y lo hacen con una pretensión de autenticidad que confunde y daña a los creyentes, al Cuerpo de Cristo que es su Iglesia.

Bueno… podríamos seguir lanzando datos, opiniones e intuiciones, pero no sé si serviría de algo. Sé que lo que acabo de escribir es duro y puede que ofensivo para algunos, también para mis amigos miembros de alguna orden o instituto religioso. Seguro que habré exagerado en alguna de estas afirmaciones, seguro que no habré medido bien la carga crítica de alguno de estos puntos y seguro que también habré generalizado en aspectos que son puntuales o minoritarios, pido perdón, pero decirles que lo he hecho con el dolor del corazón herido que en ocasiones te hace ver las cosas más negras de lo que en realidad son.

No sé cual es la voluntad de Dios, no sé si las órdenes religiosas como tal terminarán muriendo y su testigo será recogido por nuevas realidades y acciones del Espíritu, si conocerán un resurgir o si morirán solo las más veteranas para dejar paso a las más recientes… sea como sea espero que el Señor nos de discernimiento para seguir su camino y ser obedientes a su voluntad.

¿Jesucristo en clave marxista?


En un artículo pasado comentaba la versión blandengue y melosa (ver Jesucristo no es ningún moñas) y ciertamente inexacta que muchos se habían creado de Jesucristo. En ocasiones hacemos “lecturas” de la Palabra según nuestras propias ideas previas o nuestras visión cultural, familiar o sociopolítica que terminan falseando la Palabra. Ya decía San Francisco de Asís que el Evangelio no hay que adaptarlo o matizarlo, sino aceptarlo.

Últimamente observo con sorpresa que en algunos sectores de la Iglesia, ciertamente minoritarios pero bien organizados, vuelve a aparecer un “lectura” en clave marxista o neomarxista del Evangelio propia de los años 70 que creía que había muerto por desfasada, pero parece ser que todavía le quedan unos coletazos. Imagino que habrá recibido algo de aliento con las nuevas corrientes populistas de la “indignación” que parecen estar de moda en algunos países europeos.

Según esta teoría Jesucristo sería un revolucionario, ahora incluso se le aplica otro término más de moda, un “antisistema”, que condujo al pueblo por un camino de liberación como un líder de masas, rompiendo las reglas establecidas y enfrentándose al poder civil y religioso de su época y que terminó muerto por dichos poderes, mientras el pueblo lloró su pérdida y decidió continuar con su lucha por la paz, la libertad, la justicia, la lucha de clases y la colectivización de la propiedad.

Incluso en una primera lectura superficial podríamos llegar a pensar que dicha visión estaría próxima a la verdad: Jesús era de estrato humilde, tuvo un cierto predicamento entre las clases populares, condenó enérgicamente muchas de las prácticas religiosas de su época por lo que las autoridades sacerdotales veían en él una amenaza y finalmente lo entregaron a la autoridad civil que terminó ejecutándolo… ahora bien, si profundizáramos en la Palabra ¿llegaríamos a esa misma conclusión o encontraríamos muchos hechos que más bien apuntarían a lo contrario?. Bueno, sin ánimo de realizar ninguna tesis al respecto si que podríamos ver alguno de estos aspectos con un poco de detenimiento.

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¿Cómo era la relación de Jesús con las masas? Es evidente que Jesús fue popular, famoso en su época, le seguían en ocasiones multitudes, decenas de miles, muchos acudían de otros pueblos y ciudades para escucharle o bien dejaban sus quehaceres para recibirle cuando llegaba a su población, muchos lo aclamaron en su entrada a Jerusalén… Sin embargo y pese a las apariencias no parece que Jesucristo estuviera muy a gusto con la respuesta de las masas. En muchas ocasiones parecía que el pueblo lo siguiese por su propio e inmediato interés, querían ver milagros, querían que Jesús les resolviese sus papeletas particulares. Él mismo tuvo palabras duras contra su propio pueblo en más de una ocasión, incrédulos, aprovechados, perversos, (Mc 8, 38; Lc 9, 26; Mt 13, 39)

Es muy significativa de esta relación el pasaje que se relata en el capítulo 6 del evangelio de Juan. Jesús hace el milagro de los panes y los peces, dando de comer a multitudes, y cuando la gente emocionada pretende encumbrarlo como líder Él se escapa por piernas para estar solo (Jn 6, 15) porque querían “hacerlo rey la fuerza”. Poco que ver son la imagen del caudillo al frente de su pueblo. De hecho el relato continúa diciendo que la gente le sigue hasta Cafarnaum y Jesús les echa en cara que le buscan “no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido hasta hartaros” (Jn 6,26) y de hecho, cuando aprovecha esa misma circunstancia para anunciarles que la verdadera comida y bebida que Él ha venido a darles es su propio cuerpo y sangre, la misma masa que lo ha aclamado como rey apenas 12 horas antes, se marchan escandalizados dejándolo por loco (Jn 6, 35-66). Recuerda tristemente al relato de la pasión, gran parte del pueblo que lo aclama a la entrada en Jerusalén en apenas unos días pide que lo crucifiquen y que liberen a un terrorista en su lugar.

¿Y con los estamentos religiosos?. Ciertamente Jesús fue muy crítico con las clases religiosas de su tiempo. Con los saduceos apenas tiene una disputa sobre la resurrección de los muertos (Mt 22, 23-33) y con quien sí tuvo muchas polémicas fue con los fariseos, en especial por la acusación que les hacía de hipocresía, de querer aparentar, de tratar de cumplir obsesivamente la ley en detalles que llegaban al absurdo pero olvidar ciertamente lo que la sustentaba, la misericordia (Mt 23, 4-7; Lc 11, 47s) .

Ahora bien, aquí tenemos un problema, ¿Fue Jesús pues una víctima del poder religioso contra el que se rebeló?. Los saduceos eran los dirigentes sacerdotales, la clase dominante, pero no así los fariseos. Estos se caracterizaban por el estricto cumplimiento de la Ley pero no por una pertenencia a una clase social concreta. Los había efectivamente ricos, pero la gran mayoría eran de clase media o incluso simples trabajadores o artesanos. Que se aliasen con los saduceos para eliminar a Jesús contradice el supuesto del líder revolucionario condenado por el poder. La predicación de Jesús ciertamente era una amenaza, pero curiosamente el motivo que aparece en los evangelios por el cual “los judios” trataron de matarle en varias ocasiones fue de índole exclusivamente religioso, tuvo la osadía de proclamarse a sí mismo como el Mesías Hijo de Dios, es más, cometió el despreciable y condenable (a muerte) hecho de proclamarse “una sola cosa con Dios” (Jn 10, 30-33), por lo que en varias ocasiones se libró por los pelos de ser apedreado o arrojado por el barranco (Jn 8, 58).

¿Y la autoridad civil?. En tiempos de Jesús esta era ejercida por el imperio romano. Los romanos habían conquistado toda la zona del Mediterráneo, incluida Israel. Allí donde llegaban imponían su “Pax” que básicamente era la imposición por la fuerza de su modelo político y económico, reprimiendo duramente a quienes se oponían pero teniendo la mano izquierda suficiente como para respetar las costumbres y prácticas religiosas y culturales de los pueblos que conquistaban siempre que no supusieran una amenaza para el sistema o el orden público. En los evangelios podemos comprobar como a los sumos sacerdotes se les permite tener su propia guardia incluso arrestar y juzgar a aquellos reos de cometer algunos delitos contra el templo, aunque no les está autorizado condenar a muerte a nadie. Es más, los romanos no sólo no entendían las costumbres religiosas ni las disputas de pueblos como los judíos, incluso las despreciaban como propias de pueblos sin civilización.

¿Y en el caso concreto de Jesús?. La autoridad estaba ejercida por el gobernador Poncio Pilato. Los miembros del sanedrín judío lo llevan ante él para que le diera muerte, y aquí empieza la primera contradicción con la tesis del revolucionario ante el poder civil… ¡Pilato no sabe quién es Jesús!. Si ciertamente el nazareno representaba una amenaza contra el sistema, contra el poder civil establecido, resulta muy extraño que el gobernador no sepa ni quién es.

Pero además el desarrollo del proceso es aún más contradictorio a este respecto, el romano no encuentra ningún delito en Él, le dice a los sacerdotes que no es asunto suyo y que lo juzguen según las propias leyes judías, trata de liberarlo e incluso hasta le pide ayuda al propio reo, intenta quitarse el muerto (nunca mejor dicho) pasándoselo a Herodes, ofrece liberarlo por la Pascua como era costumbre, lo manda a los soldados para que lo azotasen convencido de que un castigo tan cruel calmaría las iras de los acusadores… y cuando finalmente acepta ante las presiones inclusos realiza el gesto de lavarse las manos mostrando su disconformidad.

¿Tanto esfuerzo por conseguir la libertad de Jesús tiene algún sentido? ¿Cómo es posible que la máxima autoridad política intente la liberación de quienes según algunos constituye la mayor amenaza para dicha autoridad?. La respuesta probable es que esa tesis no sea más que una proyección de quienes la formulan y no la realidad contenida en los evangelios, a fin de cuentas Pilato sólo ejercía una autoridad terrenal y el Reino de Jesús no era de este mundo. (Mc 15, 1-20; Mt 27, 1-26; Jn 27, 1-25; Jn 18,28-19,16)

¿Y el poder económico y los ricos?. Ciertamente en tiempo de Jesús no se podría hablar de un sistema económico estructurado, estamos en el S.I, muy alejado de lo que supondría una sociedad capitalista como la entendemos hoy. Lo que sí que vemos es ya la existencia de clases. Hay ricos, terratenientes, artesanos, jornaleros… muchos de ellos son descritos en las parábolas y la predicación del propio Jesús.

Las palabras de Jesús son muy duras contra los ricos, eso es innegable, desde lo difícil que supone que un rico entre en el reino de los cielos o la vana ilusión de que las riquezas te garantizan una seguridad de por vida (Mc 10, 23ss; Mt 19, 23s; Lc 18, 24s) Sin embargo sus denuncias nunca van en el sentido de condenar la riqueza como tal o de criticar a una clase social concreta, más bien apuntan a la codicia, al afán del dinero, a la falta de caridad… pero igual dirigidas a los que tienen mucho como a los que no tienen tanto pero igualmente ansían tenerlo. (Lc 12, 33s; Mt 6, 19s)

A la hora de referirse a la relación entre ricos/pobres, amos/siervos, terratenientes/jornaleros… no hay nada parecido a una proclamación de lucha de clases ni una condena a la propiedad privada ni nada por el estilo, es más, muchos de sus ejemplos y parábolas apuntan a todo lo contrario: el amo no debe agradecer a su siervo que cumpla con su deber, el empleado que viene agotado del campo no se sienta a descansar sin antes haber servido a su jefe, el obrero que realiza lo que le mandan no es más que un siervo inútil que cumple con su obligación… (Lc 17, 7-10)

¿Podemos decir entonces que a la hora de leer el evangelio o de llevar una vida coherente con el mismo no hay ningún tipo de implicación política? No, por supuesto. La vida de fe no se limita a una serie de actos cultuales y privados, como a algunos poderosos les gustaría, sino que tiene implicaciones en todos los aspectos de la vida: la familia, el trabajo, las relaciones personales… y también la política y la organización social. Porque ciertamente Jesús fue un revolucionario, aunque en otro aspecto: su mismo ser, su palabra, su vida y su muerte y resurrección hizo de Él algo totalmente nuevo, distinto e inclasificable a cualquier otro acontecimiento pasado o futuro.

Lo que no podemos afirmar bajo ningún concepto es que el evangelio postule un tipo de sistema político u otro. Este mismo ejercicio que hemos realizado con una posible lectura en clave marxista del mensaje de Cristo podríamos hacerlo exactamente igual con el capitalismo o cualquier otro tipo de ideología.

Que el Señor nos permita aceptar con alegría su Palabra y vivir con coherencia su mensaje en todos los ámbitos de nuestra existencia por encima de conceptos políticos, sociales o personales.

Los tuits de Jesús (nuevo libro)


 

Ya ha salido publicado mi nuevo libro, el precio me ha parecido un poco elevado para una pequeña obra de 100 páginas, cosas de la editorial y de la amortización, pero me han confirmado que si tiene una buena venta irá rebajándose el precio.

Para adquirirlo se puede pedir por internet en los siguientes por tales

https://www.morebooks.de/store/es/book/los-tuits-de-jes%C3%BAs/isbn/978-620-2-47811-3

o bien

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El Primado de Pedro


Un tema del que trato/discuto en las redes sociales con los hermanos separados con cierta frecuencia es el asunto del primado de Pedro. Es un tema que naturalmente les interesa en el sentido de rebatirlo, puesto que sus congregaciones para empezar surgieron muchos siglos después y además no reconocen el sacramento del orden.

He de confesar que me producen mucha tristeza sus preguntas con respecto a este asunto, no por el contenido de las mismas, que pueden ser muy interesantes, sino porque en la mayoría de los casos lo hacen de forma deshonesta, no les interesa la respuesta sino sólo la objeción y les da igual al final lo que les expliques que ellos seguirán en sus trece… ¿para qué pregunta alguien que no quiere conocer la respuesta?

Los católicos sabemos que Cristo fundó una sola Iglesia sobre Pedro, al que consideramos como el primer Papa, y esa misma Iglesia que subsiste en nuestro tiempo no es ni puede ser otra que la Iglesia Católica. La cita bíblica es bien conocida Mt 16,18a “Pues yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta Piedra construiré mi Iglesia”.

Como los protestantes no pueden negar que dicha frase fue pronunciada por Cristo y tampoco van a reconocer que «no hacen caso a lo que dice la Biblia» (que es curiosamente la crítica que hacen hasta la extenuación a los católicos con el fin de legitimarse), no pueden hacer otra cosa pues que afirmar que la hemos interpretado mal, que Cristo no fundó su Iglesia sobre Pedro, que eso no es lo que significa la frase.

¿Qué argumentan para ello?. Algo tan sencillo como falso, si Jesús es la roca, la piedra, Pedro no puede serlo. Esto es sencillamente absurdo porque sabemos desde niños que una misma palabra puede tener varios significados o utilizarse de diversas maneras según el contexto. Sería como decir que como Jesús ha dicho que Él es la puerta, lo que hay en la entrada de tu casa no puede ser la puerta de la misma.

Pero veámoslo en las misma Escrituras, en la Biblia, y desde un primer momento ya comprobamos que  no existe una acepción única para el término “piedra” como los hermanos separados pretenden hacer creer. Así encontramos la palabra piedra para referirse a los ídolos (Jr 2,27), al corazón impío (Job 41, 46), a YHWH (Dt 32,4)… junto al adjetivo “angular” aparece en los salmos y en los profetas como anuncio mesiánico (Is 28,16; Sal 118), el mesías será la piedra rechazada por los arquitectos y convertida en piedra angular, de la misma manera que los doctores de su propio pueblo rechazaron a Jesús… pero también, y este es el caso que nos ocupa, será usada como nombre propio, “Cefas”, Pedro, cuando Jesús le cambia el nombre a Simón.

¿Por qué Jesús cambia el nombre a Simón?. Si vemos en la Biblia cada vez que Dios cambia el nombre a alguien es para darle una nueva misión y/o dignidad, Abram a Abraham, Saray a Sara, Jacob a Israel… ¿cuál es esa nueva misión que Jesús le da a Simón, ahora Pedro?. Siempre que Dios le cambia el nombre a alguien a continuación explica el significado del mismo, en este caso es claro tal como leemos en Mt 16,18a “Pues yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta Piedra construiré mi Iglesia”. Jesús sabe próxima su muerte y posterior partida al Padre y quiere dejar su Iglesia, (la suya, la única Iglesia de Jesucristo) bajo la dirección de sus apóstoles y de Pedro en particular.

Capilla del Primado de Pedro con el «Mensa Christi» la roca sobre la que según la tradición Jesús encargó a Pedro la misión de «apacentar a su rebaño».

 

¿Y no podría ser que, tal como dicen los protestantes, Jesús estuviese hablando de sí mismo? Esta afirmación resulta también un sinsentido. Para empezar Jesús no hace jueguecitos de palabras ni trabalenguas, no le dice a Pedro “tú eres Piedra, y sobre esta Piedra que no eres tú sino que soy Yo edificaré mi Iglesia sobre mí mismo”… no, está claro que Jesús se refiere a Pedro, la piedra sobre la cual va a construir.

Pero además, y por si hubiera alguna duda, no es la única vez en que Jesús le manifiesta esta misión, sino que lo hace en dos ocasiones más y muy significativas, sin que tenga que usar esta vez los términos roca, piedra, ni ninguno similar.  La primera durante la última cena, Lc 22,32, “yo he rogado por ti, para que tu fe no falle; y tú, una vez vuelvas, confirma a tus hermanos”. Si nos fijamos Jesús habla personalmente a Pedro, “rezo por ti” no “por vosotros”; “confirma” no “confirmad”… Jesús vuelve a encargarle la misión de “confirmar en la fe a los hermanos” a Pedro. Y la segunda aún más significativa en Jn 21, 15-17 una vez Cristo ha resucitado, frente a un fuego y tras preguntarle por tres veces si le ama (un claro paralelo a las tres veces que le negó junto a otro fuego) le dice en otras tantas ocasiones “Apacienta mi rebaño”. A Pedro, en persona y de manera individual, le encarga esa misión, el rebaño no es de Pedro, es de Cristo, pero el encargado de dirigirlo es Pedro por decisión del mismo Jesús.

Esto además lo podemos luego corroborar en la práctica apostólica y de la Iglesia primitiva, Pedro, aún formando parte del cuerpo apostólico, se le menciona a parte, “Pedro y los doce” (1 Cor 15,5); cuando Pablo sube a Jerusalén a presentar a los apóstoles su misión es a Pedro al que acude, cuando Juan y Pedro llegan a la tumba del resucitado Juan cede el paso pese haber sido el primero, en Pentecostés el Espíritu Santo desciende sobre María y los apóstoles pero es Pedro el único que toma la palabra…

¿Por qué entonces los protestantes que presumen tanto de seguir la Biblia omiten estas referencias bíblicas, acaso las desconocen? Evidentemente no es ese el problema. Hemos de tener en cuenta que la cita completa del primado de Pedro es Mt 16,18 “Pues yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta Piedra construiré mi Iglesia, y el imperio de la muerte no la vencerá”.

Queda claro que Jesús funda una sola Iglesia, no funda cientos de miles de congregaciones como las protestantes; queda claro que la Iglesia de Cristo es la fundada sobre Pedro, y por tanto no pueden ser cientos de miles de congregaciones dispersas surgidas 16, 17 y hasta 20 siglos después y queda claro también que Jesús profetiza que su Iglesia nunca será vencida, por lo cual la misa Iglesia que Él fundó sobre Pedro subsiste hoy en día (y ha subsistido desde entonces), evidentemente, en la Iglesia Católica. Cada sacerdote ha sido consagrado (que no nombrado, autonombrado o elegido como sucede en las congregaciones protestantes) por un obispo que a su vez fue consagrado por otro, y ese por otro… y así sucesivamente hasta los mismos apóstoles.

Que un protestante tenga en cuenta todo esto supone reconocer que no tiene sentido estar separado de la Iglesia de Pedro, de la Iglesia que Jesús fundó, la Iglesia Católica… con lo cual sólo tienen dos salidas, o emprenden el “regreso a casa” y se convierten al catolicismo, cosa que han hecho miles y miles de ellos, Bendito sea Dios, o se enrocan en sí mismos intentando de manera torticera dar una interpretación absurda de Mt 16 y cerrando los oídos y el corazón a Lc 22, Jn 21 y a todo el resto de citas bíblicas sobre el primado de Pedro.

Mientras eso no suceda los católicos y los protestantes, en lugar de enzarzarnos en la diferencias que nos dividen, deberíamos tratar de convivir fraternalmente y hacer hincapié en aquello que nos une que es mucho más de lo que nos separa. ¿volveremos algún día a estar todos los cristianos unidos en la única Iglesia de Cristo bajo el primado del sucesor de Pedro? Dios lo quiera, recemos pues.

A vueltas con el pecado de juicio


Ya en otras ocasiones he hablado en esta plataforma del pecado del juicio, pero parece ser un tema muy candente y aunque en apariencia sencillo, en la práctica crea mucha confusión. De tal manera ocurre que llega a darse el caso de que expresar una opinión, informar de un hecho cierto, valorar moralmente un hecho o simplemente recordar lo que dice la Iglesia sobre algún determinado tema es calificado por muchos, y en ocasiones bienintencionadamente y por miembros de la misma Iglesia sacerdotes incluidos, como emitir un juicio contra alguien.

Esto se agrava principalmente cuando en el catolicismo se han introducido algunos virus mundanos como el relativismo, la libertad personal elevada a categoría de referente moral o la falsa tolerancia.

Trataré de explicar pues qué significa el pecado de juicio y luego mostraré con algunos ejemplos prácticos qué es y qué no es pecar de juicio. La referencia sobre el mismo la encontramos en las palabras de Jesús en el sermón de la montaña que recogen los evangelistas Mateo y Lucas: “No juzguéis, para no ser juzgados. Porque con el criterio con que juzguéis se os juzgará, y la medida con que midáis se usará para vosotros” (Mt 7, 1-2) y “No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados” (Lc 6, 37).

juicio

¿Que significa juzgar pues?. Para empezar emitir un juicio sobre alguien (sea una persona o un grupo) supone que quien emite ese juicio se considera mejor que el otro, en un plano superior moralmente, y lo que hace más allá de afirmar una conducta es valorar su intención o la persona en su integridad. El juicio es siempre sobre las intenciones, no sobre los hechos.

Veamos un ejemplo: si yo digo “Fulano siempre llega tarde a nuestras reuniones” estoy informando de una conducta concreta, que probablemente sea cierta y por tanto no estoy cometiendo ningún juicio. Ahora bien, si yo añado a esa frase “…por que todos nosotros le importamos un carajo” estoy presuponiendo una intención y en ese caso lo estoy juzgando; o si añado esta otra “…porque es un auténtico irresponsable” lo estoy descalificando en su integridad y por tanto también lo estoy juzgando. Podría darse el caso de que Fulano llegase tarde por que la hora le viene muy apurada desde que sale de su trabajo hasta que llega a la reunión, en ese caso habría que intentar retrasar un poco la hora o si no fuera posible contar con que va a llegar tarde y empezar sin él procurando no tratar los asuntos de más importancia en los primeros momentos. O podría darse el caso de que fuese el propio Fulano el que dijera que en realidad las reuniones y los que acuden le importan un carajo y en ese caso habría que animarle a que cambiase de actitud o invitarle a que no volviera más…

Vamos a ver otro caso que genera mucha polémica y que es utilizado por muchos medios para despreciar e insultar a la Iglesia y que crea mucha confusión en los fieles, la valoración moral de la homosexualidad. El catecismo de la Iglesia católica es muy claro al respecto: “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados, contrarios a la Ley Natural y no pueden recibir aprobación en ningún caso” (CIC 2357). Si vemos claramente la frase está referida a un hecho, a los actos, no a las personas que lo practican. La frase no dice “las personas que tiene una conducta homosexual son malos, despreciables, no merecen el amor de Dios” ni nada parecido. Al contrario, en el punto siguiente se afirma que los que presentan estas conductas “deben ser acogidos con respeto, comprensión y delicadeza, evitando cualquier discriminación injusta” y desde la valoración moral se les invita, a aquellos que no puedan evitar esa tendencia, a vivir en la castidad. Como tal invitación puedes aceptarla o rechazarla y si no eres creyente puedes no compartir esa valoración, nadie te obliga, pero de la misma manera tampoco puedes obligar a la Iglesia a que modifique su doctrina.

Pues en este caso yo mismo, cada vez que recuerdo que la homosexualidad es una conducta moralmente ilícita, casi siempre me responde algún bienintencionado (y lo digo sin ironía) que definiéndose como católico me dice “estas juzgando a las personas que tienen esa conducta y Jesucristo dice que no debemos juzgar”. Ya tenemos la confusión. Una persona puede ser generosa, bondadosa, amable, simpática, paciente, servicial… y tener una conducta homosexual. Y si digo que esa conducta no es moralmente lícita no digo que esa persona sea tacaña, malvada, despreciativa, impaciente y egoísta… ¿a qué santo?, puede tener muchas virtudes aunque en un aspecto concreto de su vida mantenga una conducta moralmente rechazable. Es más, sólo Dios sabe cuáles son las circunstancias y condicionantes que le llevaron a desarrollar ese hábito. Y los mismo pasa con toooooodas las personas que tengan una conducta homosexual, seguro que entre todos ellos, igual que con el resto del mundo, habrá bellísimas personas y otras que no lo sean tanto, como cualquiera.

Y en la interpelación se repite mucho otra cosa que suele ser un muestra de fe infantil “¿Es que acaso Dios no ama a esas personas?… como si yo hubiese dicho lo contrario. Dios nos ama a todos, me ama mi, en nuestros pecados, en mi pecado, como ama al adúltero, al que se masturba, al que consume pornografía, a la prostituta, al amancebado o al promiscuo, pero eso no significa ni mucho menos que el adulterio, la masturbación, la pornografía, la prostitución, el amancebamiento o la promiscuidad dejen ser pecado y se conviertan en conductas moralmente lícitas.

Y si digo, por ejemplo, que el matrimonio es una institución de orden natural formada por un hombre y una mujer no estoy discriminando injustamente a nadie, estoy definiendo los requisitos de la misma de igual manera que si digo que para ser abogado hay que estudiar derecho o que no puedes considerarte alto si eres un adulto europeo varón de metro y medio. En este caso sería al revés, uno puede convivir como y con quien quiera en el uso de su liberad, pero no puede obligarme a mi ni a la sociedad en su conjunto a que reconozca su forma de vida como una familia si antropológicamente no lo es.

Otro de los casos es confundir hacer un juicio con dar una opinión. Expresar una opinión no significa juzgar a los que tienen una opinión o un punto de vista distintos. Así si digo “pienso que la idea de que todo en la vida es dolor tal y como afirma el budismo es un absurdo” no estoy juzgando a los budistas o a los simpatizantes del budismo, son personas que tienen una concepción distinta a la mía, pero no digo que sean malos o tontos o feos. De igual forma alguien puede venir y decirme a mi “pues todo eso de la fe y del cristianismo no tiene ningún sentido” y no significa que me esté despreciando ni juzgando, está expresando su opinión que es diferente a la mía. Yo por mi parte rezaré para que el Señor haga una historia con él o si puedo le daré una palabra y le explicaré por qué yo pienso de forma distinta, nada más.

Bueno, podríamos seguir con más ejemplos pero creo que la idea estará mínimamente clara, aunque seguro que pasado mañana volverá alguien a confundir los términos y me acusará de juzgar a alguien. En esos casos siempre empleo un recurso algo tonto pero que me funciona, “si me dices en que frase he expresado un juicio te doy un millón de euros” y siempre me quedo esperando la respuesta y mi interlocutor se queda sin el millón.

Recordemos pues, ya que el pecado de juicio es muy grave: siempre valorando u opinando sobre conductas o ideas, nunca despreciando a la persona. Y tengamos en cuenta otro grave peligro, muchas veces el que comete pecado de juicio es paradójicamente el que acusa al otro de juzgar cuando no es cierto.

Que el Espíritu Santo nos dé el don del discernimiento.

Soy lo peor


Soy un fascista, un retrógrado, un hipócrita, un liberticida y un sostenedor de un sistema de opresión y falta de libertades.

Soy un pervertido, un violador de niños, un falso moralista que trato de imponer a los demás las conductas que considero degeneradas mientras que las mías son muchísimo más depravadas.

Soy contrario a la ciencia y al progreso, soy un asesino de todos los pensadores que han osado contradecirme a los cuales he quemado en la hoguera.

Soy un esquizofrénico, alguien que cree en las mentiras que yo mismo me he inventado.

Soy un idólatra, un adorador de muñecos de yeso, un adorador de Satán.

Soy un mentiroso, un falsificador de las doctrinas sagradas.

Soy un ser lleno de odio, alguien que insulta a las mujeres, que se opone a sus derechos sexuales y reproductivos.

Soy un asesino, el jefe de un pelotón de fusilamiento que aniquila a todas las buenas personas que luchan por la libertad y la democracia.

Soy un inductor al suicido de todos aquellos que han decidido libre y de forma adulta vivir en contradicción consigo mismos.

Soy un manipulador, alguien que utiliza el adoctrinamiento en siniestros colegios donde realizo auténticos lavados de cerebro a los niños.

Soy un obstinado, un inadaptado, alguien que ni sabe ni quiere vivir conforme a los tiempos presentes.

lo peor

Soy el paciente de un sanatorio mental diagnosticado con todas las fobias conocidas y las que aún no se conocen.

Soy un genocida, soy el asesino de millones y millones de gentes de otras culturas diferentes a la mía.

Soy un explotador del tercer mundo, un esclavista.

Soy un ilegal, soy alguien que no respeta la ley, que se la salta cuando le conviene con total impunidad.

Soy el promotor de sectas secretas con las que realizo turbios negocios y crímenes.

Soy un estúpido integral, un amargado, alguien que no sabe divertirse, que sólo disfruta con el dolor.

Soy un excluyente, soy miembro de una élite y desprecio a los que no forman parte de ella.

Soy un falso discípulo que aparento seguir a mi maestro pero hago todo lo contrario de lo que él me enseñó.

Soy un castrador, alguien que prohíbe las relaciones sexuales a buena parte de mi grupo y limita las personas con las cuales disfrutar del sexo al resto.

Soy un fetichista y un supersticioso, tengo que salir siempre de casa con objetos mágicos y cartas de falso poder espiritual.

Soy el responsable de millones de muertes por el SIDA y de millones de embarazos no deseados por prohibir no sé qué fundas de látex para el pene.

Soy un malversador que me quedo con millones y millones de dólares del estado para mis caprichos mediante argucias legales…

 

 

Bueno, he de confesar que yo no sabía que soy todo eso. Es más, no acabo de entender que yo sea todo eso. Pero es lo que mucha gente me dice que soy cuando afirmo que soy católico.

Lo curioso es que yo sigo pensando que ser católico es algo bueno, mejor dicho, es lo mejor que puedo ser, lo mejor que cualquiera puede ser, pues me lleva a ser feliz y pleno.

Claro, que eso significará una de dos, o que yo estoy equivocado o que los que afirman tales barbaridades de mi lo están.

Risto Mejide me entrevistó en televisión


El popular crítico musical y locutor de televisión Evaristo “Risto” Mejide me invitó recientemente a su programa de entrevistas. El formato era muy simple, los dos estábamos sentados en un sofá de tres plazas, cada uno en un lado del mismo mirándonos el uno al otro y conversando.

Sabiendo mi condición de creyente la charla derivó hacia temas de religión en el que me expuso algunas de sus dudas y reservas sobre la fe católica. Ciertamente no se trataron de preguntas propiamente dichas, sino que él iba exponiendo una serie de ideas o pensamientos con el fin de que yo fuera dándole la réplica.

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Reproduzco un trozo de la misma.

  • RM: No logro comprender lo del dogma del pecado original, Adán y Eva comiendo un manzana… para mí es el mayor cuento, o uno de los mayores cuentos de la historia. Personalmente me encantan los cuentos para niños, creo que son maravillosos, pero en este caso me parece que esta historia no se ha actualizado.
  • Servidor: Bueno, creo que lo primero que deberías actualizar son tus conocimientos sobre la Biblia, ja, ja, ja… nada más como anécdota te diré que en el relato de Adán y Eva no se habla nunca de una manzana, aparece un árbol de fruto apetitoso pero en ningún momento se dice qué fruto es ese. Pero bueno, detalles aparte te diré que difícilmente se puede actualizar lo que probablemente sea hoy más actual que nunca.Te explico… lo que tú llamas cuento es con toda certeza la explicación más profunda y auténtica sobre la realidad del ser humano, su relación con Dios, el motivo de su infelicidad… más sabia que todas las filosofías de la historia juntas. El hombre siempre ha tenido la misma tentación que el relato explica que tuvieron Adán y Eva, querer ser como Dios, conocer el bien y el mal, que cada uno decida lo que está bien y lo que está mal, no tener ninguna autoridad por encima que nos indique lo bueno y lo malo, ser autónomos moralmente.

    Y eso pasa hoy en día más que nunca, cada uno de nosotros rechazamos que nadie nos diga nada, ni la Iglesia, ni el Papa, ni los curas, ni Dios… si me apetece hacer esto, lo hago, si quiero meter mano en la caja de mi empresa o ponerle los cuernos a mi señora, lo hago… soy libre, nadie tiene que venir a decirme si lo que he hecho está bien o está mal, ¡soy el dios de mi vida!… ¡las cosas se hacen como dios manda! es decir, como yo digo.

    Ciertamente el relato en sus formas no es un hecho histórico, ni nadie lo pretende hoy en día, pero lo que dice sí que es totalmente cierto, el hombre ha sido creado por Dios para su felicidad, pero el hombre es libre y en su libertad puede sucumbir a la tentación y querer suplantar a Dios y desobedecerle, cayendo en la muerte, en la vida sin sentido… ese es el pecado que comparte la naturaleza humana, el que está en el origen de nuestra propia especie.

  • RM: ¿Y lo de la Virgen María? Ese sí que es otro cuento difícil de creer, lo de que una mujer se quede embarazada porque le venga una paloma.
  • Servidor: Me temo que vuelves a caer en lo mismo. A María no “le viene” una paloma ni ningún otro animal, eso no es lo que dice el relato del evangelio, María recibe el anuncio de un “mensajero” de Dios, de un ángel, que le comunica que va a ser la madre del Hijo de Dios sin necesidad del concurso de ningún varón. ¿que es difícil de creer?, no es que sea difícil de creer, es que se trata de un milagro y como tal es materia de fe. Igual Dios podría haberlo hecho de otra forma, pero quiso hacerlo así y naturalmente no podemos constreñir a Dios únicamente dentro de la lógica o de lo humanamente posible, en ese caso… no sería Dios.
  • RM: Pero luego María y José estarían enamorados y tendrían sexo como una pareja normal
  • Servidor: Bueno, lo de estar enamorados es algo que no podemos saber, podían simplemente haber aprendido a amarse después. Ten en cuenta que estamos hablando de la Palestina del siglo I y de una sociedad rural. Los matrimonios no se realizaban por amor, sino que se acordaban entre familias. Existe una tradición de representar a José como mucho mayor que María, probablemente respondería al caso de los padres que entregaban como esposa a su hija a un hombre viudo que cuidaría de ella.Y lo de tener sexo es algo que la Iglesia desde siempre lo ha descartado, ya a principios del siglo II se hablaba de la perpetua virginidad de María, pero no porque José estuviera mayor y ya no pudiese tener relaciones, eso es una estupidez, sino por entender que tanto José como su esposa quisieran respetar la virginidad del seno en el que se había gestado el propio Dios hecho hombre.
  • RM: Otra cosa que no entiendo es lo del concilio de Trento, el momento en que intentan separarse del protestantismo y marcar esta distancia, estos son malos, nosotros somos los buenos…
  • Servidor: Bueno, sería gracioso, sino fuera por lo triste que resulta, lo de que la Iglesia quisiera “separarse del protestantismo”. Sabemos que fue justamente al revés, que la reforma de Lutero lo que produjo es la separación de una parte de la cristiandad europea de la Iglesia. Debemos tener en cuenta que, al contrario de lo que algunos han llegado a creer, Lutero no quería corregir la situación de la Iglesia porque esta tuviera muchos pecados o hubiese mucha corrupción en su tiempo, que probablemente así fuera, sino que Lutero lo que hizo básicamente, y así lo manifestó él mismo, fue romper con la tradición recibida de los 16 siglos anteriores, rechazando la autoridad de la Iglesia, la figura del papado, el valor de las obras, la gracia sacramental, el uso de las imágenes… en definitiva rechazó la fe de la Iglesia y, permíteme decirlo, con una gran soberbia.
    Por eso se produjo el concilio de Trento, no porque se tratase de una cuestión de buenos y malos, eso es maniqueísmo y la Iglesia condena el maniqueísmo, sino porque tenía que corregir lo que hubiese que corregir pero afirmando y reafirmando la fe recibida. Muchos grandes reformadores ha habido en la historia dentro del catolicismo y en tiempos difíciles, como Santa Teresa de Jesús, San Francisco de Asís… pero a ninguno de ellos se les ocurrió jamás renunciar o tratar de cambiar el propio credo de la Iglesia.

Queridos lectores del blog, perdónenme el relato ya que esta historia es falsa… bueno, al menos es falsa en parte. Las preguntas sí que responden a lo que fue una parte del transcurso del programa, pero yo no fui el invitado, fue otra persona. Las respuestas son las que yo hubiera dado en caso de haber acudido al programa o, dicho de otro modo, las respuestas (tal cual o similares) que me hubiera gustado que cualquier persona creyente hubiese contestado.

¿Una canción pro-vida? Una canción pro-vida.


Dicen que para que se produzca el hecho artístico se deben dar dos cosas: La primera la excelencia del creador y la segunda la reacción del espectador.
La obra creada debe tener por tanto una calidad, una belleza, incluso una intención en el autor, pero después cada espectador, cada oyente o lector reacciona de manera personal, la interpreta, la reinterpreta, le produce una serie de emociones de manera que, aún siendo la misma obra, cada uno puede entenderla o interpretarla de formas distintas e incluso contrarias. El autor crea, el espectador recrea, también incluso de forma distinta o contraria a la que era la intención del primero.

Por eso voy a hacer en este caso un ejercicio de lo que acabo de exponer. Hay una canción muy conocida de un autor igualmente famoso que cada vez que la escucho no puedo entenderla de otra manera que la de un alegato en favor de la vida del no nacido, del niño que empieza a formarse en el útero de su madre y que ansía nacer y recibir un beso de ella. Naturalmente desconozco la intención original del autor, pero como digo en estos casos, me da igual, ya que tal como hemos comentado el arte se produce de la belleza del autor a la recreación del espectador y en este caso se dan ambas cosas. La canción es realmente hermosa, emotiva y la recreación en mí es personal, diríamos que inevitable.

Voy a hacerlo al revés, primero pondré la letra recreada por un servidor según lo que a mí me inspira y después la letra original y también el vídeo de la canción, para que cada uno pueda compararlas… y si después de leerlo a cualquiera que vuelva a escuchar esta canción le viene a la mente lo mismo que a mí me ha inspirado, lo siento mucho… bueno, la verdad es que no lo siento en absoluto, ¡qué leches!

 

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Letra recreada

¿Que puedo decir yo?
Acabo de llegar,
de empezar a existir, a vivir,
acabo de ser concebido.
Estoy en lo que se llama útero,
es líquido, esférico,
como un mar sin esquinas.
Tengo que inventarme,
que ir haciéndome yo,
formándome poco a poco
al igual que el pez que empieza
por las espinas…
¡Dejadme nacer!

No puedo escribir nada
aún en un papel
ni mi voz está lista para cantar,
pero ansío lo que espero tener
y que es posible que nunca tendré,
el beso que ella aún no me ha dado.
¡Dejadme nacer!

Tienes dudas, me preguntas qué hacer,
que he venido fruto de un error…
pero poco puedo saber,
aún debo encontrar mi propio ser,
como la melodía de una canción…
¡Dejadme nacer!

La vida es algo que cada uno
tiene que vivir,
que experimentar, que saborear…
y cada vida es distinta,
cada una tiene su propio sabor,
mi vida es distinta a la tuya,
yo no puedo cubrir tu debilidad,
tus huesos, con mi piel.
¡Dejadme nacer!

Por eso tengo que deciros que no,
que me queda toda una vida por delante.
¡Dejadme nacer!

Y esta de aquí abajo es la letra original de la canción, serán muchos los que habrán adivinado que se trata de la conocida ACABO DE LLEGAR de Fito y Fitipaldis

Qué te voy a decir si yo acabo de llegar,
si esto es como el mar, ¿quien conoce alguna esquina?
Dejadme nacer que me tengo que inventar,
para hacerme pez empecé por las espinas.

Nunca lo escribí en un papel y nunca lo ha cantado mi voz
y tú ahora me preguntas qué hacer y yo, que siempre voy detrás del error,
que canto a lo que nunca tendré, al beso que ella nunca me dio…

Dime tú qué puede saber alguien que ha pasado la vida buscando la melodía.
La vida es algo que hay que morder y en cada boca tiene un sabor,
tus huesos no los tapa mi piel
por eso siempre digo que no, perdona, tengo cosas que hacer,
que aún me queda media vida para encontrar la melodía…

 


 

Disco gratuito de Hijos De Coré


Los lectores habituales de este blog probablemente recordarán que he mencionado en varias ocasiones (y también aparece en la información de la cabecera) que pertenezco al grupo de rock católico Hijos De Coré, del que soy cantante, bajista y compositor.

Me es muy grato anunciar desde estas líneas que ya está disponible el

DISCO DE HIJOS DE CORÉ

«Tocad para nuestro salvador. Temas en directo 2007-2011»

para su descarga gratuita.

Se trata de una selección de 11 canciones grabadas durante las actuaciones de dicho periodo, recientemente restauradas y masterizadas en los prestigiosos estudios de Paco Martínez Aranda en San Javier (Murcia. España). Los temas son de los más representativos del grupo, con letras tomadas principalmente de los salmos de la Biblia, pero también con textos de San Pablo,  el profeta Isaías y otros propios, interpretadas a ritmo de rock and roll y también algunas de tempo más lento.

La descarga se realizará mediante una archivo de acceso libre de Dropbox que contiene los audios de las canciones listos para ser pasadas a CD, así como un libreto con la portada y las letras de las canciones y otro para imprimir como adhesivo para el disco.

PARA ACCEDER AL DISCO CLIKE SOBRE LA IMAGEN Y UNA VEZ ENTRADO EN LA WEB, ACCIONE LA CASILLA “ABRIR” (LA OPERACIÓN PUEDE DURAR UNOS SEGUNDOS) PARA QUE EL ARCHIVO COMPLETO SE DESCARGUE EN SU ORDENADOR.

portada

PD: No es necesario tener cuenta en Dropbox, el archivo es de acceso libre. No obstante si apareciera una casilla ofreciendo guardarlo en su cuenta mediante contraseña, le recomendamos que en lugar de eso seleccione el apartado “ir a la descarga directa”.

Si aparece un aviso de “no se puede realizar vista previa” no se trata de ningún error. Es simplemente que el archivo está comprimido para facilitar su descarga y se abrirá una vez que se haya producido esta.

De todas maneras si tuviera algún problema siempre puede escribirnos a hijosdecore@gmail.com y se lo solucionaríamos.

El mundo ideal que todos imaginamos


Muchas son las corrientes filosóficas, políticas o humanistas que han imaginado un mundo ideal, incluso personalmente cada uno de los miles de millones de habitantes que pueblan la Tierra más de una vez han pensado en que sería deseable un mundo sin las miserias y calamidades que nos asaltan cada día.

Casi siempre es radicalmente distinto al mundo tal y como es hoy en día donde existen las guerras, la pobreza, el odio, los abusos, la degradación, la mentira, los robos, la corrupción…

Seguramente si cada uno de nosotros dijéramos cómo imaginamos ese mundo ideal  diríamos cosas muy semejantes a las siguientes:

– Un mundo en el que no hubiese guerras, ni terrorismo, ni odio, ni asesinatos, ni abusos. Un mundo en paz y en armonía, donde el amor fuese la norma de conducta.

– Un mundo donde existiese el amor verdadero, donde las parejas se amasen sin traiciones ni engaños para toda la vida. Donde el cuerpo no fuese un objeto de placer sino de amor compartido y fecundo, donde no hubiese prostitución, ni pornografía, ni violaciones, ni pederastia, ni depravaciones contra natura.

– Un mundo donde no existiese ni la mentira ni la estafa. Donde todos fuesen capaces de mantener la palabra dada. Donde un sí o un no tuviesen mucho más valor que todas las leyes juntas.

– Un mundo donde los hijos respetasen y amasen a sus padres, donde a los ancianos se les reconociese su dignidad y no se les dejase de lado.

– Un mundo sin robos, sin corrupción, sin enchufes, donde la honradez fuese un valor supremo, donde cada uno recibiese lo que le correspondiese en base a su capacidad y a las necesidades de su familia.

– Un mundo sin codicia, si consumismo, donde el dinero no fuese el motor de todo, donde no hubiese ni pobreza, ni miseria, ni hambre, con un justo reparto de las riquezas. Sin explotación del tercer mundo ni sueldos ni trabajos de miseria.

– Un mundo donde no se viviese para trabajar, con jornadas interminables u horarios que alterasen la vida familiar, sino donde cada uno pudiese trabajar para su sustento y para el bien común pero tuviese también tiempo para la familia, el descanso y el ocio.

– Un mundo donde no se redujese todo a lo material, sino donde hubiese la posibilidad de desarrollar la vida de fe y la práctica religiosa y espiritual sin impedimentos ni persecuciones.

mundo ideal

Con mayores o menores matices seguro que todos subscribiríamos un mundo así, un mundo que llevamos anhelando desde que el hombre es hombre, un mundo que han perseguido y anhelado miles de personas e ideologías, un mundo también, y hay que decirlo así, que tratando en ocasiones de ser construido a base de imposiciones consiguió exactamente el efecto contrario…

¿Pero existe realmente la posibilidad de lograrlo?. Probablemente del todo nunca, ya que el ser humano no dejará de ser débil y pecador, aunque si es cierto que como en todo camino la meta estará siempre más cercana cuando más avances hacia ella.

Lo más “curioso” del caso (perdóneseme la expresión, que para algo la he puesto entrecomillada) es que de todos los proyectos humanos, filosóficos, políticos, humanistas, religiosos o sociales, el único que coincide con el 99% de los deseos de la humanidad no lo formuló ningún humanista, filósofo o político, ni siquiera ningún profeta o líder religioso… lo hizo el mismo Dios nuestro Señor cuando le entregó los diez mandamientos a Moisés.

Ojalá algún día, con la ayuda de su Gracia, sean muchos los que hagan del decálogo su código de conducta.

 

LOS DIEZ MANDAMIENTOS

Éx 20, 2-17; Dt 5, 6-21 Fórmula catequética
Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. Yo soy el Señor tu Dios
No tendrás otros dioses. No te harás una imagen, figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en el agua bajo tierra. No te postrarás ante ellos, ni les darás culto. 1. Amarás a Dios sobre todas las cosas.
No pronunciarás el Nombre del Señor, tu Dios, en falso. 2. No tomarás el nombre de Dios en vano.
Guarda el día del sábado, santificándolo, como el Señor, tu Dios, te ha mandado. Durante seis días trabaja y haz tus tareas; pero el día séptimo es día de descanso dedicado al Señor, tu Dios. No harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu buey, ni tu asno, ni tu ganado, ni el inmigrante que viva en tus ciudades. 3. Santificarás las fiestas.
Honra a tu padre y a tu madre 4. Honrarás a tu padre y a tu madre.
No matarás. 5. No matarás.
No cometerás adulterio. 6. No cometerás actos impuros.
No robarás. 7. No robarás
No darás falso testimonio contra tu prójimo. 8. No darás falso testimonio ni mentirás.
No pretenderás la mujer de tu prójimo. 9. No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
No codiciarás los bienes de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, nada que sea de él. 10. No codiciarás los bienes ajenos.

Nos siguen sorprendiendo las vocaciones en el Camino Neocatecumenal


Termina la JMJ en Cracovia y al día siguiente, lunes, como ya es tradicional desde que la JMJ aún no tenía ese nombre, se organiza un acto vocacional por los miembros de la comunidades neocatecumenales.

El acto es relativamente simple, una primera presentación de los obispos y cardenales presentes, muchos de ellos dan alguna breve locución a los asistentes, un saludo a los peregrinos por sus países de origen, algún canto, una catequesis más o menos extensa del iniciador Kiko Argüello y otras algo más breves de los otros dos miembros del equipo responsable internacional, el padre Mario Pezzi y la otra iniciadora, Carmen Hernández, sólo que en este caso fue la primera ocasión en la que no intervino al haber fallecido recientemente.

Posteriormente se invita a todos los jóvenes a que permanezcan sentados y una vez hecho esto se pide a los chicos que hayan sentido una vocación al sacerdocio que se pongan en pie (el término “levantarse” ya ha quedado como sinónimo de “responder a la vocación de Dios en un encuentro vocacional o convivencia del camino neocatecumenal”) y que acudan al estrado donde se hará una oración general por todos ellos y posteriormente pasarán a recibir la imposición de manos de los obispos. A continuación se realiza otro tanto con las chicas para la vocación religiosa.

Este año con novedades, también se ha pedido familias en misión, otro servicio del camino neocatecumenal a la Iglesia en la que parten a las misiones familias enteras pero que no se suelen pedir en este tipo de actos, y además es la primera vez que el número de chicas supera al de chicos, cuando normalmente es al revés. Según los datos unos tres mil chicos y unas cuatro mil chicas.

fvocaciones

Ciertamente ver miles de chicos que se ponen en pie manifestando su voluntad de consagrarse al servicio de Dios y de su Iglesia y ver como forman ríos inmensos de gente avanzando hasta el estrado no deja de ser emocionante. Entre tanto ateísmo, tanta persecución, tanto materialismo y hedonismo verlos entregando generosamente sus proyectos de vida es un espectáculo que por muchas veces que lo hayas contemplado conmueve y sorprende… ¿sorprende? ¿por qué nos sorprende?.

La pregunta no es baladí. Veamos, según las noticias al evento acudieron unos 150.000 jóvenes. Siempre que veo una cifra de un acto público me da la impresión de que está optimistamente inflada, ya sean los asistentes a una manifestación por el trasvase del Ebro o a un concierto de música de una gran estrella del pop, así que voy a reducir y redondear la cifra a 100.000. De esta manera los chicos y chicas levantados, esos 7000 (daré el dato por cierto para no liar más la cosa) supondrían un 7% del total, “solamente” un 7%, uno de cada 14 jóvenes.

Naturalmente debemos relativizar las cifras. De estos 7000 chavales sólo un porcentaje llegará a ordenarse o consagrarse, deberán pasar por un proceso de acompañamiento en el que algunos acabarán efectivamente en el seminario o el convento pero otros cambiarán su orientación o la propia Iglesia será quien se lo desaconseje. Sea como sea lo que sí que parece confirmado es que, bien como consagrados o bien como laicos, la inmensa mayoría seguirán en la Iglesia. Pero también debemos afirmar otro dato objetivo, hoy por hoy el Camino Neocatecumenal es la realidad eclesial que probablemente más vocaciones aporta a la Iglesia. Hace poco un sacerdote recién ordenado me comentaba: En mi diócesis este año nos ordenamos 7 sacerdotes, 6 de ellos del seminario Redemptoris Mater (los seminarios que sustenta el Camino Neocatecumenal) y el otro del Seminario General Diocesano que también está en comunidades.

Pero volvamos a la sorpresa. ¿Por qué nos sorprende que haya tantas vocaciones en el camino neocatecumenal? O dicho de otra manera ¿Por que no hay un número similar de vocaciones en otras realidades de la Iglesia?. Mirándolo fríamente, si tenemos un grupo de 15 chicos y chicas que viven juntos su fe, que acuden a catequesis u otro tipo de formación religiosa, que celebran de vez en cuando algún retiro o convivencia, que acuden a misa los domingos y a algún que otro acto de oración o de adoración eucarística entre semana… es lógico pensar que alguno de ellos manifieste una vocación al sacerdocio o la vida consagrada de la misma manera que es igualmente lógico esperar que se formen parejas de novios que más tarde lleguen a constituir matrimonios y familias cristianos.

¿Por qué no sucede entonces así normalmente? ¿Por qué hay tanta escasez de vocaciones habiendo tantos movimientos juveniles católicos?. Vamos primero con lo negativo. Naturalmente como no conozco particularmente ninguno de estos grupos a fondo me limitaré a lanzar hipótesis, con el único ánimo de ver probabilidades y de no juzgar a nadie.

Para empezar pudiera ser que muchos de estos grupos juveniles cristianos solo tuviesen de cristianos el nombre y que en realidad no practicasen todos esos actos de devoción que hemos citado y que se les supone, dedicándose a actividades de tiempo libre, juegos, películas, campamentos… con poca práctica religiosa y como mucho con temáticas relacionadas con “valores” (solidaridad, paz, justicia) de manera que la formación religiosa no se produzca como tal.

Otro problema pudiera ser la práctica religiosa basada en el sentimiento: somos jóvenes, nos queremos, disfrutamos de la amistad, de estar juntos cantando bonitas canciones tralará, tralará… calentándonos el corazoncito pero sin una vivencia real de la fe, profunda y probada, que de esta manera se diluye con los desengaños y la dificultad de la vida adulta.

Otra causa podría ser el aislamiento. La vivencia eclesial de los miembros del grupo joven se reduce casi exclusivamente (o sin el casi) al propio grupo. Participo de la actividad del grupo pero ni voy a misa, ni me siento integrado en el global de la parroquia, ni sé compartir mi fe con gente de otras edades… de manera que cuando el grupo va deshaciéndose por la edad o por el paso a la universidad o al mundo laboral los miembros del mismo van abandonando la Iglesia.

Así podríamos citar varias posibilidades más, pero volviendo al tema de la vocaciones del camino neocatecumenal la pregunta habría que hacerla en positivo ¿por qué entonces surgen tantas vocaciones en las comunidades? ¿Hay algún secreto?.

Para empezar ya puedo decir por mi propia experiencia, que llevo un porrón de años en el Camino pero que también por mis actividades musicales y pastorales convivo y me relaciono con personas de casi todas las realidades de la Iglesia (que son muchas y variadas gracias a Dios), que el “éxito” del mismo no está en las virtudes de sus miembros. Los hermanos del camino ni son más santos ni más creyentes ni más listos que los que forman parte de cualquier otro grupo eclesial, incluso en muchas ocasiones al contrario. Yo mismo me maravillo de la confianza en la providencia o la devoción eucarística que encuentro en otros muchos creyentes de tantas y tantas realidades.

Pero sí que es cierto que en el Camino Neocatecumenal existen unas “intuiciones” y unas prácticas pastorales que son propias y que es posible que contribuyan al surgimiento de las vocaciones que puede que se echen a faltar en algunos otros ámbitos. Repito, es “probable”, ya que al final del todo no quedan ni estructuras, ni grupos ni planes pastorales… solamente la acción del Espíritu en cada persona y su respuesta libre a la misma.

Podrían citarse y analizarse muchas, pero me voy a referir a sólo a unas pocas, que considero más importantes:

-Paradójicamente los jóvenes del camino neocatecumenal no forman grupos juveniles, no existe una “rama joven” de comunidades, sino que estos se integran en una comunidad de adultos, donde conviven desde adolescentes a ancianos, solteros, matrimonios y consagrados… de esta manera el grupo no se disuelve al llegar a una cierta edad o circunstancia y los chavales aprenden a compartir su fe con gentes diversas, no sólo con los de su edad y condición.

– La pastoral se basa fundamentalmente en el estudio, proclamación y profundización de la Palabra de Dios y, y esto es fundamental, cómo se va cumpliendo y haciendo carne en la vida cotidiana. No hay “happenings”, ni actividades de tiempo libre ni apelaciones al sentimiento, sino una vivencia progresiva de la fe que no se queda en lo superficial sino que se hace cada vez más profunda.

-La familia es transmisora de la fe. Los padres rezan con sus hijos, en especial los domingos en los laudes, acuden en familia a las celebraciones de la Eucaristía… y los papás por tanto no se limitan a “dar buen ejemplo” sino a entregar a sus hijos lo mejor que tienen.

-La predicación es siempre conforme al Magisterio. No se trata de lo que uno pueda pensar individualmente ni de adaptar la doctrina, en especial los elementos más duros o difíciles, rebajando las consecuencias o las condiciones de la misma. De esta manera no se vive un cristianismo light, sino que el joven es consciente de su propia limitación y de la necesidad de la Gracia y no vive tampoco una contradicción entre lo que se le predica en su comunidad y lo que dicen el Papa, los obispos y los documentos del Magisterio, cosa que tanta confusión provoca en muchos fieles en ocasiones.

– Existen momentos concretos, como los eventos con los que hemos comenzado el artículo, en el que a los jóvenes del Camino Neocatecumenal se les invita a plantearse su vocación. Es probable que muchas vocaciones se pierdan por la sencilla razón de que el posible llamado ni se lo ha planteado, pero entre los chicos de comunidades en más de una ocasión se ven en esta circunstancia.

Podríamos apuntar alguna que otra causa más. Seguro que un sociólogo de la religión encontraría bastantes más de ellas o incluso daría por poco consistentes las que he anotado aquí, pero tan sólo he querido pegar un par de brochazos al respecto.

Ojalá que todas las realidades de la Iglesia sean un vivero de vocaciones religiosas. Pidamos al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.

La ¿rectificación? de la Real Academia de la Lengua sobre la homofobia.


Hace ya unos años escribí en este blog un artículo titulado “La perversión (contra la Iglesia) del lenguaje” en el que analizaba cómo se usan expresiones, frases hechas y modos de presentar los acontecimientos a la hora de hablar de temas eclesiásticos: cómo se presentaban las noticias en los informativos, cómo se generalizaban y aireaban los sucesos tristemente escandalosos en el Pueblo de Dios mientras se ocultaban y minimizaban sus grandes méritos, cómo se confundían y tergiversaban los hechos por ignorancia o por malicia, etc, todo ello con la intención de desprestigiar, difamar e incluso calumniar a la Iglesia católica.

Un párrafo de ese mismo artículo lo dedicaba a la presión del lobby gay a la hora de demonizar a la Iglesia y a todo aquel que no compartiese sus postulados y cómo había introducido un término, homofobia, para insultar a aquellos que mantuviesen una postura diferente y considerasen ilícita moralmente la relación sexual entre personas del mismo sexo o la pretensión de equiparar estas a la noción de familia. Analizaba además cómo de manera vergonzosa y vergonzante la Real Academia se había bajado los pantalones (no haré el chiste fácil) aceptando esa palabra en los términos en los que dicho lobby los utiliza.

Así recordaba en dicho artículo que la palabra homosexual proviene del griego “homos”, igual o semejante y del latín “sexus”. Un homosexual es por tanto el que mantiene relaciones con los iguales a él, con los de su mismo sexo.

De igual manera la palabra homofobia vendría del griego “homos” y “phobia” y por tanto un homófobo sería el que siente fobia (odio, miedo, rechazo) por sus iguales. Un médico homófobo, por ejemplo, sería el que tiene fobia a los demás médicos. Pero no, la RAE afirma, ojo al dato, que homofobia no viene de los términos griegos homos y phobia… ¡sino DEL INGLÉS homophobia!, y esta palabra la definía como aversión obsesiva hacia las personas homosexuales.

Lo curioso es que, burradas etimológicas aparte, la RAE distinguía el hecho en sí de las personas que lo practican y hablaba de “personas homosexuales”. A mi juicio habría que decir con propiedad “personas de conducta homosexual” ya que las personas homosexuales como tal no existen, aunque ese sería tema para otro artículo que ya escribí, Iglesia y homosexualidad. Sin embargo esta distinción no era tenida en cuenta por el lobby gay y por los partidarios de la ideología de género.

Así, si alguien manifestaba su respeto a todas las personas con independencia de su conducta sexual aunque considerase ilícita moralmente la homosexualidad o estaba en contra de dar carta legal de matrimonio a uniones de personas del mismo sexo, era insultado por sus detractores de fascista, liberticida, retrógrado, discriminador…y cómo no, de homófobo. Y todo ello aunque no hubiese manifestado ninguna “aversión obsesiva hacia las personas homosexuales” que era al fin y al cabo la definición de la RAE.

En el caso de la Iglesia, que afirma que el matrimonio solo puede ser entre un hombre y una mujer, automáticamente le cuelgan la etiqueta de homofobia. Ya lo sabes, si perteneces a la Iglesia te conviertes en una persona “aversiva” (esta palabra no existe) y obsesiva hacia un tipo concreto de personas, toma ya.

Pero el hecho es que el otro día volví casi de forma casual a encontrarme con la definición de la palabreja de marras, “homofobia”, en la RAE y… ¡tachán!, habían cambiado la definición. Pero para aquellos que piensen que había corregido la etimología, según la cual afirmaba que una palabra compuesta por dos términos griegos proviene del inglés, les tengo que dar la mala noticia, lo que habían cambiado como he dicho es la definición, no la etimología.

¿Cuál es esa nueva definición? ¿Hasta que punto el cambio de definición se debe a términos exclusivamente lingüísticos y no a presiones de lobbies gays y partidarios de la ideología de género?. Vamos a verlo. Lo que dice ahora la RAE es que homofobia significa «aversión hacia la homosexualidad o las personas homosexuales”. ¿Increíble?… pues sí, pero cierto.

 

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Para empezar ha desaparecido de la definición la palabra “obsesiva”, vaya, supongo que aquellos que hemos sufrido innumerables veces el insulto de homófobos no sé si nos consolará saber que tenemos aversión pero no obsesión… ¡tócate las narices!. Pero lo más tristemente sangrante es que ahora ya no distingue entre el hecho y las personas que lo practican, de manera que aunque respetes a todos aquellos que tengan una conducta homosexual, aunque afirmes la libertad individual de las personas en sus actos siempre que sean consentidos te puedan gustar o no, aunque estés en contra de cualquier trato vejatorio o discriminatorio hacia los que presentan esta conducta, aunque afirmes que todas las personas son hijos amados de Dios con independencia de lo que hagan en la cama… si afirmas que consideras la homosexualidad como un acto moralmente ilícito que hace daño ontológicamente a quienes la practican o si consideras un error el dar carta legal de matrimonio y de familia a las uniones entre personas del mismo sexo, has manifestado un rechazo (aversión) hacia la homosexualidad y ya eres un homófobo con todas las de la RAE.

Es decir, que si a mi y a otros muchos nos han insultado el lobby gay, los partidarios de la ideología de género, las feministas y los izquierdosos, ahora se suma a la lista de calumniadores los muy ilustres académicos de la RAE.

Pues no, mis admirados (en otras cosas) académicos de las sillas con nombres de letras. Considero que la práctica sexual con personas del mismo sexo es moralmente ilícita, que hace daño a quienes la practican y que en ningún modo es comparable ni antropológicamente ni legalmente a la unión matrimonial ente un hombre y una mujer, base de la familia y por tanto de la sociedad. Y les digo mis admirados (en otras cosas) académicos que ni antes tenía obsesiones, ni ahora sigo teniendo aversiones, ni fobias, ni repugnancias, ni miedos, ni odios hacia ninguna persona sea lo que sea lo que haga en la cama (siempre de forma consentida, se entiende) me parezca correcto o no. La próxima vez piénsenselo mejor, aunque sólo sea un poquito. Gracias

Me encuentro con Jesucristo con cierta frecuencia pidiéndome limosna.


Me encontré a Jesucristo el otro día. Estaba pidiendo en la calle, a la puerta de la librería de Paulinas de mi ciudad. Tenía el rostro ajado y moreno, un tatuaje sobresalía por encima de la barba en su mejilla izquierda y su aliento olía a cerveza.

– Dame algo, jefe – me dijo – mira a ver si llevas un millón de euros por ahí.

– Si vas picando tan alto no creo que nadie pueda ayudarte

Tengo la mala costumbre de no llevar casi nunca dinero encima, así que nada podía darle, se lo dije y nos pusimos a hablar.

– Pues si no tienes nada cámbiame tu sitio de dormir por el mío esta noche – me dijo.

– Podría hacerlo, pero a ver como le digo a mi mujer que esta noche no voy a dormir yo en la cama y que mi lugar lo ocupará otro señor. Nos echaría de casa a los dos – Jesucristo rió con mi ocurrencia.

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Lo volví a ver al día siguiente. Salía yo de la Facultad de Teología. Unos seminaristas que iban delante de mi le dieron algo. Cuando llegué junto a él también alargó la mano para pedirme. Me volví a disculpar (siempre sin dinero encima). Esta vez era más joven. Andaba encorvado, no sé si por el frío, y arrastraba una ligera cojera en su pierna derecha. Me fijé en su rostro. A pesar del gorro de lana viejo que llevaba en la cabeza y la barba poblada era un hombre guapo. Tenía unos ojos muy bonitos, de un color azul muy claro y aunque su expresión en español era correcta se le notaba algo de acento, probablemente de Europa del este.

Me lo imaginé afeitado y vestido de traje y se me antojó que podría haber sido un joven y exitoso abogado casado con una chica guapa y con varios hijos pequeños monísimos. Igual hasta lo fue en un pasado reciente. Hablamos del frío, esos días había bajado mucho la temperatura de golpe.

-¿Duermes en la calle?

– No, en un parque.

La respuesta, pese a lo triste, me produjo una sonrisa. Para mí no había ninguna diferencia pero para Jesucristo sí, él no dormía en “la calle”. Era como si me mostrara que tenía dignidad, la dignidad de alguien que pide limosna, pero dignidad al fin y al cabo.

Al día siguiente y en el mismo sitio lo volví a ver. Esta vez había cambiado de sexo, Jesucristo era una mujer y por su apariencia supuse que sería una gitana rumana. Iba acompañada de su hijo. De unos 7 u 8 años de edad. Me pidió, me disculpé… pero palpando mi chaqueta noté un caramelo. Viky, la secretaria de la facultad, suele poner un cuenco con caramelitos en el mostrador para agasajar a los que entran. Aunque no soy muy goloso, me tira más lo salado, siempre que entro tengo la costumbre de llevarme uno o dos al bolsillo, ya casi de forma automática.

– No tengo dinero – le dije a Jesucristo – pero si que llevo un caramelo para tu hijo.

Se lo dí. Le quitó el envoltorio al instante y se lo llevó a la boca. No dijo una palabra pero me miró y sonrió agradecido.

Mi padre siempre me decía, y alguna vez me lo sigue diciendo con esa manía que tienen los padres de seguir dando recomendaciones a sus hijos aunque estén a punto de cumplir 50 años, que debía llevar siempre algo de dinero encima… por lo que pueda pasar. Me imagino en el juicio final que Jesucristo, esta vez sin más apariencia que la suya propia, me mirará y me dirá algo así como “gracias por pararte a hablar conmigo, pero deberías haber hecho caso a tu padre: uno o dos euros me hubiesen venido bien para comprarme una empanadilla o ayudarme a pagar la pensión de esa noche…”

El obispo de Córdoba, la fecundación artificial y la estupidez humana políticamente correcta


A uno le dan ganas muchas veces de mandar al carajo a toda una serie de pseudopensadores pseudoprogresistas pseudocatólicos y muy pero que muy políticamente correctos, cada vez que les da por arremeter contra un obispo por cometer el horrible crimen de hacer pública la doctrina de la Iglesia, “habrase visto qué desfachatez”.

Pero si finalmente no me entran ganas de hacerlo no es por la pena que me dan, que es mucha, o por lo inconsistente de sus argumentos, que lo son y mucho, sino por puro y sencillo aburrimiento. Cualquier día abrirán un proceso contra don Paco, el cura de Villaconejos, por atreverse a decir en el sermón de la misa dominical que Dios existe.

Esta vez le ha tocado al obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, porque ha definido la fecundación artificial como “aquelarre químico”. Vaya por Dios. Y naturalmente han salido contra él en primer lugar los catolicoperos a través de sus plataformas de internet y seguidamente, como siempre, los políticos izquierdosos con sus peticiones de condena, recusaciones y demás zarandajas.

Pero a un servidor que le mueve más su amor por la Iglesia y por la libertad que el aburrimiento (tampoco mucho, la verdad, que el aburrimiento es muy grande) le da por escribir unas líneas y dejar un comentario. Costumbres que tiene uno.

Vamos a ver. La concepción es un don de Dios, no es un derecho de los padres, no es una obligación del sistema económico, no es la fabricación de seres humanos… y todo concebido tiene por tanto su dignidad de persona y no de cosa y sus derechos como ser humano y no como producto manufacturado.

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En el plan de Dios inserto en la naturaleza todo concebido tiene, como es sabido, un padre que aporta su semen, una madre que aporta su óvulo, un acto sexual entre ambos y una concepción y una posterior gestación en el seno materno. ¿es de cajón, no? Y como es lógico la Iglesia defenderá por tanto este plan de Dios y no aceptará como lícita la alteración, al menos en sus presupuestos básicos, de la misma.

Un sistema de reproducción en el que el semen no sea del esposo, el óvulo no sea de la esposa, la concepción se produzca en un tubo de vidrio, la gestación en el útero de otra mujer, se desechen embriones en un proceso de selección o cualquiera de los supuestos por separado, no podrá ser considerado como lícito moralmente por la Iglesia ¿es simple, verdad?. Nadie tiene la obligación de comulgar con la doctrina de la Iglesia pero de la misma manera nadie debe creerse con el derecho de impedir, despreciar o condenar a la Iglesia por exponer su doctrina. Parece lógico.

Pero no, en este mundo dominado por lo políticamente correcto no lo es. Un mundo en lo que prima es la libertad individual por encima de toda consideración moral, no lo es. Un mundo donde todo lo técnicamente posible es socialmente aceptable no lo es. Y todo aquel que ose contradecir al espíritu de lo políticamente correcto será tachado inmediatamente de retrógrado, fascista, intransigente, inquisidor, liberticida, misógino y apologista de las hemorroides…

Pero la Iglesia no puede ni debe dejarse llevar por las modas de este mundo. Todo avance científico que contribuya a la dignidad del ser humano será bienvenido, todo el que conlleve la reducción del ser humano a la categoría de cosa o producto no. Como dijo San Juan Pablo II «no todo lo científicamente posible es moralmente admisible».

Por eso, ante una dificultad para concebir, habrá que tener como lícitos aquellos tratamientos que ayuden a la concepción natural en lugar de sustituirla y, ante la imposibilidad de la concepción, siempre será recomendable la adopción, que no solamente satisfará el deseo de ser padres sino que generosamente darán estos su cariño a algún niño que por circunstancias de la vida se habrá visto tristemente privado de sus padres biológicos.

¿No habría pues ninguna forma de que un tratamiento de fecundación artificial fuese tenido por lícito por la Iglesia? Esta pregunta curiosamente fue respondida hace ya años en un estudio por científicos creyentes y moralistas que entendieron (es sólo una opinión, bien fundada pero no deja de ser una opinión) que si se daban todos y cada uno de una serie de requisitos podría aceptarse, aunque en la práctica ningún laboratorio los sigue.

¿Cuales son estos supuestos? En primer lugar el semen y los óvulos deben ser de los esposos, no de donantes. En segundo que el semen debe ser obtenido de una relación sexual en la que pudiera darse la fecundación de forma natural, no de papá que se masturba y lo deposita en un bote (esto podría hacerse por ejemplo con un preservativo “pinchado” en que parte del semen seguiría su curso natural y un parte quedaría en el mismo). El tercero es que la concepción, previos lo tratamientos necesarios de los gametos, debe producirse en el interior del útero, no fuera y por último que todos los embriones resultantes deben ser respetados y no eliminados. Con estos supuestos podría aceptarse, lo que resulta ciertamente interesante desde un punto de vista ético, aunque nadie los lleve a cabo (o al menos que yo sepa).

Pero volvamos a Don Demetrio al que le ha caído la del pulpo. Como es imaginable los partidos izquierdosos de su región ya han pedido su condena pública. Es lo propio de los izquierdosos (que no de la gente de izquierdas, aunque en España por desgracia son cada vez menos) llenarse la boca con conceptos como “libertad de expresión” pero olvidarse inmediatamente de ellos cuando alguien libremente expresa algo que no les gusta.

Pero la crítica que me gustaría comentar es una que le ha llegado de un portal web de información pseudorreligiosa lleníto, lleníto de catolicoperos. Se trata de una carta escrita supuestamente por una mujer (digo supuestamente porque no sé si es una carta real o si es un mero recurso literario) que se define a sí misma como “profesora de religión y catequista” en un colegio religioso. Por todo lo que dice después habría que preguntarse si ambos títulos se los dieron en una rifa, pero bueno…

Dicha mujer afirma haber tenido un hijo “fruto del amor” por el proceso que critica monseñor. Ciertamente no niego que ella y su marido puedan amarse y desear un hijo, pero lo de que este sea fruto del amor es más cuestionable. Naturalmente dicha señora no dice si el semen (y por tanto la mitad del código genético de su hijo) es de su marido o de un desconocido, o si pasa otro tanto con el óvulo fecundado. Siendo así podría ser que el hijo fuese de su marido, de ella, del portero de su finca y de una cajera de Mercadona… no sé si los cuatro se tendrían “mucho amor”.

Dice que todo eso lo realizó con el conocimiento y apoyo de sus jefes sacerdotes. Esto podría ser creíble, entre los sacerdotes y sobre todo entre los de algunas órdenes religiosas dedicadas a la enseñanza abundan los catolicoperos.

Luego dice que esos mismos han aceptado gustosos el bautizarlo… pues faltaría más, ¿alguien ha dicho que hay que negarle el bautizo a su hijo?, ya tiene bastante con algo de lo que es inocente. Luego  afirma que así es miembro de la Iglesia igual que el obispo “a su pesar”. Tendrá mucho amor por su marido pero lo que es claro es que no tiene ninguno por el pastor de su diócesis.

También comenta que su hijo llora, ríe, tiene hambre… “como cualquier otro niño de su edad concebido de forma natural”… pues menos mal que lo ha dicho, a lo peor resulta que alguien pensaba que era un calamar.

Pero la carta riza el rizo afirmando que está segura “de que Dios ama a mi hijo igual que ama a los niños nacidos por la vía normal”. Tiene muchísima razón, muchísima. Lo que ella no dice es que nadie ha negado tal cosa y también se calla que Dios ama igualmente a todos sus hermanos concebidos como él que fueron arrojados a la basura porque no resultaban «viables» o por la sencilla razón de que siendo viables ella sólo estaba dispuesta a tener uno. ¿Cuantos hijos suyos se fueron por el retrete? ¿no tenían la misma dignidad que el nacido? ¿acaso el amor que se tenían los padres sólo bastó para perdonar la vida a uno y condenar a los otros?

Pues eso, la señora se siente ofendida con su obispo “como madre, como mujer y como católica” Tócate las narices. Ya ve monseñor, a saber que habrá dicho usted en contra de las madres, las mujeres y las católicas… ya se que nada, don Demetrio, era sólo una pregunta retórica. Yo no me siento ofendido, pero me siento perplejo y dolido por alguien que ha dicho todas esas cosas ya no como padre, hombre o católico… ni siquiera como señor gordo con barba, sino como simple “homo sapiens”. La estupidez humana será grave, pero mientras sea políticamente correcta habrá muchos que la aplaudan.

La crítica eclesial en las redes sociales


(nota previa: aunque como creyente trato de reflejar en mis escritos la doctrina de la Iglesia, en este caso no es más que una reflexión personal a modo de opinión, por lo que  puede ser compartida o no  por otros creyentes, evidentemente)

Hay un texto muy significativo dentro del Sermón de la Montaña, en Mt 6, 1-6, que dice algo muy interesante, el Padre del cielo recompensa a los que actúan en secreto pero los que lo hacen para ser vistos por los hombres ya tienen su recompensa, distinta a la del Padre, que no sería otra que el reconocimiento, los halagos, las palmaditas en la espalda…

Naturalmente se trata no de una norma de protocolo sino de una actitud. Es cierto que si organizas algo en la Iglesia, un recital, una hora santa, un ciclo de conferencias… muchas veces tu nombre y/o tu presencia van a ser vistos e incluso vas a ser reconocido y felicitado. No se trata pues de ir “escondiéndote” ni de rechazar los elogios, sino de no hacer de estos la finalidad de tu trabajo.

La vanidad es algo que forma parte de la naturaleza humana, es un absurdo tratar de eliminarla como quien se quita un grano, pero debe saberse controlar en su justa medida para que no se convierta en un fin en si mismo (ya traté este tema en “La vanidad del músico católico”). Dándole la vuelta podríamos decir que si lo que buscas es hacer un servicio y no tu prestigio estarás dispuesto a asumir tanto los elogios como las críticas. Es más, agradecerás más las críticas en tanto y cuanto te ayudan por un lado a ser manso y humilde, tal como nos ordenó nuestro Señor, y por otro te sirven para mejorar.

Excluyo naturalmente las críticas pronunciadas con ofensas y groserías, esas hay que descartarlas de plano, y me refiero tan sólo a aquellas redactadas con corrección, respeto y buen humor… e incluso aquellas que tengan un puntito de “mala leche” que te sirven como espoleamiento, como el aguijón que te hace saltar y no quedarte quieto. Y tampoco digo que cualquier crítica deba ser aceptada, en ocasiones hay alguna que contienen algún presupuesto falso o que puedes considerar injusta y por tanto tienes todo el derecho a ignorarla o rebatirla.

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¿Por qué escribo pues estas líneas? Por la sencilla razón de que un servidor, usuario (incluso adicto) de las redes sociales, me he encontrado últimamente con algunos casos en los que parece que entre algunas personas de la Iglesia, o en eventos de la misma, no se toleran nada bien las críticas. Pondré en situación a los lectores de estas líneas. A la hora de utilizar una red como facebook soy de los que no suelo escribir nada cuando veo un mensaje que me gusta o con el que estoy de acuerdo, a lo sumo un “me gusta” y poco más. Si me gusta lo que he leído ¿para qué decir más? Pero si que suelo hacer comentarios en sentido crítico, en el buen (y maravilloso) sentido de la palabra, si encuentro algo en lo que opino de forma distinta, o me parece de mal gusto, o lo considero injusto, o creo que se podría mejorar o veo que contiene algún error o información falsa. Y naturalmente lo hago en la medida de mi capacidad con educación, respeto e incluso buen humor. Pero por desgracia en ocasiones las respuestas que obtengo no tiene el mismo talante que mis críticas, sugerencias o comentarios.

De hecho una de las personas a las que he criticado en varias ocasiones ha sido a Su Santidad el Papa Francisco, sin que ello reste un ápice de mi respeto ni mi cariño filial. Así he criticado que por expresarse de forma coloquial no mide muchas veces ni sus palabras ni las consecuencias, con el problema que en ocasiones supone. E incluso también he criticado cuestiones concretas, como que en el “decálogo” para ser feliz no mencionara ni a Dios ni a la vida de fe; o cuando habló de lo de “no tener hijos como conejos” haciendo público que le preguntó a una madre si quería dejar huérfanos a sus hijos porque los tenía por cesárea, lo que me pareció una total falta de caridad.

Pero igualmente he salido en su defensa cada vez que alguien ha escrito cuestionando su legitimidad, acusándolo de enseñar algo contrario al Magisterio o tergiversando sus palabras o sus actos con el único propósito de desprestigiarlo. Pero bueno, el Papa no es uno de los que han respondido a mis críticas, así que para expresar la idea del artículo me referiré a algunos casos concretos a modo de ejemplo (omito las referencias personales, sólo quiero referirme a los hechos).

Un músico católico subió unas fotos de una celebración eucarística en las que aparecía cantando. Al verlas le escribí haciéndole una serie recomendaciones de tipo litúrgico: que no se situara detrás del altar ya que ese espacio es exclusivo del sacerdote, que si el lugar era pequeño como una capillita o una sala el uso de la megafonía no sería conveniente… Al momento empezaron a entrar comentarios de familiares y amigos suyos diciendo que él era un hombre de Dios (cosa que en ningún instante dudé), que su manera de cantar era muy inspirada, que él lo hacía con una gran vocación de servicio y que a mi me movía la envidia. Viendo además en mi perfil que yo realizaba actuaciones con mi grupo comentaron que lo que yo hacía era eso, “actuar”, mientras que el referido “cantaba de corazón”. Lo curioso es que nadie escribió sobre lo que yo realmente había escrito ni dijeron si les parecía bien o mal o si estaban o no de acuerdo.

¿Y el interesado? Pues en un momento pareció no encajar bien mis recomendaciones y contestó haciendo suposiciones erróneas, pero he de decir que posteriormente, no sé si debido a los comentarios que iba leyendo de sus propios conocidos, rebajó el tono, respondió a lo que le había dicho y agradeció “los comentarios que nos ayudan todos a crecer”. Además se da la circunstancia de que yo en ningún momento le había cuestionado a él como persona ni sus cualidades como músico por la sencilla razón de que me parece un magnífico cantor.

En otra ocasión recibí la convocatoria de un evento eclesial que se realiza en mi diócesis de forma recurrente. Aprovechando la asistencia al mismo de un amigo mio le escribí haciendo un comentario que contenía, aunque no era ese ni el motivo ni el asunto principal, una «crítica» al mismo, que era simplemente que en las últimas ediciones la parte musical del evento la llevaban las mismas personas y yo echaba de menos la variedad de las primeras ediciones. El mensaje fue eliminado al poco tiempo por el administrador de la página, a quien conozco personalmente, y me escribió para explicarme los motivos de su acción. Muy respetuosamente, por supuesto, pero sus aclaraciones me dejaron más triste que otra cosa.

Así me dijo que no le gustaban ese tipo de comentarios (?), que no sabía que relación tenía con la persona a la que me dirigía (?), que si tenía pensado no acudir por lo que había dicho mi comentario era de mal gusto (?) y que por supuesto aceptaban todas las críticas “que les sirvieran para creer” pero que se las hiciese en privado (?). Naturalmente le contesté en el mismo tono correcto, fraternal y respetuoso pero más crítico aún si cabe ya que la posición mantenida por esa persona no me pareció ni correcta ni cristiana. Nótese que digo “la posición” y no la persona, cuya fe y servicio a la Iglesia tengo contrastadas.

Parece como que una vez empezado a jugar nos olvidemos de las reglas del juego e incluso del mismo juego. Una red social es una red social (ya lo dijo Perogrullo). Eso significa que lo que escribo en ellas puede ser compartido, rebatido, felicitado o criticado. Si sólo quiero recibir elogios no debería usar este tipo de plataformas. Censurar por tanto un mensaje no es plato de buen gusto para el censurado, por lo que debe ser debido a causa justificable. Eliminar un mensaje porque “no me gusta” sin más, o por una suposición del administrador (en lugar de preguntar ) o hablar de “mal gusto” cuando el lenguaje empleado es totalmente correcto, otro tanto.

Además tampoco podemos confundir la parte por el todo. Si digo “me gustaría que hubiera más variedad musical” no digo que no me guste el evento, que me encanta, no digo que no piense ir, que iré como he hecho todas las otras veces si no tengo otro compromiso, no digo que los que canten lo hagan mal, que lo hacen estupendamente. Lo que he dicho es simplemente lo que he dicho (Perogrullo) y no lo que otro pueda interpretar.

Si además pido “las criticas en privado” lo que estoy afirmando de forma sutil e incluso pudiera ser que inconsciente,  pero directa, no es otra cosa que “en público hazme todos los elogios que quieras, pero si tienes alguna crítica que nadie más se entere”. ¿No debería ser al revés? ¿No sería más evangélico que los elogios fuesen privados y no públicos?. En este caso concreto creo que en lugar de la censura y las aclaraciones no muy aclaratorios hubiese sido mucho más elegante decir “tienes razón, suelen venir los mismos pero es que nos encanta como lo hacen” o “gracias por tu comentario, lo estudiaremos para próximas ediciones”… pero bueno, es sólo una opinión.

Otro caso. Soy de los que suele advertir cuando veo un error. Probablemente sea un tic por mi pasado como profesor o quizá (o eso me gustaría) obro de misericordia corrigiendo al que yerra. Lo hago sin reparar en la persona a la que corrijo o el tema que se trate (pueda ser historia, deporte, religión…)

A un músico católico latinoamericano afincado en un país diferente al suyo en cierta ocasión le hice notar que había subido una foto “del revés” y en otra le dije que una ciudad a la que hacía mención la había escrito mal y le indiqué como se escribía correctamente. En este segundo caso me contestó diciendo algo así como “siempre estás criticándome” (?) “voy a corregirlo para que te quedes en paz y me dejes en paz” y a continuación en lugar de corregir el mensaje lo que hizo fue bloquearme para que no viese nunca más sus publicaciones. ¿Es una conducta esperable de alguien a quien se le ha advertido de un par de equivocaciones? Bueno, allá él con su conciencia… yo poco puedo decir. Lo que esa persona no sabe es que además de las correcciones entre otras cosas me tomo un tiempo para difundir sus conciertos en internet cada vez que viene a España, pero tampoco tiene por qué saberlo y además lo seguiré haciendo muy gustoso.

Podríamos pensar que en realidad el problema es mío, que mucha gente no entiende mi espíritu crítico y malinterpretan corrección por ofensa, aclaración por menosprecio o crítica por rechazo . Es probable, pero esto me produciría una doble tristeza, por un lado soy responsable de lo que escribo, no de lo que otros puedan interpretar, y si en lo que escribo no hay nada de eso no sé que mecanismos pueden llegar a concluir otra cosa (¿falta de humildad?). Y por otro observo en mi propia experiencia que gente no creyente o con la que hablo de otros temas como historia, política o deporte tienen mucha más cintura para recibir una crítica mía que los mismos miembros de la Iglesia, triste.

¿Qué decir pues? Lo que me digo a mi mismo: cuando alguien me haga un comentario crítico debo comprobar primero si lo que dice es una opinión (que puedo compartir o no, pero debo respetar siempre que se haga con respeto), si es una sugerencia (que deberé analizar por si me interés seguirla o no), si es una crítica (que estudiaré para ver qué hay de cierto y objetivo en ella que me pueda servir para mejorar) o si es la corrección de un error (que deberé contrastar y en su caso rectificar). Lo que no debo hacer nunca es ni entrar en terreno personal cuando no haya nada personal en el mensaje (o incluso aunque lo haya, aunque esto es optativo) ni pensar que porque mi vanidad quede herida debo rechazar al otro y lo que me dice.

Si no quiero que nadie pueda criticar lo que digo no lo haré en redes sociales (o si lo hago será con limitaciones) pero lo más importante de todo en estos casos creo yo que es la mansedumbre, que es un don del Espíritu Santo. ¿Voy a pedir a Dios su Espíritu si no estoy dispuesto a actuar conforme a él? No tiene mucho sentido. Que Dios nos permita ser mansos y humildes de corazón, a mí el primero. Amén.

Sobre la verdad en la Biblia.


Nota: los que suelen leer este blog habrán observado que este es un tema sobre el que trato de manera recurrente y por eso algunas ideas expuestas ya han aparecido en otros artículos, pero como usuario de redes sociales observo que aparece una y otra vez, por lo que creo que puede ser útil volverlo a tratar.

Un testigo de Jehová, sabedor de mi condición de católico, me hizo la siguiente pregunta. – ¿Tú crees que lo que dice la Biblia es verdad o no?.

La pregunta, aparentemente sencilla, era en realidad una cuestión farisea, del mismo modo que aquellas que le hacían a Jesús en la que contestes lo que contestes ya tienen motivo para acusarte. Así, cuando a Jesús le preguntan si deben apedrear a la mujer adúltera según la ley de Moisés, si la respuesta es un sí o un no, está atrapado. Si dice que no, le acusarían de no respetar la ley de Moisés, si dice que sí, le acusarían de ir contra la misma misericordia que predica. La respuesta de Jesús es más inteligente que la de sus inquiridores y encierra un conocimiento de la palabra muy superior a la de cualquiera de ellos. Si realmente lo que buscan es cumplir la ley de Moisés y lo principal de ella es no pecar, que cumplan primero con ese mandato principal y luego que lo apliquen a los demás si quieren, por eso “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Tras esta respuesta dice el evangelio que se fueron marchando uno a uno “empezando por los más viejos”. Esta referencia es también interesante, los más viejos son por lo general los más sabios, pero también los que más tiempo han tenido para cometer pecados.

Otra pregunta de ese estilo es la que le hicieron acerca del pago de impuestos, si era lícito o no pagar el tributo a los romanos. Otro tanto, si responde que sí pierde la fama ante su propio pueblo por colaborar con el invasor. Si responde que no ya tienen motivos para denunciarlo ante las autoridades y que lo encarcelen. De la misma manera que en la anterior, si alguien usa (y disfruta) del dinero que los mismos romanos acuñan, que mantenga la relación consecuentemente y que “de al cesar lo que es del cesar”, el tributo debido a los que acuñan sus propias monedas, pero los asuntos de Dios son de otra índole muy superior, “a Dios lo que es de Dios”.

Pero vuelvo a los testigos de Jehová. Estos, al igual que muchas congregaciones protestantes de los Estados Unidos, creen en la interpretación literal de la Biblia y por tanto no conciben la aceptación de ninguna idea o explicación científica o histórica, por aceptada o demostrada que esté, que no diga exactamente lo mismo que las Sagradas Escrituras.

De esta forma a la pregunta sobre si creía que lo que decía la Biblia era verdad, responder sí o no supondría en ambos casos un motivo para desacreditarme, como a Jesucristo. Si decía que sí, podrían responderme “¿entonces por qué los católicos aceptáis teorías científicas como la evolución de las especies si eso no es lo que pone la Biblia?”. Y si decía que “en algunos casos sí y en otros no” podrían decirme “¿entonces como puedes decir que crees en Dios si rechazas su palabra?”.

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¿Respuesta complicada? Ciertamente no, pero la pregunta es lo suficientemente tramposa, y eso lo saben los propios protestantes y “testigos”, para que pueda confundir a alguien con una formación muy básica o con la fe del carbonero, como decimos en España.

¿Cómo responder entonces? Vamos a ver primero cual sería la respuesta “correcta” a esa pregunta y luego la analizamos. Esta no sería otra que “CREO QUE LO QUE DICE LA BIBLIA ES VERDAD PARA MI SALVACIÓN”. Analicémosla pues.

Normalmente utilizamos la palabra “verdad” como si tuviera un único significado, pero en realidad, y para que nos entendamos, existen varios “tipos de verdad”. Uno sería la verdad científica, que es la que resulta de aplicar el método correspondiente de medición y variables controladas en un laboratorio, así una verdad científica sería “los gases aumentan su volumen al aumentar su temperatura” pero decir algo como “el amor me hace ver elefantes rosas volando” sería subjetivamente posible en un enamorado, pero incorrecto desde el punto de vista científico.

Otra sería la verdad histórica o periodística, la que reflejase fielmente los hechos acontecidos. Así sería cierto que “Colón llegó a las costas de América en 1492” pero no lo sería el hecho de que “el abuelo en la batalla derrotó a 100 enemigos él solo con un fusil” por mucho que él lo recuerde así y pudiese dárselo como cierto el polígrafo.

También tendríamos la verdad matemática, que es la resultante de la abstracción en una serie de conceptos para la explicación de los fenómenos. Así los matemáticos trabajan sobre todo con números, pero los números como tal no existen, son una abstracción, nadie ha visto nunca un “tres” caminado por la calle.

Y así sucesivamente podríamos enumerar decenas de “tipos de verdad”, ¿pero cual sería la verdad de la Biblia?. Pues no sería otra que una verdad “salvífica” (“soteriológica” es la palabreja técnica), es decir, que todo lo que cuenta la Biblia nos es válido, útil y cierto para salvarnos, para ser felices en esta vida y poder prolongarnos eternamente en la presencia del Padre tras nuestra muerte física. Así la Biblia no es un libro científico, aunque contenga muchos conocimientos científicos de las diferentes épocas en las que se escribieron los distintos libros que la componen. Tampoco es un libro histórico, aunque narre muchos hechos que sucedieron ciertamente. Es un libro religioso, que contiene la verdad de Dios revelada a los hombres para que puedan salvarse.

Debemos entender aquí que la revelación de Dios contenida en la Biblia es “mediata”, es decir, que la Biblia, inspirada por Dios, en su redacción cuenta con los conocimientos, la personalidad, la memoria y el estilo de cada uno de los escritores que la plasmaron. No se trata, como algunos estudiosos dijeron en su día (y hoy siguen defendiendo los que creen en la literalidad del texto), que los autores entraban en una especie de trance y escribían al dictado de Dios, ni tampoco de un libro “espiritual” entregado en su totalidad y de una vez por Dios a Mahoma como piensan los musulmanes del Corán (este sería un tema aparte, ya que curiosamente Mahoma era analfabeto y por tanto Dios le entregó el libro “en espíritu” para que el lo fuera relatando a sus discípulos durante toda su vida y estos lo escribieran). Una prueba de esto es ver como alguien que lea la Biblia con una cierta frecuencia es capaz de deducir a qué libro o autor pertenece un texto bíblico, aunque no lo conozca, solamente por el vocabulario o la forma en que está redactado.

Así tenemos 4 evangelios y no uno sólo y por eso podemos ver que a lo largo de la Biblia, incluso en ocasiones dentro de un mismo libro, hay historias que se contradicen o que presentan matices distintos según quién las cuente. Así en el libro del Génesis encontramos dos relatos distintos de la creación, en el capítulo 1 y en el 2. La escena en la que David corta la punta de la capa a Saúl sin que se de cuenta sucede mientras el rey está haciendo de vientre o durmiendo según leamos el relato en Samuel o en Crónicas. Las veces que Jesús estuvo en Jerusalén oscilan entre 1 y 3 según el evangelio que lo cuente… O también en ella encontramos muchos relatos que después los historiadores han confirmado pero otros en los que han hallado errores, así por ejemplo el libro de Josué nos narra cómo conquistó Jericó, cuando esta ciudad no existía en tiempos de Josué. ¿Se trata de una leyenda popular sin base histórica? ¿quizá la ciudad conquistada fue otra y el narrador se confundió al nombrarla?. No lo sabemos, pero para nuestra fe no es un dato relevante.

Por eso, y como decía San Agustín en una frase que hizo suya San Juan Pablo II, “la Biblia explica cómo se va al cielo, no cómo va el cielo”. La Biblia me revela en sus primeros capítulos que Dios es el autor de todo lo creado y que el culmen de la creación es el ser humano, hecho a su imagen y semejanza, es decir, libre, capaz de amar, crear, razonar y trascender, y cómo en su libertad el hombre trata de prescindir de su creador cayendo en el pecado… y eso es verdad, lo que dice la Biblia al respecto es verdad, con independencia de los conocimientos científicos que tuviesen los autores de la época y con independencia por tanto de la forma de contarlo, siendo indiferente que Dios creara el mundo en 6 días o en 6 eras geológicas, de que el ser humano apareciese de la noche a la mañana o fuese el resultado de una magnífica e increíble sucesión de hechos biológicos que conocemos como evolución o de que si el demonio tiente al hombre como ser espiritual o se le apareciese alguna vez en forma de serpiente o de gato de angora.

Por eso creo, y es cierto, que todo lo que dice la Biblia lo ha revelado Dios a los hombres para salvarnos. Que si  llegamos a vivir según su voluntad, revelada y transmitida en las Sagradas Escrituras, seremos ciertamente felices y podremos vivir eternamente en su presencia. Y en comparación todo lo demás, por muy curioso o interesante que sea o sirva de objeto de estudio a los teólogos, vale menos que una cagarruta de mosca.

Sobre un aspecto del clericalismo (sólo uno, hay muchos más)


Cuenta el Papa Francisco que siendo un obispo novato tenía de secretario a un joven sacerdote. En cierta ocasión y ante un problema surgido en su diócesis, adoptó una solución “diplomática” con la que pretendía contentar a todos y fue mucho peor el remedio que la enfermedad. Comentándolo con su secretario le dijo que el problema se había agravado y que ya no sabia como solucionarlo, a lo que el joven le contestó “Es que lo ha hecho usted muy mal, no ha tomado una decisión como padre” y a continuación, y según narra el Papa, le dijo “tres o cuatro cosas de esas fuertes, dichas con respeto, pero bien fuertes” que le dejó sorprendido por su valentía y su crudeza. Cuando finalmente se marchó el joven, el obispo se quedó pensando que le gustaría contar siempre con él como su ayudante “pues era realmente un hermano”.

Esta reacción resultaba ciertamente sorprendente para un mitrado porque lo normal en estos casos es que su subordinado le hubiese dado la razón o hubiese contemporizado con él. Sin embargo, el poner en duda y criticar la decisión adoptada, por mucho monseñor que fuera, resultó ser un gesto de verdadera fraternidad.

Esta subordinación es mucho más frecuente en la relación sacerdote-laico, en ambos sentidos. El sacerdote puede muchas veces tender a no considerar ni las opiniones ni las críticas de los laicos como si fueran “cristianos de segunda” y, ojo, sorprendentemente sin darse ni siquiera cuenta muchas veces. Y en el sentido contrario, muchos laicos tienden a eludir sus responsabilidades como cristianos “delegando” en los sacerdotes o pensando que la opinión de un sacerdote, por el mero hecho de serlo, es más válida que la de cualquier laico.

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Esta sería una de las acepciones del término “clericalismo” (tiene bastantes más) y de la que tanto habló el Papa Francisco a principios de su pontificado y que ha dejado de lado últimamente, cosa que lamento porque creo que es un tema muy interesante sobre el que profundizar.

Pondré varios ejemplos. Hablábamos un grupo de creyentes sobre si era o no correcta la utilización de las expresiones “ungido” o “tener unción” al hablar de una canción, una catequesis, etc tal como se ha puesto de moda entre los protestantes y que algunos católicos imitan sin mayor reflexión. Cada uno de los que hablábamos teníamos nuestros puntos de vista al respecto, discutiendo sobre ellos, y uno de los presentes, sacerdote, decidió dar también su opinión. En eso otro de los contertulios, laico, dijo algo así como “bueno, ya hemos escuchado al padre, creo que no hay más que hablar”, cosa que me supo mal y contesté “no seas clericalista, que un sacerdote de su opinión sobre un tema de fe no significa que esta sea acertada o tenga más razón que otro”. El sacerdote me dijo que eso era cierto, aunque en el transcurso de la conversación soltó algunas frases que por su rotundidad (“pontificando”, nunca mejor dicho) parecían demostrar que en realidad no lo tenía tan claro, ja, ja, ja.

Otro ejemplo. Un grupo de músicos católicos hablábamos de la conveniencia o no de utilizar una serie de cantos en la celebración de la misa. Uno de ellos dijo “pues si el cura de mi parroquia lo permite quienes somos nosotros para decir nada”, a lo que le contesté en el mismo sentido que la conversación anterior. “Que el cura lo permita no significa que esté bien, puede que lo haga por pura afectividad, para no crearse un conflicto con el coro, o puede que sus conocimientos sobre liturgia o sobre música litúrgica sean escasos”. “¿cómo dices eso?, añadió sorprendido,“para algo es sacerdote.” ·”Bueno”, dije yo “hay sacerdotes con muy buena formación y otros no tanto. Además un músico católico puede tener más conocimiento sobre la materia concreta que un sacerdote al que se le supone un conocimiento general, pero uno no puede ser especialista en todo”

Otros casos al revés. Una amiga mía mostraba con satisfacción unas fotos que se había hecho en un bar de Sevilla, decorado con motivos de cofradías y Semana Santa, en el que servían un cóctel al que llamaban “Sangre de Cristo”. Le dije que me parecía una falta de respeto utilizar las cosas sagradas como nombres de bebidas y no entendía como lo explicaba con una cierta satisfacción. “Bueno, a mí qué” me respondió ella “si el arzobispado no ha dicho nada yo no soy quien, a fin de cuentas no soy cura ni miembro de ningún tribunal eclesiástico”- Le recordé que estaba bautizada, que había recibido por tanto la consagración como sacerdote, profeta y rey y que si esperábamos que ante cualquier ofensa a la fe tuviese que venir un señor con alzacuellos mal nos iría.

No se trataría de superar el problema añadiendo otro igual o peor, el conocido como “clericalización del laicado” que sería como la otra cara de la moneda, esperar que los laicos asuman competencias y funciones propias del sacerdote, aunque ese sería tema para otro artículo. Para entenderlo, el mismo Papa pone un ejemplo que nos podrá ser muy conocido a los que tenemos cierta vida parroquial, la relación entre el párroco y el consejo.

Tal como afirma Su Santidad un párroco que no tenga consejo parroquial puede ser un síntoma de clericalismo, que no permitiría crecer a la parroquia ni a los laicos y en la que no quedaría claro si el sacerdote seria un cura o el jefe de una empresa. Y al revés, mal haría el sacerdote si adoptase todas las decisiones de un consejo aunque las considerase inconvenientes. Como el mismo Papa dice “esto no es una democracia” pero “tampoco una anarquía”. El sacerdote debe tomar las decisiones que le corresponden, “pero decide escuchando, se hace aconsejar, dialoga… Y ésta es su tarea”.

Por eso a los laicos nos corresponde formarnos como cristianos en la medida de nuestras posibilidades, respetar las decisiones de los sacerdotes y, en caso de que así lo consideremos, corregirlas con respeto. A los sacerdotes les correspondería otro tanto, cuidar su formación (no, no te vale con las cuatro cosas que aprendiste cuando eras seminarista, lo siento) escuchar y atender los consejos y comentarios de los lacios y asumir humildemente que, aunque a veces te resulte difícil de creer, pueden tener razón al corregirte tanto en tu vida de fe como en tus conocimientos. Un sacerdote contaba que le había hecho mucho bien formar una comunidad de fe con un grupo de laicos y aceptar algo que le costó un poco al principio, que quien le llamase a conversión fuese un fontanero y no el obispo.

Termino con otra anécdota. Un catequista amigo mío ya fallecido acudió en una ocasión a misa en una iglesia de la que no era habitual. La homilía del sacerdote fue la propia de un seguidor de la teología de la liberación incidiendo en una lectura en clave marxista de la Palabra y sus consecuencias. Al acabar mi amigo se acercó a la sacristía y le dijo al cura “De verdad padre se lo digo con todo respeto, Cristo no vino a hacernos a todos socialistas, Cristo vino a que nos convirtiéramos a su Palabra y si sigue usted predicando así al final nos quedaremos en la Iglesia usted, yo y dos más”. Y parece que tenía razón pues, aunque no es un dato que pueda dar por cierto al ciento por ciento, he leído que en algunos países donde se siguió esta línea la Iglesia Católica fue disminuyendo en favor de las congregaciones protestantes.

Estar a favor del aborto es de derechas, estar en contra es de izquierdas


En primer lugar pido perdón a quien pueda leer este artículo por haber mentido en el título, no es que la verdad sea al contrario, sino que estar a favor o en contra del aborto no es ser de derechas ni de izquierdas, ya que no se trata de una cuestión política.

Ni tampoco sería una cuestión de ser ateo o creyente, ya que aunque un creyente se opondrá con toda lógica al considerar que cada vida humana es una decisión de Dios, cualquier ateo que tenga un mínimo conocimiento meramente biológico sobre genética y ontogénesis se opondrá igualmente por una simple cuestión de derechos humanos. (ver artículo “Hablar a los chavales del aborto”)

¿Por qué he dicho esto pues? Bueno, quizá para llamar la atención (dicen que un titular llamativo invita a la lectura del artículo) pero sobre todo para romper la identificación inversa que se suele hacer de estos términos: estar a favor del aborto es ser de izquierdas, estar a favor del aborto pero disimulando y maquillándolo un poquito es de derechas y estar en contra del aborto nos convierte a los que nos situamos en esta postura en unos ultraderechistas fascistas machistas retrógrados liberticidas (Dios mío, ¿Cuándo me he convertido en semejante engendro?)

Pero vayamos por partes, antes de poder relacionar estos términos, derecha-izquierda, proaborto-antiaborto tendremos que analizar básicamente qué son estos términos y hasta que punto podríamos relacionarlos tal y como hacen engañosamente algunos políticos, feministas y demás calaña.

Digo esto porque lo que me ha motivado a escribir el artículo es una noticia en la que un ayuntamiento de España, gobernado por dos partidos izquierdosos, ha retirado la subvención a dos asociaciones que se dedicaban a ayudar a las mujeres embarazadas o con recién nacidos en situaciones difíciles por que “cruzaban la linea roja de la política y la ideología”… tócate las webs. Con eso entrábamos en una paradoja vomitiva, si una madre embarazada en situación dificil decidiera abortar tendría los hospitales públicos a su disposición y de forma gratuita, pero si pidiera ayuda para seguir adelante estaría adoptando una postura ideologizada… para mear y no echar gota.

Vayamos pues a los conceptos: La ideología de izquierdas estaba basada en el progreso de la masa, del pueblo, del conjunto de los ciudadanos. Es la acción social, pública y colectiva la que permite el bienestar de todos y por eso el estado debe ser fuerte, controlador (hasta incluso la dictadura del proletariado) con una preocupación social por los desfavorecidos para que nadie se quede atrás o fuera del sistema.

La ideología de derechas está basada en el progreso del individuo, de la persona, del emprendedor. Es la suma de las acciones individuales la que permite el desarrollo de la sociedad en su totalidad y por eso el estado debe ser mínimo, para regir lo más básico y la preocupación social más centrada en el fomento del empleo que en la ayuda directa.

Sobre el papel ninguna ideología es mala o buena, son postulados teóricos que después podrán ser llevados a la práctica con mayor o menor acierto, aunque cierto es que en sus puntos más extremos siempre se han mostrado perjudiciales y por eso hoy en día las posturas están mucho más moderadas.

¿Cómo podríamos pues relacionar una propuesta sobre el modelo de organización económica y social con la licitud de un acto como el aborto?. En principio deberíamos decir que nada tiene que ver, puesto que nada tiene que ver realmente. Uno podría estar en contra del aborto y a favor de un estado fuerte y controlador y viceversa. Pero como hay gente empeñada en relacionarlos vamos a hacer un simple juego de razonamiento comparando el acto del aborto con los postulados que sustentan las ideologías políticas.

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En el aborto (partamos de la premisa de que la mujer gestante recurre a él de forma libre, aunque este tipo de libertad sería otro tema) tenemos tres elementos: Una mujer gestante (la madre), el ser que se está gestando (su hijo) y el acto quirúrgico que terminará con la vida del segundo. En este caso pues la decisión es de uno solo de los tres elementos, el de la mujer. El hijo en gestación no puede decidir, evidentemente, y el acto quirúrgico solamente ejecuta la voluntad del primero.

¿A que se parece pues este hecho? ¿Se trata de una acción colectiva que busca el bien de todos y que se preocupa de aquellos más débiles y necesitados para que no se queden atrás? ¿O quizá sea una decisión personal que busca su propia conveniencia, su propio interés sin contar para ello con la repercusión en los demás?

Es evidente que el aborto políticamente considerado sería de derechas incluso de ultraderecha. La persona que aborta mira su propio interés, no me conviene tener este hijo, me supondrá un gasto, me impedirá progresar en mi carrera, frenará mis proyectos, repercutirá en mi salud, me producirá angustia porque estoy soltera… etc, etc, etc. (Ojo, problemas que pueden ser muy reales, ya que no se trata de negar que haya embarazos en circunstancias complicadas, sino analizar si el aborto es una solución lícita).

En esta acción por tanto no solamente responde a la iniciativa privada y personal, ideología de derechas, sino que al imponerla implica la muerte de otro ser, precisamente el más débil en la ecuación, el que no puede decidir por si mismo, el más necesitado (totalmente necesitado) del otro y encima con la participación necesaria de las instituciones, con lo cual nos remitiría a una ideología fascista, la imposición de mis criterios aún a costa de los demás.

Por el contrario al oponerse al aborto, aún en circunstancias difíciles (repito, que las hay muchas veces) la mujer gestante no antepone su propio interés, su propio proyecto, su propia salud a la vida del hijo que está gestando, su propio hijo, que depende totalmente de ella, que está necesitado de su madre. Y en todo caso no recurrirá al estado para que le ayude en su propio interés, sino en el interés de ambos, en el interés de todos (madres gestantes e hijos gestandos) en una acción por tanto destinada no a la iniciativa e interés personal sino al interés de la masa, del pueblo, del conjunto de ciudadanos incluidos los más necesitados. Podríamos afirmar por tanto que oponerse al aborto corresponde a una ideología de izquierdas total y claramente definida.

¿Podemos hacer esta extrapolación pues? ¿Podemos decir que estar en contra del aborto es de izquierdas y estar a favor es de derechas y ultraderecha? ¿Podemos afirmar que estar a favor o en contra del aborto está relacionado con alguna ideología? Ya he dicho que no, que no es extrapolable.

¿Por que hacemos esto pues? Precisamente para mostrar el engaño de aquellos que tratan de hacer creer que estar a favor del aborto es propio de personas progresistas, democráticas y de izquierdas y oponerse a él es de ultraderechistas, cuando no tiene nada que ver y que EN TODO CASO sería exactamente al revés.

Todos los políticos (y sus simpatizantes) deberían ser como Carles Puyol


Todos los políticos y sus simpatizantes deberían ser como Carles Puyol.

Cada vez que se produce un caso de excesos o de corruptelas tendrían que ser los propios miembros del partido los que los corrigieran en lugar de tratar de justificarlos o de echar balones fuera con el «y tú más» a otro partido opositor.

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Hace unos años el Barça ganaba por goleada en casa del modesto Rayo Vallecano cuando tras el 7º gol de su equipo dos compañeros, Thiago y Alves, lo celebraron con un bailecito ridículo ante la complacencia de otro, Pedro, y las protestas del público, que si ya les era duro ver perder a su equipo de esa manera mucho más lo era contemplar dicha celebración. Cuando de repente y sin mediar palabra apareció Puyol, el gran capitán, que a saber de donde vendría, interrumpió la danza y prácticamente a collejas los hizo regresar a su propio campo.

Puyol no escondió la cabeza como un avestruz, Puyol no les rió la gracia, Puyol no dijo que otros equipos rivales también hacían lo mismo, Puyol no trató de comparar lo que habían hecho sus compañeros con otras cosas que nada tenían que ver. Puyol vió lo que no le gustó de su propio equipo y lo corrigió. Punto.

El odio me da mucho miedo


Dice la Biblia en el Cantar de los Cantares que el amor es fuerte como la muerte, o en otra traducción que el amor es más fuerte que la muerte. Ciertamente el amor de Dios por la humanidad entregando a su Hijo como propiciación de nuestros pecados fue mucho más fuerte que la muerte y por eso resucitó al tercer día.

Lo que no tengo claro es si el amor es más fuerte que el odio. Mi mente me dice que tiene que ser así, que eso es lo que debo creer, pero… cada día observo actitudes tanto personales como colectivas que me hacen ver lo fuerte que es el odio, su poder de destrucción, y eso me produce miedo, mucho miedo.

En el libro del Génesis aparece apenas en el capítulo 4 como Caín recorre ese camino maldito de la envidia al odio y del odio al fratricidio… y es sólo es el comienzo de la Biblia. Las historias de los yihadistas que asaltan los informativos de las televisiones nos muestran cómo alguien es capaz no sólo de matar al que considera su adversario, que ya es una muestra intolerable de odio, sino hacerlo con una saña vomitiva.  Vemos además como hijos de emigrantes perfectamente integrados en sociedades europeas son capaces de abandonar sus prometedoras carreras universitarias para ponerse un pasamontañas y marchar al país de sus padres a degollar cristianos.

Todas las guerras además producen ese terrible fenómeno de la deshumanización del combatiente y por eso aparecen todas las atrocidades inimaginables. En el genocidio de los tutsis producido por los hutus en Ruhanda en los años 90, un soldado asesinó a un bebe poniéndolo vivo en una máquina de cortar fiambre ante la mirada de la madre. Y eso que los hutus y los tutsis son en su mayoría católicos y poseen una misma lengua, es decir, que el odio tribal fue, en muchos casos, más fuerte que la propia fe y cultura compartidas.

En política, al menos en España, observo un creciente y preocupante aumento del odio hacia el que tiene otro pensamiento. Parece que la “memoria histórica” promovida de forma parcial y torticera por un expresidente del gobierno ha traído como consecuencia lo que muchos temíamos, una “desmemoria histórica” que ha hecho olvidar las circunstancias que llevaron a los españoles a matarse unos a otros en una guerra civil hace apenas 80 años, para convertirlo en una historieta de buenos y malos que no superaría ni el más mínimo análisis racional y que sin embargo ha sido aceptada por muchos como un dogma de fe.

El odio acumulado durante un siglo atrás llevó primero a una revuelta política (no un procedimiento democrático como por desconocimiento algunos piensan) para proclamar una república  y expulsar al rey, para que apenas unos pocos años después se produjera una alzamiento militar que fue acompañado por la mitad de la población civil mientras la otra mitad se mantenía fiel gobierno, dando lugar a una guerra fratricida. Guerra precedida y acompañada entre otras por una persecución religiosa en el que las quemas de iglesias y conventos, las violaciones de religiosas y el reguero de la sangre de los mártires fueron abundantes.

Hoy reverdecen con mucho miedo por mi parte algunas actitudes políticas que me recuerdan a aquellas. Hace poco perdí un amigo que se metió en política y en las redes sociales se dedicó a insultarme y calumniarme por que yo no compartía sus tesis en favor de las pretensiones del lobby gay. Leo con frecuencia a conocidos míos, que se definen a sí mismos como cristianos, insultar sin ningún miramiento a los que consideran sus adversarios políticos olvidándose ya no sólo del amor al enemigo, sino de la más mínima norma de educación. La máxima de confrontar las ideas pero respetar al que no comparte las propias parece cada vez más un reducto de algunos pocos ilusos como un servidor.

Veo como sin miramientos los partidarios de un partido político se dedican, y con razón, a señalar y condenar los casos de corrupción del partido adversario y sin embargo justifican de manera vergonzante los casos propios o se dedican a hacer la avestruz ante ellos.

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Recuerdo en catequesis de confirmación que explicaba a los chavales la naturaleza pecadora del hombre, diciendo que nadie puede considerarse mejor que otro por sus pecados ya que si Dios nos dejara de su mano seríamos capaces de cualquier atrocidad. Uno de los chavales me replicó hablando del terrorismo de ETA y sus asesinatos y bombas y que él creía que jamás llegaría a ese extremo. Le comenté entonces que si, en lugar de haber nacido en el seno de su familia, hubiese nacido en otra donde la madre y la abuela le hubiesen educado en el odio al otro, en el odio a lo español, es muy probable que al llegar a los 18 años le pusieran una pistola en la mano y se liase a pegar tiros. He visto también en familias bien avenidas como la cizaña y las mentiras de una parte interesada han sido capaces de destruirlas y convertir el amor en odio con una facilidad pasmosa.

Aún así tengo que hacer de tripas corazón y “obligarme” a creer y pensar que el amor es más fuerte que el odio… y que si no lo es tiene que serlo, tiene que serlo, tiene que serlo.

Los que leéis estas líneas ayudadme a que sea verdad. La historieta de Nathanael Lark que ilustra el artículo debe ser verdad, y no al revés como por desgracias sucede tantas veces. Las palabras de nuestro Señor Jesucristo sobre el amor a los amigos… y a los enemigos no pueden ser una mera utopía. Que nuestra oración y que nuestra acción, por débil que sea, puedan hacerlas realidad… o al menos que se aproxime un poco.

Que así sea.

¿Gatillo fácil disparando juicios?


Un joven sacerdote pidió a un amigo suyo que fuera con su guitarra a cantar en las misas de primeras comuniones de su parroquia, en cuatro o cinco celebraciones distintas, sabedor de que su intervención contribuiría a realzar un acto tan importante en el calendario parroquial. Además le pidió unos cantos concretos de los cuales su amigo desconocía la mitad, por lo que tuvo que dedicar un tiempo para aprenderlos.

Después de la segunda de las celebraciones el sacerdote se acercó a su amigo y le dijo que cuando terminase todo le gratificaría con una cantidad en metálico, a lo que este se negó. Le dijo que si quería gratificarle lo hiciese “en especie” con una estampita del titular de la parroquia o invitándolo a comer o a tomar algo en el bar de al lado, pero que él no pensaba cobrar por cantarles a unos niños en su primera comunión.

Al cabo de un rato el músico se acordó de una cosa y le dijo al sacerdote que había un dinero que sí que le cobraría. Esa mañana al ser domingo, cuando se dirigía al templo, comprobó que la frecuencia de autobuses urbanos en la ciudad era menor que un día laborable y temiendo llegar tarde había tomado un taxi, así que le dijo que, ya que se había ofrecido a una compensación en metálico, el importe de ese desplazamiento sí que se lo cobraría. El cura le respondió que esa actitud era signo de falta de humildad, que si simplemente hubiese aceptado el pago en metálico que le ofreció de primeras, no habría tenido que pedirle eso.

El músico se sintió muy triste. No entendía tal acusación. Él, un hombre creyente, tenía claro que cuando alguien la Iglesia le pedía un servicio, ya fuese puntual o prolongado, respondería desde su libertad y desde la gratuidad. En este caso, ya que no estaba dispuesto a cobrar si que procuraría no tener que pagar, por eso cuando le ofreció la compensación solo quiso el importe del desplazamiento que había abonado de su bolsillo, de otra manera ni lo hubiese mencionado. Pero que el sacerdote entendiese que eso era por una falta de humildad le pesaba. ¿Le había juzgado de forma precipitada? ¿Era una falta de humildad no querer cobrar un dinero por un servicio prestado a la Iglesia?

¿O quizás- y eso sería lo más grave- tendría el cura un gatillo demasiado suelto a la hora de ir emitiendo juicios?. Le preocupaba que con una actitud así pudiera disgustar y causar malestar a otros, aunque se consoló pensando por un lado en la juventud del sacerdote, que apenas contaba con un año desde su ordenación, sabiendo que el discernimiento, como todas las virtudes, necesita tiempo para su maduración y perfeccionamiento. Y por otra parte se lo había dicho en la confianza de los amigos, con lo que pensaba que de normal sería más comedido con sus feligreses.

pistolero

En otra ocasión el mismo músico participaba en un foro de internet de música cristiana. Un día leyó un mensaje sobre la realización de un festival de música gospel en una población cercana a la suya y se alegró. El era una gran amante de ese tipo de música y en la mayoría de ocasiones sólo podría seguirla por internet. Abrió el post para ver los detalles del mismo y se encontró con la desagradable sorpresa, al menos para él, que en realidad no se trataba de lo que anunciaba, sino de un concierto con grupos protestantes, ninguno de los cuales para más inri hacía música gospel.

Disgustado contestó en el post, de forma educada pero contundente, diciendo que le parecía incorrecto anunciar una evento con unas características distintas a lo que en realidad se trataba. El que había escrito el mensaje en lugar de disculparse se reafirmó diciendo que la música gospel era toda aquella que tuviese un contenido espiritual. El músico le replicó diciendo que eso no era así, que la música gospel tenía una serie de características concretas que la diferenciaban de otros géneros musicales. Para su sorpresa uno de los administradores bloqueó su acceso a perpetuidad en dicho foro acusándolo de creerse “juez de todo y de todos”. Se le quedó cara de tonto… ¿quién juzgaba a quien? ¿el que denunciaba una falsedad o los que le juzgaban por hacerlo?. Pese a su protesta y la reclamación a otros administradores no consiguió que le levantasen el veto.

El refranero español, tan sabio como ningún otro, afirma que hay que “decir el pecado pero no el pecador”. Haciendo una traslación al plano moral sobre el juicio podríamos decir que se debe “juzgar el pecado pero no el pecador”, aunque hasta eso mismo es relativo, delicadamente relativo. Veamos, yo no podré ni deberé juzgar a una prostituta ni a sus clientes, sólo Dios sabe cuales son los condicionantes morales, familiares, económicos, psicológicos… que llevan a una persona a ejercer tal actividad. Lo que sí que diré claramente es que la prostitución es un acto gravemente ilícito que convierte el acto sexual, don de Dios para la donación al otro y a la vida, en una simple mercancía y a la mujer en un objeto, en un mero orificio (perdón por el grafismo).

Y si alguien me pidiera consejo sobre la conveniencia de dedicarse a tal actividad o a contratar este tipo de servicios le diría que huyese como del fuego. ¿Pero por qué relativo? Porque si en lugar de requerir mi consejo alguien viniera y me dijera que ejerce ese oficio porque le da la gana y no piensa cambiarlo por otro menos remunerado, o que contrata los favores de una profesional porque le gusta y hace con su dinero lo que quiere, podría decirle de la misma forma que están haciendo muy mal, haciéndose daño a si mismos, destruyendo su dignidad aún sin saberlo y condenándose en un cuerpo que dejaría de ser templo el Espíritu (es una forma de hablar) para convertirse en un contenedor de basura.

Igualmente sucede a la hora de condenar el aborto, por ejemplo. Si afirmo en cualquier foro lo que es una simple evidencia científica, que el aborto no es más que la muerte provocada de un ser humano inocente e indefenso, algún tonto (por no decir otra cosa) saldrá diciéndome que he llamado asesinas a las mujeres y otras estupideces similares. Ciertamente los que así afirman o creen que todas las mujeres abortan o en realidad lo dicen por pura malicia. Porque el hecho es que creo (o quiero creer) que la mujer en un aborto es otra víctima más en la mayoría de los casos, me cuesta difícil de concebir que una mujer gestante es capaz de consentir la muerte del hijo de sus seno como quien accede a sacarse una muela. Pero vamos, no me importaría decirle cuatro cosas no muy conformes a la buena educación a todos esos pseudomédicos y empresarios de la muerte que se lucran con tal crimen.

Añadamos todos los ejemplos que queramos: la explotación laboral, la promiscuidad, el enriquecimiento ilícito, el juego, las relaciones con personas del mismo sexo, la violencia…

¿Cuál es la clave pues? ¿cómo podemos saber cuando estamos corrigiendo fraternalmente, cuando estamos condenando una injusticia y cuando estamos cayendo en el pecado del juicio?. La respuesta es tan simple o complicada como podamos entenderla, ya que la clave está en considerar que a la hora de realizar una valoración yo no soy mejor que el otro, que el otro es hijo de Dios como yo y, como yo, pecador que necesita de conversión y que si mi pecado no es tan escandaloso como el suyo es por pura gracia de Dios que no levanta su mano de mi, no por ningún mérito mío. ¿se entiende esto? Si es así enhorabuena… a mí mismo me cuesta de entender muchas veces y también se me puede ir el gatillo de forma fácil.

Semana Santa: ¿Nos quedamos en la parroquia o nos vamos fuera?


Nota previa: Escribo estas lineas a petición de Marcos Buigues, de Valencia, que me ha pedido tratar el tema de la conveniencia de celebrar la Semana Santa con la propia comunidad parroquial de cada uno, pero me gustaría recordar que aunque escribo este blog hablando de temas de religión y desde mi perspectiva de creyente católico, muchas de las cosas que reflejo son opiniones personales, por lo que pueden ser compartidas o no por otros creyentes.

Difícilmente se entendería en Valencia que un fallero de la comisión de la falla del Pilar al llegar el 14 de marzo se fuese a pasar la semana fallera a Benicarló “porque allí también hacen fallas”. Supongo que sería lo mismo que un miembro de una escuela de samba de Río de Janeiro en lugar de celebrar los carnavales de su ciudad se fuese a otra o que un aficionado a la tauromaquia de Pamplona al llegar San Fermín se fuese a ver toros a Marbella.

Sin embargo no parece extrañarnos los creyentes que al llegar la Semana Santa marchan a otras poblaciones de vacaciones, pues «parroquias hay en todos lados» o, lo que resulta paradójico, para celebrar la Semana Santa «de manera distinta».

En el primer caso podríamos entenderlo desde una perspectiva del creyente “practicante” que asiste a la misa dominical de forma ritual (lo digo sin ánimo peyorativo) pero que ciertamente no tiene más vinculación ni vida eclesial, por lo que “escuchar” misa es algo que ciertamente haría igual en la iglesia de su barrio que en una de Pernambuco, como harían Mortadelo y Filemón después de meter la pata.

En el segundo caso me parece algo más triste. En muchas parroquias, particularmente algunas que son atendidas por órdenes religiosas, les ha dado por celebrar desde hace ya tiempo lo que denominan “Pascuas jóvenes” (???), que no es otra cosa que llevarse a los jóvenes de retiro o convivencia durante el triduo pascual y celebrar con ellos la Semana Santa de forma independiente. O incluso no específicas de jóvenes, sino asociaciones que promueven algo similar, añadiendo algún adjetivo o toponímico tipo “Pascua en Villa Celeste” o “La Pascua de Las Alcachofas” (los nombres son ficticios).

Parece que no hubiera en todo el año fechas para hacer retiros juveniles y que fuese “obligado” separar a los jóvenes de sus propias familias y del resto de la comunidad parroquial a la hora de celebrar la fiesta grande de los cristianos.

  • Pero es que para los jóvenes es una gran experiencia, incluso fuente de vocaciones…

No digo que no, por supuesto, pero igualmente se podría vivir esa experiencia previa a la Semana Santa, como preparación a la misma (para eso la Iglesia nos regala 40 días de Cuaresma) o de profundización a posteriori (para eso la Iglesia nos regala 50 días de Pascua). O incluso se podría realizar en la misma Semana Santa sin que ello rompa la participación con el resto de la familia, reuniendo a los chavales el jueves, viernes y sábado por la mañana, preparando su participación activa y asistiendo con ellos a los oficios y celebraciones parroquiales.

También existe un tercero que trataría del “turismo religioso”, de dejar tu parroquia por ir a ver cómo se celebra en otros lugares que lo hacen con más “vistosidad”. Esto, que podría ser comprensible como algo ocasional, celebro siempre la Semana Santa en mi parroquia, pero esta vez me apetece ir a ver la de Toledo que me atrae por su imaginería, sería triste si se convirtiese en algo habitual, ya que demostraría que lo importante es el aspecto externo o estético que la vivencia religiosa propiamente.

semana santa playa

Quizá en el fondo lo que subyace es la idea de parroquia. Según el Concilio Vaticano II la parroquia es ante todo una comunidad de fieles. (Sacrosantum Concilium 42). Generalmente está asociada a un lugar geográfico, pero más allá de eso es el “lugar” concreto en el que cada uno vive su fe, de manera que resulta común que alguien mantenga su vinculación con su parroquia “de toda la vida” aunque se mude a otro barrio, por ejemplo.

Dos conceptos en torno a la parroquia nos podrían resultar erróneos. Uno el asociarla al templo y entenderla en un sentido “burocrático” como la dependencia en la que se administran sacramentos de la misma manera que en la delegación de hacienda se gestionan los pagos de impuestos. Daría por tanto lo mismo hacer la “gestión” al lado de tu casa que al lado del apartamento en la playa.

Otro entender la parroquia como un bloque monolítico en el que todos los feligreses hacen lo mismo y acuden a la misma celebración de la Eucaristía en lugar de concebirla como una comunidad de comunidades, por lo que hacer lo mismo que el resto en una masa anónima daría igual fuese cual fuese esa masa, la de tu barrio o la que está más cerca del chalet de la montaña.

Como dice monseñor Berzosa, obispo de Ciudad Rodrigo, frente a un modelo de parroquia preconciliar en la que “lo que importaba era el número, la masa y no la comunidad, donde los laicos eran sujetos pasivos” la parroquia de hoy debe ser “una comunidad de comunidades, donde coexisten grupos diversos con sus carismas” y dónde se deben desarrollar las “cuatro dimensiones de la Iglesia particular: comunión, celebración, catequética y misión”.

A un servidor, que vivo mi fe en una comunidad neocatecumenal, me preguntaba un amigo sacerdote por qué los “kikos” no celebrábamos la misa “en la parroquia” tal como convocaba el párroco. Detrás de la pregunta subsistía todavía ese concepto monolítico preconciliar.

– Por supuesto que celebramos la Eucaristía en la parroquia y con el párroco- cuando le contesté cayó en la cuenta que había hecho otra vez la misma identificación de parroquia-templo, parroquia-misa de 12, como si celebrar la Eucaristía en pequeñas comunidades fuese “menos parroquia” que hacerlo en una asamblea grande dónde la mayoría de gente te es desconocida.

Por eso es una bendición que en una parroquia puedan existir grupos diversos con sus carismas, es una muestra de la diversidad en la unidad de la Iglesia católica, y en la que se puedan distinguir cuales son las realidades pastorales para la formación cristiana y cuales los servicios de caridad y cuales los de misión y catequesis, de manera que uno puede formarse y vivir la fe en los primeros y a partir de ahí realizar un servicio según sus propias cualidades o disposición en los segundos. Es más, podríamos decir que un grupo de fe es «más parroquia» cuanto más nutren sus miembros los servicios que esta presta.

Ahora bien, frente a la diversidad de funcionamiento sí que existen determinados momentos en que es bueno y hasta necesario que se visibilice la unidad, en la que aparezca la “parroquia al completo” y en los que las distintas realidades parroquiales celebren unidas, junto con los que asisten también durante el año a horas diferentes a las diversas celebraciones de la Santa Misa dominical. Es evidente que tiene que ser en las fechas señaladas como grandes en el calendario parroquial, la del día del titular de la parroquia, cada una el suyo, y el de la Navidad y la Semana Santa, junto con toda la Iglesia Universal.

Y es deseable por tanto que para cada uno de ellos no sea lo mismo celebrar la Pascua con el resto de miembros de la comunidad parroquial que no hacerlo, vivir la Semana Santa con aquellos con los que compartes la parroquia que con unos turistas de vacaciones en chancletas, hacerlo presidido con los sacerdotes que tienes todo el año a tu servicio que hacerlo con otros desconocidos, compartir los días grandes del cristiano con tus hermanos de comunidad y grupo de fe y junto con ellos con el resto de comunidades y grupos de fe de tu parroquia que irte a un lugar dónde no conoces a nadie…

Y es deseable que se manifieste el pueblo de Dios en su totalidad, niños, jóvenes, adultos y viejos, las familias de la parroquia, los religiosos y religiosas… unidos en la diversidad.

Y además es deseable hacerlo sin prisas, sin mirar el reloj, de la forma más solemne posible, que no significa hacerlo de manera ostentosa (aunque ese sería otro tema). ¿Por qué hacer el Vía Crucis por el interior del templo pudiendo hacerlo con el Cristo en procesión por el barrio? ¿Por qué convertir la procesión del Domingo de Ramos en un entrar desde la puerta en lugar de marchar con las palmas y los ramos haciendo visible la presencia del pueblo que sigue a Cristo a todos los vecinos? ¿Por qué ir racaneando la Vigilia Pascual quitando lecturas o convirtiéndola en una misa vespertina en lugar de celebrar una auténtica vigilia nocturna? ¿Por qué terminar “con un chocolatito y unas pastas” pudiéndote ir a cenar cordero conforme a la tradición?. Y si a alguien no le gusta o no puede o tiene prisa, siempre encontrará la manera de asistir a una misa de 30 minutos, seguro.

¿Convivencias de jóvenes? ¿Celebraciones particulares? ¿Reuniones de grupos?… ya habrá tiempo en todo el año para poder realizarlas.

A vueltas con el ecumenismo


Nota previa: Me pide Gerardo Cabán, de Puerto Rico, que escriba sobre el ecumenismo, que según ha visto es un término que produce mucha confusión. No sé si lograré disminuirla pues, tarea difícil, pero al menos espero no aumentarla. Es un término delicado ya que no existe por parte del Magisterio una instrucción clara a modo de una fórmula matemática tipo 2+2=4, por eso es probable que en este artículo, aunque procure ser fiel al Magisterio, haya cosas que sean opiniones personales y por tanto pueden ser compartidas o no, e incluso es posible que cometa algún error, por lo que pido que si alguien descubre alguno obre de misericordia conmigo y me corrija. De todas formas ante la duda remítanse todos al Decreto Unitatis Redintegratio, del Concilio Vaticano II, que recoge la postura oficial de la Iglesia Católica al respecto.

Jesucristo expresó en una “oración pública” el deseo de que todos sus discípulos “fuesen uno” como Él y el Padre eran uno “para que el mundo crea que Tú me enviaste” .(Jn 17,21). Ciertamente cuando Jesús pronunció estas palabras no se refería a la llamada a la unidad entre las distintas confesiones cristianas, entre otras cosas porque no las había, sino a la unidad personal. Pero aún así este mismo deseo, casi diríamos este mismo mandato, podría aplicarse a la hora del ecumenismo que según la simple definición del diccionario es la “tendencia o movimiento que intenta la restauración de la unidad entre todas las iglesias cristianas”.

Tengamos en cuenta que si Cristo es uno, una es su predicación, una es la Iglesia que fundó y hoy tenemos 400.000 “iglesias” cristianas es que algo hemos hecho mal todos, ojo, todos. Y además, volviendo a la cita de Juan, la falta de unidad entre los cristianos es un escándalo para el resto de los hombres: “Cómo voy a creer en Jesucristo si lo que dices tú que eres cristiano es distinto a lo que dice el otro que también lo es”. La unidad vuelve a ser necesaria “para que el mundo crea”.

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El hecho además resulta aún más escandaloso si cabe cuando por historia vemos que los cismas en su origen (el ortodoxo, el luterano, el anglicano…) fueron debidos más a motivos personales e intereses políticos, aunque luego se les “revistió” de cuestiones teológicas y doctrinales. (Ver los artículos “¿Pero cuál de las iglesias cristianas es la verdadera?” I y II)

Ahora bien ¿en qué consiste esta unidad? ¿cómo debiéramos lograrla?. Es evidente por un lado que los católicos anhelamos el regreso de los “hermanos que se fueron” a nuestra propia casa que es también la suya y, como dice la Unitatis Redintegratio, que “todos los cristianos se congreguen en una única celebración de la Eucaristía, en orden a la unidad de la una y única Iglesia, a la unidad que Cristo dio a su Iglesia desde un principio, y que creemos subsiste indefectible en la Iglesia católica de los siglos”. Los hermanos “separados” serían así, como dijo hace poco un lector de este blog de forma muy hermosa, hermanos “esperados”.

Pero en las actuales circunstancias no parece factible a corto o medio plazo, aunque podemos apuntar algunas cosas, como que cada día son más las conversiones de personas de congregaciones protestantes al catolicismo, o como “creaciones” como el Ordinariato para la conversión de los anglicanos al catolicismo han tenido mucho “éxito”. Pero a fin de cuentas el ecumenismo no es esto, o al menos no es esto solamente, sino que se trataría de ir recuperando la unidad partiendo de lo que ya nos une, que siempre será más que lo que nos separa, en principio nada más y nada menos que el reconocimiento de Dios como Padre y Creador, de Jesucristo como Señor y Salvador y la fuerza y la acción del Espíritu Santo.

Hemos de recordar que muchos de los que participan en otras congregaciones están “constituidos en alguna comunión, aunque no sea perfecta, con la Iglesia católica” y “son reconocidos como hermanos en el Señor por los hijos de la Iglesia Católica”. (U.R. 3) y también reconoce que “los hermanos separados practican no pocos actos de culto de la religión cristiana, los cuales… pueden, sin duda alguna, producir la vida de la gracia, y hay que confesar que son aptos para dejar abierto el acceso a la comunión de la salvación”. Es decir, aunque la plenitud reside en la Iglesia que Cristo mismo fundó, también hay partes de sus elementos, podríamos hablar de la oración, de la lectura de la Palabra, de las obras de misericordia, de pedir perdón por los pecados, etc, que están presentes en otras confesiones.

La Unitatis Redintegratio marca para los católicos un camino de varios pasos (que pueden igualmente seguir los cristianos de otras confesiones por su parte):

.-El primero evitar términos y juicios erróneos sobre los hermanos separados. Yo diría aquí “nada de hacer películas de buenos y malos” mejor de “hermanos que se quieren aunque tengan sus riñas”, ja, ja, ja.

.-El segundo que “peritos y técnicos” de las distintas confesiones establezcan un diálogo consistente en la exposición clara de su doctrina a los demás para que todos tengan un conocimiento auténtico del otro. Este concepto es muy claro, y aunque nos puede sonar algo “clasista” por ser reservado a los entendidos, hemos de comprender que la delicadeza de la cuestión impide que pueda ser tratado por cualquiera. ¡Cuantos errores habremos cometido por esto mismo!. ¡cuántas confrontaciones son debidas realmente al desconocimiento y no a una causa cierta!.

Como dijo el Venerable Fulton Shenn, obispo católico estadounidense del siglo XX y cuyas palabras hizo suyas también San Juan Pablo II, “No hay más de 100 personas en el mundo que verdaderamente odien a la Iglesia Católica, pero sí hay millones que odian lo que ellos creen que es la Iglesia Católica”.

.-El tercer lugar sería la colaboración en el bien común (podríamos hablar aquí de obras de caridad, de la lucha contra el aborto…) e incluso la oración común. Son ya muchas las experiencias ecuménicas como la comunidad de Taizé, lapredicación del Papa Francisco en un templo protestante, los encuentros de oración en Asís de San Juan Pablo II y Benedicto XVI o la Semana de Oración para la Unidad de los Cristianos que celebran conjuntamente católicos, anglicanos, ortodoxos y algunas congregaciones protestantes. Por cierto, aunque desde hace mucho tiempo esta semana (o esta “octava”) está impulsada por la Iglesia Católica, en su origen fue una iniciativa de un pastor episcopaliano de Estados Unidos

¿Conducirán estos pasos a la unidad de los cristianos en una sola Iglesia? Sólo Dios lo sabe.

Ahora bien, si nos es difícil definir con claridad qué es el ecumenismo, nos es más fácil, al menos en principio, afirmar qué NO es el ecumenismo y evitar así el peligro de lo que algunos definen como un “falso ecumenismo”, a saber:

El ecumenismo no es un “relativismo cristiano”. No podemos decir que da igual ser de una confesión cristiana que de otra. Para empezar hay que examinar muchas congregaciones que se dicen cristianas y cuyo credo es difícilmente compatible con el evangelio o incluso son tapaderas de simples sectas o burdos negocios. Para los católicos además no es ni puede ser lo mismo participar de los sacramentos que no participar, en especial de la Eucaristía o la Penitencia, tener a María como madre que no tenerla, beneficiarnos del servicio de los sacerdotes consagrados que no hacerlo…

El ecumenismo no supone renunciar a tu propio credo aceptando el de otro, sino buscar que hay de común entre mi credo y el del hermano separado. Hace poco oí a un profesor universitario, muy docto en su materia pero no precisamente en esta, que “a ver si ahora con lo del ecumenismo vamos a pensar como los calvinistas que los ricos van al cielo y los pobres no porque la bendición de Dios se manifiesta en la prosperidad material”. Esto no es el ecumenismo, por supuesto.

El ecumenismo no supone introducir en la liturgia católica elementos ajenos a ella. Se pueden hacer celebraciones ecuménicas entre cristianos de distintas confesiones en torno a la palabra, la oración o la música, pero eso no significa introducir cantos protestantes en la Eucaristía o ritos de otras celebraciones ajenos a las rúbricas, por ejemplo, de la misma manera que sería un absurdo que los protestantes se pusieran a “representar” una celebración de la Eucaristía cuando niegan la presencia real de Cristo en la misma.

La participación en el ecumenismo para los católicos se hará por tanto, y así lo recuerda la U.R también, desde la afirmación y el conocimiento claro de la propia fe en lugar de la relativización de la misma o la renuncia a alguno de sus postulados.

Para ello es necesario un proceso de conversión y de conocimiento de la propia fe católica que permita por una lado exponerla y por otro reconocer no sólo las diferencias con el credo de los hermanos separadas sino también, y esto es muy importante, reconocer “que todo lo que obra el Espíritu Santo en los corazones de los hermanos separados puede conducir también a nuestra edificación” ya que “lo que de verdad es cristiano no puede oponerse en forma alguna a los auténticos bienes de la fe, antes al contrario, siempre puede hacer que se alcance más perfectamente el misterio mismo de Cristo y de la Iglesia”. (U.R)

Sé que este camino es difícil, que a muchos católicos les es difícil de entender en algunos aspectos y que son también muchos los protestantes que se niegan a ello e incluso utilizan el término “ecuménico” como insulto, como sinónimo de “traidor” o “vendido”.

Algunos de ellos están sufriendo de manera indecible por los ataques de sus propios correligionarios como el reciente casos de Alex Campos, músico protestante que participó en un concierto con músicos católicos en el Vaticano y que tuvo que hacer unas declaraciones a mi juicio desafortunadas ante tanto ataque. O el caso de Jesús Adrián Romero, también músico y predicador protestante, al que le han dicho las barbaridades más horribles porque se atrevió a decir públicamente que “los católicos no son idólatras” (crítica sostenida por muchos de ellos hasta la obcecación) o que “la Biblia no prohíbe las imágenes en sí” (afirmación que para muchos de ellos es un auténtico dogma de fe) “sino solo la idolatría”, de tal forma que se ha tenido que “retirar” de las redes sociales porque el acoso era insufrible.

Sea como sea, ya que todos los cristianos, seamos católicos, ortodoxos, anglicanos o protestantes, tenemos la intención de vivir conforme a la enseñanza de Cristo, buscar la unidad ente todos nosotros no será solamente un deseo o un proyecto bonito, sino también un mandato claro y directo de parte del Señor. Que así sea y que Dios nos bendiga a todos.

Querido Alex Campos: yo te perdono


Querido Alex Campos: En primer lugar decirte que te llamo querido de forma fraternal, dirigiéndome a alguien que reconoce a Dios como Padre y creador, a Jesucristo como Salvador y la acción del Espíritu Santo, aunque en este caso no profeses mi misma religión católica (universal) y seas protestante.

Te aclaro esto porque he de reconocer que no sé quien eres, es decir, no te conozco de nada y nunca he escuchado ninguna de tus canciones, no porque tenga nada en contra, sino porque hay mucha y muy buena música católica y simplemente no suelo escuchar canciones de los hermanos separados, salvo algunos pocos a los que conozco personalmente.

Sé que hace poco fuiste invitado a un concierto de música en el Vaticano junto a cantantes de música católica como Kiki Troia, Martín Valverde, Daniel Poli… y otros de música secular. Sé que muchos de “los tuyos” te han atacado y ofendido gravemente acusándote de traidor por «servir a la iglesia ramera» y ser “ecuménico”. Pongo esta palabra entre comillas porque ecuménico significa que busca la unidad entre todos los cristianos, que no es otra cosa que un mandamiento de Jesucristo, por lo que me resulta triste que algunos de “los tuyos” lo usen como insulto. Supongo que todo eso te habrá dolido profundamente y siendo consecuencia de haber aceptado una invitación para venir a mi casa te lo agradezco sinceramente, ya que supongo también que no te habrá causado sorpresa.

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Recuerdo además haber leído unas declaraciones de Jesús Adrián Romero (a este sí que lo escuché una vez hace tiempo), correligionario tuyo, defendiéndote. Imagino que además él lo estará pasando incluso mucho peor que tú, puesto que no es que haya aceptado una invitación de la Iglesia católica como en tu caso, sino que se ha atrevido a declarar, siendo protestante, que los católicos no son idólatras y que la Biblia no prohíbe las imágenes. Ya sabrás que muchos de “los tuyos” le han dicho de todo menos guapo.

Pero ahora has vuelto a salir en los medios por unas declaraciones en televisión en lo que muchos católicos han considerado una ofensa hacia ellos o como mínimo una falta de educación hacia alguien que con cariño te ha invitado a su propio hogar. Tengo que decirte que por mi parte te perdono, no sé si tus declaraciones han sido fruto del desconocimiento, de un intento de congraciarte con “los tuyos” o, Dios no lo quiera, de un miedo a perder fama o dinero. Pero lejos de mi ánimo juzgarte ya que por un lado no puedo conocer tu pensamiento ni tu intención (tampoco lo pretendo) y porque la Iglesia me ha enseñado de hace mucho tiempo a valorar y juzgar los hechos, nunca a las personas y sólo Dios sabe lo que hay en tu corazón. Pero si me permites, y tomando como hipótesis que hayas hablado desde el desconocimiento, te escribo unas líneas para aclararte. Si te sirve, o le sirve a alguien más, bendito sea Dios, si no habré perdido media hora de mi vida escribiendo estas líneas que tampoco es gran cosa.

Dices que el concierto te pareció un témpano de hielo, que allí simplemente había canciones y la gente aplaudía, tan solo alguno levantaba las manos pero nadie adoraba a Dios. He de reconocer que esta frase me hace mucha gracia, aunque entiendo que en tu desconocimiento pudieses tener esta visión. Te aclaro, los protestantes, que no tenéis sacerdotes y vuestras congregaciones no emanan de la sucesión apostólica, no tenéis por tanto liturgia ni sacramentos, sólo tenéis palabra y música, que está muy bien, pero que para un católico resulta insuficiente. Es posible que desde esa óptica tú analizases comparando el concierto con alguno específicamente protestante o con alguna celebración de tu congregación.

Verás, para un católico un concierto de música cristiana es algo bonito, inspirador, motivador… es algo que puede nutrirte o ayudarte a entrar en oración, pero no deja de ser un concierto. ¿Por qué? Pues porque la celebración por antonomasia de los católicos es la Misa, la Eucaristía, en la que se da la presencia real de Cristo en pan y vino, en la que aparece Gloria del propio creador, no sólo gloria de criatura. Sé que esto es algo que no has descubierto, no sé si Dios te lo permitirá descubrir algún día, pero para que lo entiendas, ni mil conciertos como el que diste en el Vaticano, ni mil prédicas del pastor más inspirado y vestido con el traje de alta costura más caro, vale lo que una sola misa por más austera que sea o se celebre en el rincón más perdido del planeta. Por eso el católico que asiste a un concierto lo hace con ánimo de vivir una experiencia enriquecedora, pero no lo hace con la misma intención con la que acude a un sacramento. Si lo que esperabas es ver gente gritando “amén”, “aleluya” o levantándose con gesto de tener un cólico al riñón ciertamente ibas muy despistado. (Te recomiendo este video hecho por jóvenes que al igual que tú son protestantes).

Dices también que cuando el Papa se acercó a saludaros y agradecer vuestra presencia te pareció un gesto de cortesía y que apreciaste en los católicos una emoción distinta a la tuya a la hora de saludarle y pedir que les bendijera, aunque tampoco te llamó mucho la atención pues era una reacción muy similar a la “idolatría” en la que a veces caéis algunos protestantes a la hora de saludar a alguno de vuestros líderes. Esta también es graciosa, otra vez más por desconocimiento supongo. Por un lado tenéis tan confuso el término de idolatría que la emoción de estar ante una persona a la que admiras la llegas a calificar así… bueno, es una simple cuestión ya no de fe ni doctrina, sino de simple diccionario. Pero por otro lado es muy graciosa la comparación “con alguno de vuestros líderes”.

Te explico, la emoción que siente una católico ante el Papa no es por la persona, no es por lo bien que habla, que canta o por los maravillosos trajes de diseño que viste, es por estar en presencia del sucesor de Pedro, de saber que desde que Jesucristo puso al apóstol al frente de su Iglesia la sucesión ha continuado de forma ininterrumpida hasta la persona que está junto a ellos, se llame como se llame, sea argentino o zimbauense, incluso te caiga mejor o peor. Nada que ver por tanto con afinidades o admiraciones meramente personales ni mucho menos con la idolatría.

Y la otra cosa que has afirmado, esa probablemente más ofensiva, es que viste entre los católicos que se hablaba mucho de Dios pero que realmente no conocían a Dios. Esta te confieso que me ha dado pena. Supongo que para ti «los que hablan de Dios pero no conocen a Dios» significa que tienen un conocimiento de Dios distinto al tuyo… lástima. Yo podría decir, como mucho, que tú como protestante tienes un conocimiento parcial de Dios, que hay cosas de Dios que desconoces porque nadie te las haya contado o porque te las hayan contado de forma errónea… pero afirmar que no conoces a Dios creo me pondría en una situación de prepotencia. ¿a quién rezas y sobre quién cantas entonces?

Bueno, sobre las aclaraciones poco más, quede sobre todo mi agradecimiento por la invitación y lo dicho, las disculpas sobre lo que declaraste posteriormente. Es mucho más lo que agradecerte que lo que disculparte. Te invito realmente a que sigas siendo ecuménico, por mucho que a algunos de “los tuyos” le resulte ofensivo, esto es, a buscar lo que nos une a todos los cristianos en vez de lo que nos separa.

Dios te bendiga.

AVISO A LOS QUE QUIERAN HACER UN COMENTARIO: LA INTENCIÓN DE ESTE ARTÍCULO NO ES OTRA QUE LA DE ACLARAR DESDE LA FE CATÓLICA LOS COMENTARIOS VERTIDOS POR UNA PERSONA PROTESTANTE QUE PROBABLEMENTE SEAN FRUTO DEL DESCONOCIMIENTO Y BUSCAR SOBRE TODO LO QUE NOS UNE A TODOS LOS QUE SEGUIMOS A CRISTO EN LUGAR DE LO QUE NOS SEPARA. CUALQUIER COMENTARIO TENDENTE A CREAR ENFRENTAMIENTO SERÁ EDITADO O ELIMINADO. GRACIAS

El hábito no hace al monje, pero lo distingue


Hace poco lancé a las redes sociales una propuesta a debatir sobre la conveniencia y/o utilidad de que los sacerdotes y religiosos se distingan por su forma de vestir, con el hábito propio de la orden, la sotana, el clériman (o clergyman) o una simple camisa con alzacuellos aunque sea con vaqueros y zapatillas deportivas.

Me preguntaba si el hecho de llevarlos de forma habitual era de cara a alguien (para Dios, para sí mismo, para los demás) o si debiera ser conveniente cuando se dirigiese a su parroquia o quehaceres pastorales pero que fuese de particular si el sacerdote iba al supermercado o al cine.

Personalmente diré que soy partidario de que lo lleven de forma permanente, aunque igualmente soy partidario de que se haga de forma libre por convicción o siguiendo un consejo o recomendación que por una ley, pero bueno, doctores tiene la Iglesia. Tampoco soy partidario de las órdenes o asociaciones que visten de clériman aunque sólo seas seminarista o hermano lego (¿se dice así?) y si me apuras con cierto reparo a los diáconos… doctores tiene la Iglesia.

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Cuento muchas veces una anécdota al respecto. Un sacerdote religioso amigo mio en la JM J de Madrid 2011 caminaba por la calle vestido de particular con un grupo de jóvenes (es de los que nunca viste de clériman ni de hábito) y de frente venía un joven con su traje y alzacuellos. En eso se le acercó una chica y le pidió que le confesara a lo que el otro respondió que no podía hacerlo, que no era sacerdote. Esto es, la joven que buscaba un cura vio a uno vestido de forma que creyó que lo era pero no, y tampoco pudo pedirle confesión a mi amigo que sí que era sacerdote pues no iba distinguido como tal.

Otra anécdota que aportó una de las intervinientes también me gustó mucho: Un sacerdote iba de viaje en autobús vestido de clériman, su compañera de asiento le miraba mucho y en cierto momento le dijo -Padre, ¿a usted le importaría que habláramos y me confesara?, porque llevo tiempo que no lo hago y no sé si este viaje y sentarme a su lado es un aviso de Dios- y él la ayudó y se convenció de que si hubiera ido de particular esa persona hubiera hecho una locura y Dios lo impidió y desde entonces no ha vuelto a vestirse sin el clériman, pues eso le demostró que era la forma de identificarlo como sacerdote y que eso para él es un orgullo, aunque a veces le hayan hecho burlas por ello”

La propuesta generó varias opiniones en todos los sentidos, que me gustaría reflejar aquí, así como mis reflexiones al respecto:

.- Conozco excelentes y entregados sacerdotes que no llevan clériman. Personalmente no le veo importancia, lo importante va bajo la piel.

Este comentario y otros similares me resultan chocantes. De hecho en ningún momento planteé si es más importante para un sacerdote un comportamiento correcto o una vestimenta determinada, porque me pareció obvio, planteé la conveniencia de la vestimenta, pero parece que que siempre nos sale la vena “maniquea” de “lo importante es que sean buenos, lo demás da igual”. Irónicamente me saldría preguntar ¿Y qué pasa, que los sacerdotes excelentes dejarán de serlo y se convertirán en pésimos si se ponen alzacuellos? ¿Lo importante debe ser el interior sólo para los sacerdotes? ¿Acaso el interior no debe ser importante también para el resto de fieles o incluso para el resto de la humanidad aunque sean ateos o de otras religiones?

.- Deben vestir como tales porque es su obligación. Porque se debe distinguir en todo momento quien es y para quien trabaja. Yo lamento los que no lo usan. Hay demasiados religiosos/as que se visten como todo el mundo y es una pena.

Desconozco si esto es así, ciertamente la Congregación para el Clero así lo indica (246 y 247 del directorio para los presbíteros) aunque no sé si esto es de obligado cumplimiento o si deberá ser el obispo del lugar el que determine las normas concretas al respecto.

.- “Sea vuestro uniforme la compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia” (Col 3,12)

Esta cita de san Pablo me entristeció mucho puesto que la anotaba un sacerdote. Me explico, San Pablo no está hablando a los consagrados, sino a todos los fieles cristianos, por lo que identificar lo que es una recomendación para toda la Iglesia como si fuera una instrucción para una mínima parte de ella me pareció una muestra del clericalismo que tanto combate el Papa Francisco. La Iglesia somos todos los bautizados, no sólo los curas, leches.

.- Pues nada, bomberos, policías, enfermeros, médicos, cuando vayan al cine, o al teatro, o a misa, no se quiten el uniforme, puede que alguien que les necesite les reconozca por sus vestimentas y así pueda pedirles ayuda.

Esta observación me gustó mucho por lo original y divertida, aunque naturalmente había que advertir dos importantísimas diferencias con respecto a los consagrados. Por un lado estos profesionales siempre llevan su uniforme cuando están de trabajo, no es algo que decide cada uno, un bombero no decide si lleva uniforme o va de particular cuando tiene que apagar un fuego. Por otro lado son profesiones que están sujetas a un horario laboral, a diferencia de los curas que son, por su propia vocación, servidores a tiempo total.

.- Dime en la Palabra de Dios dónde justifica el traje que hay que llevar, porque humanamente todo es opinable. Que cada uno vista como quiera, pues el hábito no hace al monje. Recordemos las palabras de Filipenses 2, 7-8: .. Cristo… pasando por uno de tantos y actuando como un hombre cualquiera…

Esta frase también la dijo un sacerdote. Me extrañó el argumento, ya que lo de “¿Dónde pone eso en la Biblia?” es más propio de los hermanos separados que de los católicos. También pensar que la Biblia pueda dar instrucciones de cómo debieran vestir los consagrados a un servicio que prácticamente no existía aún no tenía ningún sentido, pero por seguir el argumento bíblico las Sagradas Escrituras sí que hablan de la obediencia y de someterse a la guía de los superiores y las instrucciones al respecto son claras (repito, desconozco con que nivel impositivo, pero personalmente no es lo que me preocupa)… pero bueno, allá cada uno. Lo de la referencia a Cristo para extraer conclusiones particulares y exclusivas con respecto al clero me vuelve a chirriar.

.- Si la vestimenta es lo de menos, espero que si alguna vez el que piensa así tiene que ir a una entrevista de trabajo, lo haga disfrazada de Pokemon.

Divertida y simpática la frase y creo que suficientemente oportuna para la idea que defiende.

.- «El hábito no hace al monje» y lo importante para ser bien cura está en el interior», ok. Pero eso no significa que las realidades internas no deban estar acompañadas de signos externos adecuados. Somos animales rituales, simbólicos: a toda realidad, por profunda que sea, le colocamos un signo externo. Es más, cuanto mas profunda es una realidad, más rígido y profuso es el símbolo usado. En ese sentido, el cura que viste con el traje eclesiástico al que le obliga el Derecho (porque es obligatorio), exterioriza una realidad interna muy rica. El que no lo hace, rompe con una tendencia natural al hombre como es simbolizar las realidades internas con un símbolo externo. Por buen cura que sea (nota: ¿por «buen cura» que entendemos?). Es como para darle vueltas.

Interesante reflexión de un estudiante laico de teología.

Bueno, supongo que opiniones habrá para todos los gustos. Curiosamente no salió ninguna al respecto de la importancia del traje eclesiástico para el propio sacerdote, como arma ante sus propias debilidades, recuerdo permanente de su propia misión o ayuda para no cometer escándalo, por ejemplo, y ese también sería un tema interesante… quizá en otro momento.

Yo soy excluyente, la Iglesia es excluyente, Jesucristo es excluyente.


Vengo oyendo en los últimos tiempos un soniquete que no por repetido deja de chirriarme en los oídos por lo que tiene de falso y también por lo que esconde detrás: «La Iglesia debe acoger a todos, no puede ser excluyente, como Jesucristo que acogía a todos y no excluía a nadie». Esta frase no deja de ser una falacia (argumento falso con apariencia de verdad) porque tras lo que aparentemente es un mensaje de amor y caridad se esconde un relativismo brutal y basado en una falsedad.

Veamos, la exclusión es algo natural a la vida de todo ser humano, tanto a nivel personal como institucional, puesto que normalmente no es el resultante de una conducta discriminatoria ni nada parecido, sino de la propia elección o del cumplimiento de unos requisitos previos. Si yo tengo un grupo de amigos, están excluidos del mismo la práctica totalidad de la humanidad. Si el Colegio de Médicos de Navarra exige a sus miembros residir en la región y haber estudiado medicina, sucede otro tanto. Mi mujer al casarse conmigo (bendita sea) excluyó a cerca de 4000 millones de varones de gozar de su lecho.

Así lo mismo sucedía con Jesucristo. Eran muchos sus discípulos, en ocasiones se contabilizaron miles siguiéndole, pero a la hora de mandarlos en misión sólo escogió a 72, excluyendo al resto. Menos numeroso era el grupo de sus apóstoles, tan sólo una docena y de entre estos cuando requería de algún momento de mayor intimidad apartaba únicamente a tres (Pedro, Juan y Santiago) excluyendo a los demás.

Lo mismo ocurría con los criterios, su mensaje estaba abierto a todo el mundo, pero sus condiciones eran claras, no se imponía, pero daba a elegir, de manera que era la otra persona la que decidía si quedaba excluido o no. Cuando se acerca a la orilla del mar de Galilea y llama a sus primeros apóstoles les dice “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres” no les dice “tengo un proyecto y cuento con vosotros, decidme hasta que punto os interesa y el tiempo que le podríais dedicar”. Cuando se acerca el joven rico que ya cumplía unos requisitos francamente notables, era cumplidor de los mandamientos desde la infancia, le dice que para seguirle debe antes vender sus bienes y dárselos a los pobres… ¿acaso diríamos que le excluye en caso de haberse ido con Él sin hacerlo?, pues perfectamente. Incluso en ocasiones sus exigencias son “irracionales” como al discípulo que le dice que le siga sin esperar siquiera a enterrar a su padre recién fallecido (Mt 8,21).

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Es cierto que Jesús comía con publicanos y pecadores y no rehuía la compañía de prostitutas, pero con eso no validaba su conducta, todo lo contrario. Si lo hacía era precisamente para mostrarles su amor y su perdón y llamarlos a la conversión, no para dar por buena una conducta ilícita. En ocasiones no lo expresa directamente, cuando se autoinvita (perdón por la palabra) a casa de Zaqueo no le dice que cambie de vida, pero es él mismo el que al sentirse amado se convierte. En otras lo hace con rotundidad, así a la mujer adúltera a la que le llevan con el pretexto de lapidarla no la condena (en el famoso “el que esté libre de pecado…”) pero le ordena que se vaya “y no peque más” no le dice “da igual que le pongas los cuernos a tu marido, tú misma”. En otras lo hace desde la acogida en silencio, como cuando se deja lavar los pies por la prostituta y tan sólo cuando es acusado por ello perdona sus pecados, no le dice “gracias por el servicio de pedicura, ahora vuelve al trabajo que tienes clientes esperándote en el burdel”.

Con la Iglesia debe suceder otro tanto. Hay una frase que me gusta repetir que dice que “La Iglesia es para todos pero no es de todos”. Sé que suena a despotismo ilustrado del XVIII, así que me explicaré. Un budista puede inscribir a sus hijos en un colegio católico si lo desea, pero no puede pedir que pongan una estatua de Buda en una capilla del templo pues es un elemento ajeno al cristianismo. Un musulmán puede recibir ayuda de Cáritas si lo necesita, pero no puede casarse por la Iglesia con sus tres mujeres. El propietario de una clínica abortiva podrá ir a misa si lo desea, pero no podrá comulgar pues su conducta lo excluye de la comunión con Dios y con la Iglesia…

Pues a pesar de que ello resulta obvio, hay algunos que abogan por una “Iglesia sin exclusiones” y en la práctica lo que están pidiendo es que cualquier persona por el mero hecho de desearlo sea admitido en la plena comunión con la Iglesia con independencia de su creencia, su forma de vida o su conducta moral. “Tomar la comunión”, máximo exponente de la comunión eclesial, no debería tener ningún tipo de condiciones, como mucho que la persona tenga una buena conducta (volvemos al maniqueísmo) sin importar si vive amancebada, si no cree en la virginidad de María, si está divorciada y vuelta a casar, si sólo “se confiesa con Dios” y rehuye del sacramento de la reconciliación, si acaba de abortar, si consume anticonceptivos, si practica el “adulterio consentido”, si tiene relaciones sexuales con personas de su mismo sexo, si cree en la reencarnación o si es cliente de prostíbulos… por poner ejemplos. Según estas personas todo es “cuestión de conciencia” y cómo esta es algo que pertenece a la intimidad de la persona “no puede entrar nadie”, ni otros, ni los curas, ni el Papa ni Dios mismo.

Naturalmente, tras este “buenismo” (perdón) maniqueo lo que se manifiesta no es el cristianismo, sino el relativismo moral. Da igual lo que pienses, da igual lo que creas, da igual cómo vivas, mientras seas una “buena persona” y no “hagas daño a los demás” la Iglesia es tu sitio. Así nos cargamos naturalmente los más de 2000 años de historia de la Iglesia, el mensaje de Jesucristo y la Biblia en general.

Nadie está obligado a pertenecer a la Iglesia, nadie puede imponer su fe a nadie… pero de igual manera nadie puede pretender que ésta renuncie a su propio ser y a su propio credo porque a mí no me acomode. Si todo es Iglesia, nada es Iglesia. Y si la Iglesia no es nada, para nada sirve.

La Iglesia es para todos, para todos aquellos que quieran conocer el mensaje de Jesucristo, para todos aquellos que quieran vivir de una forma concreta siguiendo su palabra, para todos aquellos que quieran ser instruidos y compartir la doctrina y la fe de los miles de santos que nos precedieron, para todos aquellos que deseen participar de los sacramentos con todos los requisitos que conllevan, para todos aquellos que quieran ser perdonados de sus pecados y convertirse a una vida nueva en lugar de recrearse en ellos, para todos aquellos que quieran reconocer su debilidad y encontrarse con Dios padre de amor… cada uno a su ritmo, sin violencias ni empujones pero en un camino claro sin atajos… y el que no quiera, nadie le obliga.

Tal como Jesús explica, Dios como Padre amoroso del hijo pródigo permite que éste en su libertad se vaya de su casa y sale todos los días a la puerta esperando que regrese para darle su perdón y celebrar una gran fiesta, no para que se traiga las putas y los cerdos. ¿A quién excluye eso? Evidentemente a aquellos que de forma consciente y voluntaria no desean ni ese credo ni esa forma de vida, a aquellos que prefieren seguir malgastándola en lugar de vivir con el Padre en su casa. Y si eso nos convierte en excluyentes a mi, a la Iglesia y a Jesucristo mismo será que yo mismo, la Iglesia y Jesucristo somos excluyentes… qué le vamos a hacer.

Maniqueísmo entre cristianos


El maniqueísmo es una religión fundada por un persa llamado Mani en el Siglo III, que se autodenominó a sí mismo como el profeta definitivo. Básicamente es una religión dualista, cree en la oposición de dos fuerzas, el bien y el mal, las luz y las tinieblas, el espíritu (bueno) contra el cuerpo (malo).

En el cristianismo es muy conocido porque uno de los más grandes doctores de la Iglesia, San Agustín, padre de la Teología, fue maniqueo antes de su conversión al cristianismo. Su madre, Santa Mónica, tuvo que llorar muchas lágrimas por la conversión de su hijo.

Naturalmente el cristianismo condena el maniqueísmo, ya que las fuerzas del bien y el mal tienen para ellos un mismo nivel, frente a la existencia del Dios único que profesa la Iglesia, además de afirmar la existencia de la reencarnación.

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Sin embargo de manera muy sutil, una idea que podríamos decir que proviene del maniqueísmo, de que lo importante es ser bueno y no malo y que para ello da igual realmente en lo que creas, se ha ido colando entre muchos católicos, creando en ocasiones gran confusión y dolor entre lo fieles (algunos lo denominan «buenismo»).

Hace poco comentaba a dos amigos sacerdotes que no me parecía bien que se hubiesen introducido cantos protestantes en una celebración para jóvenes de la diócesis. –Uy– me dijo uno de ellos- eso se te pasaría si hubieses estado como yo varios años en latinoamérica y hubieses colaborado con pastores protestantes, que son muy buena gente. Me quedé con cara de tonto y le contesté –¿y qué tiene eso que ver?… desde luego, el día que los curas dejéis de ser maniqueos y os convirtáis al cristianismo nos haréis a todos un gran favor… Después de decirlo me percaté que igual había sonado excesivo, pero gracias a Dios mi amigo se lo tomó a bien.

Pero ciertamente el poso estaba en su frase: da igual que los cantos sean protestantes, los protestantes «también son buenos”. Y de ahí a toda la pastoral que algunos pretenden imponer en estos días: da igual que estés divorciado o no para poder comulgar, hay muchos divorciados “buenos”, “mejores” que otros que comulgan todos los domingos… Da igual que te ligues las trompas o uses anticonceptivos, mientras seas “buena gente” no pasa nada… da igual que vayas o no a misa o que no te confieses mientras “hagas el bien” a los demás, que más da… da igual que seas promiscuo o tengas relaciones sexuales con personas de tu mismo sexo, mientras “que no hagas daño a nadie” con eso te vale…

Incluso si alguien defiende la idea contraria, que estar en comunión con la Iglesia es responder a una serie de requisitos y estilo de vida que va mucho más allá de la “simple bondad”, entonces eres criticado por muchos por tu falta de misericordia, tu carácter excluyente y tu postura contraria a la de Jesucristo “que acogía a todos” (?). Pues eso, que los ateos, budistas y musulmanes podrían comulgar siempre que sean “hombres de bien”.

Otro amigo mio cura al celebrar sus bodas de plata sacerdotales dijo que en todos esos años había intentado dar a conocer a Jesucristo a los demás «o por lo menos enseñarles a ser buenas personas” (?). Multitud de profesores de religión desechan el contenido de la asignatura e imparten “educación en valores” (?). Órdenes religiosas que se dedican a la educación invierten horas y horas en que sus alumnos en que realicen “campañas solidarias” (?) aunque no sepan ni rezar el Padrenuestro.

No seamos maniqueos con esto tampoco, no estoy diciendo que enseñar a ser buenas personas, vivir en valores o ser solidarios sea malo (vuelta al maniqueísmo), sino que se trata de algo diferente a ser cristiano. La bondad no es exclusiva del cristianismo, hay gente de otras religiones o simplemente no creyentes que son buenas personas. Es más, como dice el juicio a las naciones, Mt 25, 31ss, aquellos que no conocen a Jesucristo serán juzgados por las obras de misericordia: dar de comer al hambriento, asistir al necesitado, visitar al enfermo y al preso… “¿cuando hicimos/dejamos de hacer esto contigo SI NO TE CONOCÍAMOS?”… o dicho de otra manera, los que NO CONOCEN a Jesús serán juzgados según si “han sido buenos” o no. (Perdóneseme la simplificación, no es muy rigurosa pero es para que se me entienda) y que todos los seres humanos, seamos creyentes o no, hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios y por eso tenemos, como dicen los teólogos, una ley natural, que no es más que la ley de Dios inscrita en nuestro corazón.

Pero el juicio a los cristianos es “diferente” (vuelvo a pedir perdón por no ser excesivamente riguroso) por eso Jesucristo con la parábola del juicio a las naciones explica la de los talentos, los siervos que SÍ CONOCEN al Señor y han recibido de este una cantidad de dinero y la han puesto (o no) a producir. El matiz es sutil pero claro, hemos conocido al Señor, hemos recibido de Él la Palabra y la Gracia y después, no antes, las ponemos a producir.

Por eso en el cristiano la bondad no es una premisa, ni siquiera una prioridad, es una consecuencia. Es decir, el cristiano que descubre la bondad y la misericordia de Dios, que recibe su gracia, vive en ese amor y eso le lleva a la bondad y la misericordia con los demás. Pero el cristiano no busca “ser bueno”, busca vivir en la voluntad de Dios para ser feliz y salvo y las obras de misericordia nacen (aunque sean un mandamiento) como un fruto.

Sé que algunos no estarán de acuerdo conmigo. Hace poco discutía vía redes sociales con un “alto cargo” de la curia vaticana amigo mío que me decía que la conversión y la bondad se autoexigían. Con todos mis respetos a monseñor, le hice ver que no estaba de acuerdo, que la conversión puede “exigir” la bondad, pero no al revés, gente muy bondadosa no tiene por qué llegar a convertirse al cristianismo. (Para los curiosos decir que ninguno convenció al otro). Ciertamente la frase con la que defendía mi postura era algo provocadora, “vamos a tratar de convertirnos que ya tendremos tiempo de ser buenos después”, pero resumía mi idea de que lo segundo es una consecuencia de lo primero y no al revés.

Otra vertiente de este problema es la postura del ejemplo ante los demás. Un postulado defendido por muchos, incluso por Su Santidad (es una de las cosas en las que no estoy de acuerdo con el Papa, sin que esto merme para nada mi respeto y cariño filial) es que los ajenos a la Iglesia se incorporarán a ésta por atracción, por el buen ejemplo de los cristianos. Ciertamente el buen ejemplo es necesario para no contradecir la predicación, no puedes hablar del amor y ser un canalla o del desapego a las riquezas y estar racaneando el sueldo a tus empleados.

Pero una buena conducta, la bondad a fin de cuentas, por sí misma consigue muchas veces despertar la admiración en el otro pero no el deseo de conocer a Jesucristo. ¿Muy lioso? Pondré un ejemplo, muchos ateos admiran la labor de la Madre Teresa de Calcuta y su obra en favor de los pobres de la India, pero no por ello se han sentido llamados a convertirse al cristianismo. Probablemente lo habrán hecho algunos que no sólo han conocido este buen ejemplo, si no los motivos que llevaron a la madre a emprender esa misión, la experiencia previa (no posterior) del amor de Cristo en su vida.

Bueno, que nadie vea en mi un desprecio a la bondad, por favor, recordaré la famosa frase de san Felipe Neri: sed buenos… si podéis.

El misterio de la monja concursante


No me gusta comentar demasiado las noticias que son “de rabiosa actualidad”, pero dado que ya han sido varios los que me han preguntado mi opinión sobre el tema, la dejaré por escrito en estas líneas.

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Creo que pocos serán los que no conozcan la noticia. Una joven religiosa italiana, Sor Cristina, se ha presentado a un concurso de talentos de la canción en su país llamado la Voz. Es un formato conocido por muchos ya que también tiene su versión en España. Además lo ha hecho vestida con su hábito y con el apoyo de las hermanas de su congregación, presentes en el estudio.

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Una de las gracias del concurso es que la primera audición que tienen los participantes con el jurado es “ciega”, es decir, los jueces, generalmente cantantes o productores de un cierto éxito, escuchan al concursante en unos sillones construidos al efecto que están mirando hacia el público y de espaldas al escenario y sólo si les gusta la interpretación durante la misma accionan un dispositivo que gira su asiento y pueden ver quién es y qué aspecto tiene el intérprete.

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Se da el caso de la que religiosa en cuestión cantó una canción en inglés de una cantante pop muy famosa, por lo que en principio nada podría indicar su condición sólo con oírla. Además parece que la chica lo hace bastante bien pues al poco de comenzar dos de los 4 jueces accionaron su dispositivo y finalmente se sumaron también los otros dos. Lo más impactante fue la cara de asombro de los mismos conforme se giraban y veían que aquella joven de buena voz que escuchaban era una “monja”. Incluso uno de ellos le preguntó después si era monja de verdad y si lo suyo no era un disfraz. Lo insólito del caso ha hecho que el vídeo de su actuación lleve decenas de millones de visionados en internet y haya sido noticia en todo el mundo.

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Hasta aquí la primera parte de los hechos. Y del hecho a la pregunta que me formulan (a mi y a otros muchos) ¿te parece bien que una monja se presente a un concurso de cantantes en televisión?

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La respuesta en principio parece sencilla, si a la chica le gusta cantar y lo hace bien que se presente a un concurso no me parece ni bien ni mal, me resulta indiferente, tanto si es monja, neurocirujana o cajera de supermercado. Pero claro, esta respuesta lleva a una segunda pregunta ¿no es incompatible el buscar la fama y el reconocimiento con una vida religiosa que se supone sobria, pobre y sencilla en la oración y el servicio a los demás?

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Aquí he de pararme un poco más. Ninguno sabemos, en principio, que está buscando la religiosa. Si ciertamente busca la fama y el dinero para ella, estaría en contradicción con una forma de vida marcada por la castidad, la pobreza y la obediencia. Si lo que busca es aprovechar su talento para la canción para dar a conocer su vida y su vocación y con ello atraer a otras jóvenes o ganar algún dinero con el que hacer obras de caridad, sería no sólo compatible sino meritorio. Como nadie podemos conocer ni sus pensamientos ni sus intenciones, especular con ello nos podría llevar al juicio, que es a mi entender un pecado muy grave.

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Lo que sí que podemos, y yo lo voy a hacer, es analizar y valorar las explicaciones que otros o incluso ella mismo han dado o podido dar a su motivación a la hora de presentarse al concurso. ¿por qué no?

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Hemos de tener en cuenta que este artículo lo he titulado “la monja concursante” y no “la monja cantante” porque religiosas, religiosos y sacerdotes que se hayan dedicado y se dediquen a la música actual los hay a decenas, pero con la diferencia que en la práctica totalidad de los casos las letras de sus canciones son de contenido religioso (explícita o implícitamente) y destinadas a la evangelización a través de la música.

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Sólo por citar los casos de mi país, España, puedo nombrar a la hermana Glenda, virgen consagrada y ex-miembro de la orden de la Consolación, Fabiola Torrero, teresiana, las tres religiosas cantantes de la Orden de San Miguel Arcángel, el grupo Ain Karem, vedrunas, o incluso comunidades al completo de religiosas que entre sus actividades está la de cantar y grabar discos, alguno de ellos con cierta repercusión y éxito, como las carmelitas de Valladolid o las Iesu Communio de La Aguilera. Y entre los hombres también hay religiosos sacerdotes como Jota Llorente o Toño Casado, salesianos, Fray Nacho, mercedario, José Durán, agustino, el rapero Dani Pajuelo, marianista, o sacerdotes diocesanos como el Padre Jony, el padre Don José, Kini Ferrando, Kiko García, Javi Sánchez, también diáconos como Jaime Salmoreno y Goyo Hidalgo o grupos de música católica que cuentan entre sus componentes con uno o varios sacerdotes, como La Voz del Desierto, Católicos Sin Complejos, Ixcís, Shalahim, Hijos De Coré… y seguro que alguno más me dejo en un recoveco de mi memoria.

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Pero teniendo en cuenta que en un programa como el citado las canciones que se interpretan son de música secular y artistas de moda, veamos pues las causas esgrimidas para explicar el porqué de la participación de Sor Cristina:

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Lo ha hecho para evangelizar. Uff… difícilmente creíble. Ciertamente la primera impresión si que podría tener ese efecto. El que una chica joven y guapa que le gusta cantar, la música pop y además tenga vocación religiosa, puede ayudar a romper con la imagen que aún hoy tiene mucha gente sobre que las monjas deben ser todas mujeres aburridas y feas que huelen a naftalina y escuchan gregoriano. Pero más allá de esto el anuncio del evangelio se antoja difícil. En un concurso televisivo no creo que salga anunciando el kerigma o explicando el evangelio del día, a no ser que su intención no sea hacerlo en el programa si no a partir de su fama lograda por salir en él.

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Lo ha hecho porque tiene un don que quiere compartir. Este motivo es más dudoso aún. Todos tenemos dones que nos ha dado el Señor y todos los dones, como nuestra vida entera misma, son para compartirlos, para darnos a los demás. Pensar que esto puedo o debo hacerlo a través de un concurso televisivo resulta poco consistente. Me viene a la memoria otra chica italiana cantante de música católica, no religiosa y del mismo nombre propio, Cristina Plancher, a la que conocí en el Multifestival David 2008 en Benicassim. Pues bien, esta Cristina, que tiene una voz y una técnica magníficas, es una cantante con varios discos grabados y ha actuado en varios países por todo el mundo y como tiene ese don, lo comparte pero de una forma muy diferente: todos los domingos que está en su ciudad se va al asilo y pasa un rato cantando para los viejecitos. Compartiendo su don sin más intención que la de llevarles un poco de alegría y compañía y de forma anónima (de hecho no sé si le molestará que lo cuente en estas líneas, si es así te pido perdón) sin necesidad de luces, cámaras ni redes sociales.

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Lo ha hecho siguiendo las indicaciones del Papa Francisco de ir a las fronteras a anunciar a Jesucristo. Esta es probablemente la que más gracia me ha hecho de las que he leído por ahí. Ciertamente el papa manifiesta un deseo, una necesidad incluso para la evangelización, pero no da un manual de instrucciones ni más detalles en su exhortación, luego cada uno personalmente o como miembro de un grupo o institución concreta ya discernirá cómo llevar a cabo esa indicación, por lo que las interpretaciones y las aplicaciones pueden ser muchas y muy variadas. Pero se me hace difícil pensar que cuando el Papa dijo eso tuviese en mente que una de las formas del anuncio “fronterizo” fuese que las monjas que supiesen cantar se presentasen a concursos de televisión.

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También podría hacerlo por los motivos mencionados al principio. Presentar su vida y experiencia para que resultase conocida y atrayente para otras jóvenes o aprovechar su talento para ganar algún dinero que poder destinar a obras de caridad. Como estas motivaciones serían loables, que el método escogido lo considerásemos más o menos adecuado pasaría a un segundo lugar y no deberíamos hacer otra cosa que respetar e incluso animar a la joven.

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Bueno, sea como sea desear a Sor Cristina que toda la repercusión mediática y las consecuencias de su decisión no la aparten de la elección amorosa que el Señor hizo sobre ella y pedir a Dios que, pase lo que pase, sea para bien según su voluntad.

El obispo ha robado al pueblo… ¿en serio?


Un conocido mío, sabedor de mi condición de creyente, se dirige a mi muy enfadado.

  • El obispo ha robado al pueblo

  • ¿En serio?

Por un momento me viene a la cabeza la imagen de mi obispo vestido de bandolero, montado en caballo y asaltando trabuco en mano a los que andan por los caminos. O quizá algo más moderno como un hacker que ha conseguido entrar en las cuentas bancarias de los vecinos y ha transferido todo el dinero a otra secreta a su nombre en las Islas Caimán. Pero la verdad es que ninguna de las posibilidades me cuadra.

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  • ¿Y qué es lo que ha hecho?

  • Ha puesto a su nombre la iglesia que era del pueblo- en realidad era a nombre de la diócesis, pero no creo que eso le importe

  • Y si ha hecho eso, ¿por qué no vas y lo denuncias?

  • Porque ha utilizado una ley que le permite poner a su nombre los templos que no tienen propietario inscrito en el registro inmobiliario.

  • Pero si ha obrado conforme a la ley – le respondo – no puedes decir que ha robado.

  • No me convencerás- me responde- lo que ha hecho es robar.

Como efectivamente no iba a convencerlo ni tenía tampoco ningún interés en hacerlo no seguí con la conversación. Pero por simple curiosidad traté de averiguar qué era exactamente a lo que se refería y efectivamente se trataba de la parroquia del casco antiguo de un precioso pueblo costero de Valencia.

En mi diócesis, al igual que en otras muchas partes de España y del mundo, muchos templos fueron levantados por los propios vecinos, bien con su trabajo físico o bien con sus aportaciones económicas. Se cuenta el caso de otra localidad de mi tierra, Cullera, en la que todos los vecinos colaboraron subiendo los materiales para la construcción de un templo a la Virgen en lo alto de la colina, de tal manera que hasta las mujeres que tenían bebés les ponían una piedrecita en la mano y subían con ellos a depositarla para que pudiesen decir que incluso los niños más pequeños habían contribuido.

O el caso de La Pobla de Vallbona, en que la obra fue realizada con sólo 2 o 3 albañiles profesionales mientras que el resto de los que trabajaron en ella eran vecinos que colaboraron de forma desinteresada al finalizar sus propias jornadas laborales.

Pero volvamos al caso. No conozco los detalles de la ley en cuestión (ni me interesan tampoco) pero al parecer muchos de los templos así construidos no fueron registrados por propietario alguno, eran simplemente “del pueblo”, pero cuando la ley inmobiliaria impuso que todas las construcciones deberían estar registradas incluyendo propietario de las mismas, tanto personas como sociedades, incluyó un artículo en el que facultaba a la diócesis de cada lugar a registrar los templos destinados al culto a su nombre.

Cuando en este caso el obispo así lo hizo, los políticos izquierdosos de la localidad azuzaron a los vecinos presentando el caso como que la Iglesia había robado una propiedad del pueblo. Curiosamente eran los mismos políticos que ni habían pisado el templo en años y que si no fuera porque el campanario sobresalía entre la silueta de las casas vecinas no sabrían ni dónde estaba.

Estos mismos decían que siendo el ayuntamiento el representante legítimo del pueblo, el templo debiera haberse registrado, como así había ocurrido en otras localidades, como propiedad municipal. ¿Sería esto lo más correcto?. Hagamos una reflexión. Los vecinos que contribuyeron a la erección de la iglesia serían los propietarios “morales” del mismo, pero teniendo en cuenta que todos ellos habrían fallecido, correspondería a sus herederos, pero aparte de ser algo jurídicamente complicado es difícil que se herede una propiedad moral.

Pero lo que sí que resultaría más sencillo es tratar de respetar la voluntad de los mismos y su intención. Parece obvio decir que cuando el pueblo construyó la iglesia lo hicieron porque querían celebrar en ella la santa misa y los demás sacramentos, otra cosa sería ilógica, y por tanto una vez hecho lo pusieron a disposición del obispo del lugar para que este designara los sacerdotes que estimase oportunos para realizar este servicio. ¿Quién garantizaría mejor por tanto que este servicio siguiera realizándose tal como querían quienes lo llevaron a cabo, el ayuntamiento o el obispado?. Parecería obvio que el segundo, pero pongamos varios casos posibles.

Si el ayuntamiento fuese el propietario y el próximo alcalde fuese alguien de marcada ideología laicista nada le impediría, como administrador legal del inmueble, destinarlo a otros usos y reconvertirlo en una biblioteca, o una sala de conferencias o venderlo a cualquier promotor inmobiliario para que lo derribase y construyese un edificio de apartamentos… o tampoco tendría ningún impedimento para que, considerando que el Estado es aconfesional, permitir que se siguiesen celebrando misas en el lugar pero compartiendo el recinto con otros grupos y actividades, desde un recital de música clásica o la presentación de un libro a una exposición de arte erótico o un congreso de feministas pro-aborto o una macrofiesta con DJ´s.

Naturalmente es de esperar que el alcalde de turno actuase con sentido común y pudiese entender que determinadas actividades no serían muy apropiadas para un lugar así, pero teniendo en cuenta que el sentido común es el menos común de los sentidos, o que mucha gente actúa más por filias, fobias y prejuicios que con sensatez, todo es posible.

Para muestra un botón. Hace años se rodaba una serie de TV para la extinta emisora Canal 9. Pidieron permiso al párroco del lugar para poder rodar unas escenas en el interior del templo a lo que amablemente accedió hasta que llegó a sus manos el guión del capítulo a filmar. Se trataba de una escena supuestamente cómica (maldita la gracia que tenía) en la que el cura del pueblo perseguía a una moza de buen ver alrededor del altar mayor con intenciones sexuales, mientras ésta de forma pícara fingía resistirse alborozada. Naturalmente el párroco retiró el permiso, pero la productora consiguió rodar la escena en la ermita de un pueblo vecino que era de propiedad municipal.

Sea como sea el templo, hasta la inscripción del propietario en el registro inmobiliario, tenía como uso la celebración de un par de misas el fin de semana además de catequesis de comunión y otras actividades pastorales, y después de formalizado el documento se usó para… exactamente lo mismo.

Jesucristo no es ningún moñas II: Salvación y condenación


Últimamente leo con cierta frecuencia a mucha gente, muchos de ellos que se definen como católicos, que con buena intención no paran de decirle a la Iglesia lo que tiene que hacer en casos de aborto, comunión de los divorciados vueltos a casar, homosexualidad, anticonceptivos y otros casos similares.

Según estos mismos, y aunque por supuesto no lo mencionen así, la Iglesia debería en algunos casos simplemente mirar hacia otro lado y en otros tener una manga tan ancha en la que todo quepa y valga todo.

Semejante barbaridad no pasaría de ser una opinión, tan respetable como otra aunque no fuese para nada compartida, si no fuera porque para ello utilizan en su argumento ni más ni menos que al propio Jesucristo: La Iglesia a fin de cuentas tiene que hacer lo mismo que Jesús (cosa cierta) que acogía a todos, perdonaba a todos, no condenaba a nadie, “le daba igual” lo que la gente hiciera, etc, etc. Y para ello además citan el pasaje de la mujer adúltera, a la que Jesús perdona frente a esas fuerzas legalistas, reaccionarias y ultraconservadoras que querrían apedrearla.

margarita feliz

Vuelve a aparecer aquí la visión, aunque desde otro punto de mira, del Jesús blandengue y meloso que ya traté en la primera parte de este artículo añadiendo, de forma sutil pero directa, otro componente mucho más peligroso y totalmente falso: el supuesto enfrentamiento entre la acción pastoral de los papas de la Iglesia. Mientras Francisco sería de la corriente del vale todo sus dos predecesores lo serían de la contraria.

Dejando este segundo aspecto a un lado (aunque no olvidado) me gustaría centrarme en este artículo en la primera de las premisas y analizar cuál era el comportamiento de Jesús y si efectivamente vuelve a parecerse a la imagen moñas que presuponen los que tal postura defienden.

Para empezar debemos dejar claro cuál es la intención de Jesús (Dios Hijo) y la de Dios Padre. Dios no envía a su hijo para juzgar al mundo, si no para que el mundo se salve por él (Jn 3,17). Es más, ciertamente ya estamos salvados por que Él ha pagado por todos nosotros al eterno Padre la deuda de Adán y derramando su sangre canceló la deuda del antiguo pecado (Del Pregón de la Noche de Pacua). Es decir, todos los castigos que mereceríamos todos los hombres de todos los tiempos por nuestros pecados Dios mismo los ha padecido en su carne mortal, tal es su amor hacia nosotros.

¿Significa por tanto que da igual lo que hagamos, que podemos pecar todas las veces que queramos, que no existe la condenación?. Evidentemente no, Dios no se desdice de su propia obra nunca y, puesto que nos creó libres, en nuestra libertad podemos aceptar el perdón y vivir consecuentemente cómo tal, o rechazarlo, romper el recibo que Jesucristo nos ha dado y, naturalmente, atenernos a las consecuencias.

¿Y qué pasará con la mayoría de los mortales que caminamos a trancas y barrancas, que damos una de cal y otra de arena, que ponemos una vela a Dios y otra al diablo?… Bueno, en ese caso todos esperamos en la misericordia de Dios pero ante la duda… ¡no seas imbécil! La eternidad es mucho tiempo para pasártela en el infierno… ¡no te la juegues!.

Pero volvamos a Jesucristo y analicemos pues lo que él dice y empecemos por el pasaje citado, el de la mujer adúltera. Los fariseos le presentan a la mujer con la única intención de desacreditarlo: si dice que no la apedreen ya pueden acusarlo de incumplir la Ley de Moisés. Si dice que lo hagan queda desacreditado como el portador de la misericordia del Padre. Por eso la respuesta es simplemente genial: si lo que dicen que buscan es que se cumpla la Ley de Moisés y esta lo principal que manda es no pecar, de acuerdo, el que no tenga pecado puede seguir cumpliendo con ella… y como nadie es inocente ante Dios (Salmo 129)…

Pero en nuestro caso lo importante es la conversación con la adúltera: “¿Nadie te ha condenado? Yo tampoco te condeno” (Jn 8, 10)… ¡Albricias!, dirían alguno, Jesús no condena al pecador, sigamos pecando pues… pero lo que sigue lo deja claro “Ve y en adelante no peques más” (Jn 8, 11).

Hagamos pues un poco de teología-ficción. Si después de que la mujer hubiese sido salvada por Jesús y haber escuchado su mandato volviese a las andadas y siguiese poniéndole los cuernos a su marido (o acostándose con hombres casados) podríamos pensar que o bien es tremendamente débil y ha vuelto a caer (por lo que necesitaría una y otra vez la misericordia de Dios) o que es un zorrón de mucho cuidado y lo que ha hecho es despreciar totalmente el perdón del Señor y la palabra que le ha dado, por lo que… pues eso, que Dios la pille confesada, como decimos en España.

¿Pero entonces qué dice Jesús?, ¿Nos salvamos, nos condenamos…?. Puesto que básicamente Jesús ha hecho dos cosas, una cargar con nuestros pecados en la cruz y otra dejarnos su Palabra para nuestra salvación, no será Él mismo como tal quien nos juzgue, sino cómo hayamos respondido cada uno de nosotros a su palabra: “Al que escucha mi palabra y no la cumple yo no lo juzgo; no he venido a juzgar, si no a salvar. La palabra es quien lo juzgará” (Jn 12, 47s).

Dos partes pues, primero dice Jesús que debemos acoger su palabra, debemos creer en ella: “Id por todo el mundo proclamando la Buena Noticia. Quien crea y se bautice se salvará; quien no crea se condenará” (Mc 16, 15s), “El que cree en Él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios” (Jn 3, 18).

La segunda, como dos caras de una misma y única moneda, ponerla en práctica: Os aseguro que quien cumpla mi palabra no sufrirá jamás la muerte”. (Jn 8, 51), porque “Quien escucha mis palabras y no las cumple es como quien construye una casa sobre arena. Crece el caudal y la casa se derrumba” (Lc 6, 49), “si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de Dios. Quien se humille como este niño, es el más grande” (Mt 18, 3s).

Y es mucho mayor el rigor que emplea precisamente con los fariseos y maestros de la ley, que se creen mejores que los demás cuando son tan pecadores como cualquier otro, a los que no duda en insultarlos con calificativos como hipócritas o raza de víboras. “¡Raza de víboras! ¿Cómo podréis decir palabras buenas si sois malos? De lo que llena el corazón habla la boca” (Mt 12, 34), “Letrados y fariseos hipócritas, colmad la medida de vuestros antepasados. Raza de víboras ¿Cómo evitaréis la condena al fuego?” (Mt 23, 30ss).

Por eso Jesucristo siempre hace una llamada a la conversión, al arrepentimiento, al cambio de vida, al “esfuerzo” por cumplir su palabra: “Tomad la puerta estrecha; pues es ancha la puerta y espacioso el camino de la perdición, y son muchos los que entran por ella”. (Mt 7, 13), “Si cumplís mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he cumplido los de mi Padre y permanezco en su amor.” (Jn 15, 10), “los que mató la torre de Siloé al derrumbarse no eran más culpables que el resto, pero si no os arrepentís acabaréis como ellos (Lc 13, 5).

Para ello debemos pues evitar toda ocasión de pecado, por mucho que nos atraiga o nos duela hacerlo, “mejor es que pierdas una sola parte del cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno” (Mt 5,29,b), por que ciertamente existe la posibilidad de la condenación y Jesús nos advierte una y otra vez sobre ello, “Al fin del mundo los ángeles separarán a los malos de los buenos y los echarán al fuego con llanto y temblor. ¿Lo entendéis?” (Mt 13, 49ss); “el que injurie gravemente a su hermano se hará merecedor del fuego del infierno” (Mt 5,22b), “el árbol que no dé frutos buenos será cortado y echado al fuego.”. (Mt 7, 19).

Por lo tanto debemos ser muy cuidadosos cuando afirmamos cosas sobre Jesucristo o sobre lo que debería hacer la Iglesia: ¿misericordia con el pecador? Siempre, ¿justificar el pecado? Nunca. ¿perdonar al pecador? Siempre que se arrepienta, ¿decirle que puede seguir viviendo en pecado? Jamás, ¿amar al pecador? Siempre, ¿dejar de condenar el pecado? Nunca…

Que a fin de cuentas el Señor nos llama a vivir en la felicidad, no en la desgracia, a disfrutar de su amor, no a vivir en nuestro egoísmo, a pasar la eternidad con Él en el cielo, no a condenarnos al infierno… no seamos necios.

El ser humano y la alabanza


El hombre está hecho para la alabanza a Dios.

Esta frase, absolutamente cierta, puede dar lugar a interpretaciones que son totalmente erróneas. Alguien podría pensar que Dios es una especie de ser narcisista que crea al hombre para que este le esté diciendo lo bueno y maravilloso que es.

Otra interpretación igualmente falsa sería la de que el hombre es un ser inferior tiranizado y obligado a alabar a su amo porque sí, por que es su trabajo y obligación, sin ningún motivo o explicación o nada que pueda entenderse..

Nada de esto es cierto, evidentemente, pero en ocasiones dentro de la liturgia nos dedicamos a repetir alabanzas “sin más” que terminan desnaturalizando el concepto. Cuántas veces hemos cantado lo de “alabaré. alabaré. alabaré y cuatrocientas veintisiete veces alabaré a mi Señor”. O cuántas veces hemos definido “alabar a Dios” como conjugar el presente de indicativo del verbo alabar: “yo alabo, tu alabas, el alaba, nosotros alabamos, vosotros alabáis, ellos alaban”…

Recuerdo que no hace mucho participé en un acto de oración dirigido por un pastor protestante en el que todos los asistentes eramos católicos. En teoría era un encuentro ecuménico, pero tristemente los únicos protestantes que había eran los invitados expresamente a realizar algún tipo de actividad. Tras finalizar, los que estuvimos comentamos nuestras impresiones y coincidimos en lo mismo: los primeros 15 minutos fueron preciosos, pero después de una hora a base de cantar “Señor tu eres grande, yo alabo tu nombre, día tras día te alabo, cantaré una alabanza en tu honor…” y similares a casi todos nos entró una gran desazón: ¿No hay nada más que podamos o debamos decirle a Dios?.

En cierta ocasión mi admirado Jonatán Narváez, guitarrista virtuoso y productor musical católico de Argentina, hizo un ejercicio de autocrítica con un sentido del humor mordaz y genial que consistía en un método para escribir infinidad de alabanzas partiendo de unas pocas frases típicas y tópicas que se combinaban entre sí.

 alabanzas

No estoy diciendo que hacer alabanzas en base a repetir frases sencillas sea malo, por favor (Dios me libre de los maniqueísmos que ya bastantes lágrimas derramó Santa Mónica por la conversión de su hijo San Agustín), pero sí me gustaría dejar claro algunos aspectos de lo que supone alabar a Dios más allá de repetir frases bonitas dedicadas a Él.

En primer lugar debemos entender lo que supone ser creatura de Dios. Dios es amor (sí, ya, la Biblia lo dice… San Pablo lo repite…) y el amor es energía, es fuerza, es compartir, es crear, es engendrar… la Santísima Trinidad no puede quedarse “encerrada” en sí misma viviendo de su propio amor, por eso Dios crea, crea los animales, las plantas, las cosas, el ser humano. Naturalmente todo lo que crea es inferior a sí mismo, nada puede ser superior a Dios y si fuese igual a Dios seguiría siendo Dios mismo, por lo que todas las creaturas son por su propia naturaleza limitadas e imperfectas.

Pero dentro de la Creación destaca ante todo y sobre todo el ser humano, hecho, como dice el libro del Génesis, a imagen y semejanza de Dios o, como afirma el Salmo 8, poco inferior a los ángeles. El único ser de la Tierra capaz de conocer al mismo Dios, capaz de amar y crear cómo Él, capaz de entablar una relación personal con su creador… aunque también capaz del mal y el pecado.

Es desde esta realidad desde donde surge de forma natural la alabanza. Yo, ser humano, ser limitado y finito, me reconozco como la obra de Dios amor que me ha creado a su imagen y desde este reconocimiento, y teniendo por cierto que yo no soy Dios, puedo darle gracias y alabarlo por mi propia existencia, que se la debo a Él, y reconocerlo como en todo superior a mi.

Pero en la creación Dios no me ha hecho solo, como veíamos, por lo que además de existir puedo contemplar, aprovechar, relacionarme con todo lo creado y con mis semejantes, por lo que puedo también alabar a Dios por ello.

Pero además Dios no termina su obra en la creación, si no que se hace presente en la historia, en mi historia, se deja conocer, me manda su palabra, está presente en los principales acontecimientos de mi vida… por eso alabarlo implica también tenerlo presente en todos los momentos del día, no sólo en la oración o la asistencia a las celebraciones litúrgicas.

Alabarlo supone pues darle gracias, pero, tal como decía san Agustín con respecto al canto, es nuestra vida, más que nuestra voz, la que debe cantar el cántico nuevo (de los comentarios al Salmo 32). Si en misa canto alabanzas pero en mi vida diaria no tengo presente a Dios lo único que estaré haciendo es calentarme un poquito el corazón durante unos ratitos a la semana y poco más. La alabanza produce un sentimiento evidente pero los sentimientos, siendo buenos e importantes, tienen un peligro, que son involuntarios y como vienen se van sobre ellos no construimos verdaderas opciones de vida.

La religiosidad judía de la que se nutre el cristianismo no es la del sentimiento ni la de la razón, si no la de la experiencia. Puedo alabar al Señor por que lo conozco, por que era estéril y me hizo padre de un pueblo, por que estaba esclavo y me liberó, por que era pecador y tuvo misericordia de mi… y esta experiencia cierta es la que además me permite seguir alabándolo aún cuando no veo su presencia o cuando me acontece un sufrimiento. En mi experiencia personal siempre me ayudó ver a un matrimonio amigo mio que había sufrido (nunca mejor dicho) la pérdida de su hijo pequeño y no dejó un sólo día de asistir a la Iglesia.

Pidámosle pues a Dios que nuestra alabanza no sea un rutinario repetir de frase bonitas, que no nos quedemos en las formas si no que seamos, tal como dijo Jesucristo a la samaritana, personas que demos culto en espíritu y en verdad.

A misa no va uno a divertirse… ni a aburrirse


Muchas veces hemos oído la frase “la misa es aburrida” o “no voy a misa porque me aburre”. Ante esta actitud he leído últimamente a mucha gente bienintencionada que trata de explicar que a misa no va uno a divertirse, que la misa es el memorial de la muerte y resurrección de Cristo y la comunión con su cuerpo y con su sangre y que por tanto el valor en sí mismo está en su significado. Según estos y con toda verdad, si hubiese un conocimiento cierto del misterio eucarístico lo demás no importaría.

Todo esto es cierto, la misa tiene valor en si misma aunque pueda resultar aburrida a alguien o en algunas ocasiones. Ahora bien, como sabemos por lógica, la afirmación de una cosa no implica la negación de lo contrario. Así si digo “los lunes voy al cine” no estoy negando que vaya los jueves, puede que lo haga o puede que no, sólo afirmo que voy los lunes, punto.

Por tanto, si la misa tiene valor en si misma aunque sea aburrida también mantiene su valor si es divertida, por lo que podríamos decir que a misa no va uno a divertirse… pero tampoco tiene por qué ir a aburrirse.

Homilia Aburrida

Como en todo, los excesos son malos. Algunos, en su afán de hacer atractiva la celebración de la Eucaristía, han llegado a excesos que caen de lleno en la vergüenza ajena y en la irreverencia: sacerdotes disfrazados de payasos, aspersiones con agua bendita con pistolas de agua, luces de colores en el templo a semejanza de una discoteca… pero está claro que estas no son más que unas excepciones contadísimas de las que se espera que el obispo del lugar llame al orden a su protagonistas.

Pero sí es más frecuente algunos que, sin llegar a esos excesos, se “inventan” ritos o actos con el interés de hacer más “asequible” la celebración, en especial en lo que se refiere a celebraciones con niños y jóvenes: poner murales sobre el mantel del altar, cambiar la proclamación del Evangelio por una breve representación teatral, utilizar globos de colores u otros ornamentos ajenos a la costumbre, introducir pantallas con imágenes, etc. Creo sinceramente que en lugar de hacer más asequible la celebración de la Eucaristía lo que consiguen es hacerla más confusa y difusa, además de rozar en ocasiones la irreverencia.

En mi experiencia como miembro del grupo de rock católico Hijos De Coré he realizado varios conciertos de rock en el interior de los templos y sé que, con el debido respeto a los signos, son muchas las actividades que se pueden realizar en una iglesia además de la Eucaristía. Pero una cosa es lo que se pueda hacer en el templo y otra lo que se pueda y/o deba hacer en la misa.

He tenido la bendición de participar como creyente en muchos tipos de celebraciones de la Eucaristía a lo largo de mi casi medio siglo de vida y, como suelo decir, la misa siendo la misma adquiere matices diferentes dependiendo del grupo o contexto en que se celebre, pero eso, lejos de ser en mi opinión un deseo de diferenciarse o separarse del resto, es un muestra de la riqueza y universalidad de la Iglesia. Así, además de participar en las misas habituales de la parroquia, también he asistido a misas de campamento, de carismáticos, en grandes asambleas, en barrios marginales sin apenas formación religiosa de los asistentes, de monjas de clausura, de comunidades neocatecumenales… hasta alguna de rito oriental.

Todas ellas tiene su propio sentido en cuanto la forma de celebrarlas, que no significa que me gusten más o menos (algunas más y otras menos) pero que entendidas en su contexto pueden “llegar” mejor a la asamblea. Así una misa de cartujos me resulta difícil de seguir por lo parsimonioso del ritmo y la excesiva cadencia de sus cantos, pero entiendo que es lo propio de una vida religiosa en el silencio y la meditación. O las “coreografías” con que los carismáticos acompañan sus cantos lejos de ayudarme en la alabanza me despistan más que otra cosa, pero entiendo que, salvo algún aspecto fácilmente corregible, son perfectamente válidas para una comunidad que expresa así la alegría de la fraternidad y la vida en Cristo resucitado.

¿Que debemos hacer pues para que una misa resulte amena sin perder su seriedad? (recordemos que serio no es sinónimo de aburrido, por mucho que se confundan estos términos a veces). Como no hay nada nuevo bajo el sol, no haría falta más que aplicar el sentido común y evitar los aspectos que llevan al tedio y facilitar aquellos que, dentro de la corrección litúrgica (siempre dentro de la corrección litúrgica) permiten una mayor integración de los fieles en la celebración. Es cierto que en ocasiones se necesitaría unos mínimos criterios que muchos desconocen, pero eso no es excusa, si una asamblea no sabe bien cuando levantarse o sentarse, se le indica. Sin ánimo de ser exhaustivo, si no a modo de pinceladas, vayamos por partes.

El templo debe estar limpio y bien iluminado. Un templo sucio o a oscuras (que es distinto a que tenga una luz tenue) provoca incomodidad y ganas de terminar, aunque sea inconscientemente.

Hay que cuidar la ornamentación. Flores, manteles, vestiduras litúrgicas, cirios… deben estar limpios y ser utilizados en su justa medida, sin excesos ni defectos.

El canto. Imprescindible. Una asamblea cristiana que no canta difícilmente es una asamblea cristiana. Hay que procurar que los cantos sean adecuados al momento (no es lo mismo un canto de entrada que uno de comunión) o al tiempo litúrgico. Hay que fomentar la existencia del cantor o del coro y estos deben tener un mínimo de condiciones (hermano, si no das una nota en su sitio no te ofrezcas para el coro, hay otros muchos servicios que puedes realizar) y una clara conciencia de servicio, son animadores de la liturgia para que todo el pueblo cante, no artistas exhibiéndose ante un público con canciones que sólo ellos conocen.

La distribución de la asamblea. Como el cuarto de los niños, un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio. Que cualquiera que entre pueda distinguir perfectamente dónde se proclama la Palabra, dónde se realiza el Sacrificio Eucarístico, dónde la homilía, dónde y cómo se sitúa el coro… el totum revolutum crea incomodidad y no es nada pedagógico.

Los asistentes deben situarse próximos al altar (juro que ni muerde ni es pretencioso sentarse en las primeras filas). En una iglesia a la que voy con cierta frecuencia resulta sorprendente como 50 personas ocupan un templo con capacidad para 400 dispersándose entre los bancos. ¡Somos la familia de Dios reunida en torno a su mesa! No se trata de juntarse tanto que estés incómodo, pero tampoco que te separes de los otros como si fueran apestados. Aquí haría falta desarrollar en la parroquias el servicio del ostiario (sin hache, no confundir con ministro de la comunión) que invitase a la gente a pasar hacia adelante antes del comienzo de la Eucaristía o distribuyese a la asamblea de forma que favoreciese este aspecto.

La homilía (ay). Decía el Papa Francisco que hay que evitar las homilías largas que no dicen nada. Yo añadiría además que también hay que evitar las cortas que no dicen nada o las cortas que tratan de decir mucho en poco tiempo. La homilía es un tiempo precioso para la evangelización y da pena ver muchas veces la pobreza homilética (no sé por qué no aparece esta palabra en el diccionario) de muchos sacerdotes. Primero como simple ejercicio de oratoria, las homilías deben tener una duración acorde a lo que se quiere explicar, si es una idea simple, brevedad, si es más compleja, el tiempo que requiera. Luego el sacerdote debe entender que se trata de un acto de amor para con los hijos de Dios. Debe hacerse con lenguaje apropiado, utilizando los ejemplos e imágenes que sean necesarios e incluso el sentido del humor. Pero además el pueblo tiene derecho a conocer toda la doctrina, ocultar ciertos aspectos de la enseñanza de la Iglesia por que no sean políticamente correctos o no estén de moda o se pueda pensar que los laicos no pueden llegar a comprender ciertas cosas es una falta de caridad.

Podríamos seguir con otros muchos aspectos, la forma de vestir, el fomento de participación de las familias completas… todo aquello que favorezca que la misa, además de tener valor en sí misma (eso siempre lo tiene), pueda ser vivida como la expresión de un pueblo en fiesta, de la alegría de Cristo vencedor de la muerte, del amor de Dios que nos hace partícipes de su misterio Pascual… y todo eso puede ser cualquier cosa menos aburrido.

La guerra justa de San Agustín, la murmuración y la ofensa a los polacos.


-¿Entonces matar está siempre mal? ¿No hay ninguna circunstancia que lo haga bueno?- me pregunta el alumno mientras estamos viendo temas de moral en uno de los grupos de bachillerato.

-Hacerlo bueno como tal no- contesto- aunque sí que puede justificarse.

-¿Cómo?

-Pues por ejemplo, y eso ya lo estudió San Agustín hace mucho tiempo, la legítima defensa. Alguien quiere atentar contra mi vida o mi integridad o la de otros, yo me defiendo o trato de impedirlo y en la lucha termino matándolo. Pero ojo, no todo vale, también hay que tener en cuenta ciertas condiciones para que se considere “legítima” la defensa.

-¿Cómo cuales?

-Pues que se produzca en el mismo momento. No puedes decir “me pegó una paliza y me mandó al hospital y en cuanto me dieron el alta fui a por él y lo maté”, eso sería en realidad venganza. O que haya una proporción en los medios… no vale el que alguien te ataque con un bastón y tú saques una metralleta…

-O también existe otro factor-prosigo- evitar un mal mayor- los chicos ponen cara de que les suena a chino- Lo habéis visto en muchas películas: un perturbado se sube a una azotea y empieza a disparar contra la gente de la calle y un tirador de la policía lo abate de un disparo. Con esta muerte se evitan otras muchas.

-¿Y matar en la guerra?

-En principio un soldado que causa muertes en un acción de combate sólo cumple con su deber. Otra cosa es la guerra tenga una causa justificada…

-¿Pero hay algo que justifique una guerra?- pregunta perplejo otro alumno

-Esa es la pregunta del millón- contesto- y no tiene fácil respuesta. Veréis- los chicos en el aula están muy atentos, parece que el tema les interesa- en principio la Iglesia reconoce a los pueblos el derecho a defenderse, por lo que puedes responder militarmente ante un ejército enemigo que te ha atacado.

-Ya, pero… -interviene otro de los chicos- ¿qué pasa si es tu país el que ha declarado la guerra a otro, el que ataca en lugar de defenderse?

-Pues el mismo San Agustín también hizo lo propio con las guerras, estudió en qué circunstancias serían justificables, pero el Papa Juan Pablo II, que se opuso siempre con toda energía a la guerra, dijo que los tiempos habían cambiado mucho desde entonces y que hoy en día nada lo justificaba.

-¿Y cuáles eran los motivos de San Agustín?

-Pues varias causas lo podrían justificar según él: que se hubiesen agotado previamente todos los intentos pacíficos para solucionar el problema originario… que hubiese una esperanza cierta de ganar, no puedes ir a la guerra si sabes de antemano que tienes todas las de perder… que se suponga que los daños causados por la guerra serán menores que no hacerlo, esta es a mi juicio la más difícil de cumplir, ya que pocas cosas causan más daño que una guerra…

-¿Pero cómo puedes saber de antemano si vas a ganar o perder una guerra?

-Saberse no se puede, pero si tu tienes un ejército pequeño y mal equipado sería una locura enfrentarte a una superpotencia militar…

-¿Y lo de los jinetes polacos que se enfrentaron a los tanques alemanes?- saltó otro de los chicos

caballos contra tanques

 

-Desconozco esa historia – dije sinceramente. Luego lo consulté y al parecer se trataba de una leyenda sin ninguna base de la segunda guerra mundial, y tampoco sabía de qué podría conocerla aquel chico- pero en principio parecería tonto que tú te enfrentaras con un tirachinas a alguien que tiene una pistola…

La clase no se prolongó mucho más, tan sólo algunas matizaciones sobre lo ya visto, pero aquella frase última que había pronunciado sin ninguna trascendencia iba a dar lugar a otra cuestión moral, la murmuración.

En ese grupo tenía una alumna polaca que ese mismo día no había acudido a clase por estar enferma. Aprovechando su presencia había ponderado otras veces a los jóvenes de su país como ejemplo de juventud católica. Les había comentado que, tal como me constaba y ella misma lo confirmó ante sus compañeros, frente a los jóvenes españoles que tienen muy poca práctica religiosa, casi un 100% de los jóvenes polacos van a misa los domingos y que son muchos también los que van otros días entre semana y/o participan de diversas actividades pastorales de la Iglesia. Les comenté además cómo era habitual ver grupos de chavales que llegaban en bicicleta a las iglesias y dejaban estas aparcadas en la puerta…

Pero a los dos días me crucé por los pasillos con esta alumna. Se me dirigió a mí y con lágrimas en los ojos me dijo lo disgustaba que estaba conmigo porque yo había insultado a sus compatriotas diciendo en clase cuando ella no estaba que los polacos eran tontos. En ese momento el que realmente tenía cara de tonto era yo, sin saber de dónde se habría sacado semejante estupidez… pero en seguida caí que estaría relacionado con la explicación de la última clase y el ejemplo de la leyenda de los jinetes contra los tanques.

Le dije primero que se calmara, que yo jamás había dicho tal cosa. Luego le comenté que me había quedado perplejo porque ella hubiese creído semejante tontería, teniendo en cuenta lo bien que yo había hablado siempre de sus compatriotas y luego le expliqué exactamente qué es lo que había dicho yo en clase. Ella se quedó tranquila y yo satisfecho con la explicación… al menos momentáneamente.

Pero me quedaba otro frente que abordar, nunca mejor dicho, el origen de la murmuración que tanto daño había hecho a esta chica. La providencia quiso que en esa misma hora yo estuviera libre entre clase y clase y que el grupo tuviese tutoría, así que sin pensarlo dos veces me dirigí hacia allá y le pedí permiso al tutor para decir una cosa al grupo.

-Vamos a ver chicos- dije con cara seria y todos se percataron de que algo pasaba- Ha venido hace un rato vuestra compañera Fulana aquí presente dolida porque según le había dicho alguien en esta clase yo había insultado a sus compatriotas- la mitad de los alumnos ponían cara de perplejidad de no saber de que estaba hablando pero en la otra los rostros denotaban que sabían de que iba- Tengo que deciros que lo primero que le he dicho a ella es que yo también estaba disgustado por que se hubiera creído semejante tontería, pero ese no es el caso, y más por cómo todos sois testigos de mi buen concepto de los jóvenes polacos. Muchas veces os he hablado de la importancia que tiene en una frase el contexto, que puede hacer variar su significado de una cosa a su contraria. En este caso quiero creer que se ha tratado de un malentendido por lo que os pediría que si alguna vez no queda claro algo u os resulta extraño algo de lo que digo no tengáis ningún reparo en preguntarme como tantas veces lo hacéis. Si en lugar de un malentendido ha sido una gracia que os quede claro que gracia no ha tenido ninguna, así que lo sepáis y os sirva para otra vez. Pero si lo que ha habido es mala leche, la intención de hacer daño a vuestra compañera o desprestigiar a vuestro profesor espero que el que lo haya hecho venga en el momento que considere oportuno a disculparse, tanto a mi como a Fulana.

Sin más palabras y mientras alguien en el fondo preguntaba “¿pero qué ha pasado?” dí las gracias al tutor por haberme permitido hablar y me marché. Nadie vino a pedirme disculpas e ignoro si lo hicieron con la compañera.

Quiero creer como les dije que fue un malentendido o en todo caso una broma sin gracia, pero en realidad tampoco me volví a preocupar del tema.

El domingo, la preparación a la primera comunión y la misa en familia


Un joven sacerdote de mi diócesis, Raul M.S., me comenta con preocupación la reacción que algunos padres están teniendo ante la preparación para la primera comunión de sus hijos que está llevando a cabo en su parroquia. Siguiendo las instrucciones de la diócesis ha elaborado un programa de 3 años de catequesis pero, además, ha decidido realizarlo de una manera que me parece simplemente genial: las catequesis se dan el domingo por la mañana antes de misa y después los niños asisten a esta con sus padres.

 iglesia familia

Pero este plan lo ven algunos padres como castigo, tanto el hecho de que sean tres años como que sea en domingo. Yo supongo que además, aunque no lo manifiesten, también verán algunos como un castigo el tener que asistir a misa, ya que de otra manera, como decimos en España, se la pelarían. Estaríamos pues ante el problema más generalizado de aquellos que mantienen los sacramentos como un rito social más pero que en el fondo poseen una fe infantil cuanto apenas, no son coherentes con la decisión de llevar a sus hijos a las catequesis y han perdido además todo sentido del domingo.

  • ¿Pero para que quieren el domingo los padres?- le pregunto.

  • Pues para irse por ahí, pero no lo entiendo… si a las 12 ya hemos acabado todo.

Supongo que para alguien que vive en este sentido el domingo cualquier tiempo le parecería excesivo. Si aumentase el tiempo de preparación de 5 meses a 6 también se quejaría del exceso. Personalmente nunca he entendido las catequesis “sacramentales” en sentido estricto, quizá debido a mi propia experiencia personal. En la parroquia en la que me formé en mi infancia y mi adolescencia las catequesis no tenían “apellido”, eran un continuo de los 8 a los 15 años en los que había dos momentos fuertes, la primera comunión y el sacramento de la confirmación. Concluido este se nos invitaba a los chavales a hacer las catequesis de “jóvenes y adultos” (apenas 15 charlas y una convivencia de fin de semana en menos de dos meses) y formar con todos los que habían asistido (otros jóvenes y adultos) una nueva comunidad cristiana con la que seguir nuestra formación y nuestra vida parroquial.

Pero volviendo al tema del sentido del domingo habría que recordar con Juan Pablo II, de feliz memoria, que este no es simplemente una cruz en el calendario que nos recuerda la obligación de ir a misa, si no que todo el día en sí es la expresión de “la resurrección de Jesús, el dato originario en el que se fundamenta la fe cristiana y quienes han recibido la gracia de creer en el Señor resucitado pueden descubrir el significado de este día semanal con emoción” (Carta Apótólica Dies Domine.2) y por eso dirá San Jerónimo (en cuya onomástica escribo estas líneas) «el domingo es el día de la resurrección; es el día de los cristianos; es nuestro día ».

Ciertamente, y como recoge el Santo Padre (nunca mejor dicho) en la carta, “ la santificación del domingo estaba favorecida, en los países de tradición cristiana, por una amplia participación popular y casi por la organización misma de la sociedad civil” mientras que hoy en día la consolidación del llamado fin de semana parece haber desprovisto al domingo de cualquier otra significación que no sea un momento más en este periodo de tiempo.

Curiosamente parecería que, y esto lo añado de mi cosecha, cuanto más tiempo libre tenemos, menos le dedicamos a Dios, por eso “a los discípulos de Cristo se pide de todos modos que no confundan la celebración del domingo, que debe ser una verdadera santificación del día del Señor, con el fin de semana, entendido fundamentalmente como tiempo de mero descanso o diversión” (D.D) y sobre todo, y tal como ya decía San Pedro en su día, en el domingo “los fieles deben reunirse en asamblea a fin de que, escuchando la Palabra de Dios y participando en la Eucaristía, hagan memoria de la pasión, resurrección y gloria del Señor Jesús y den gracias a Dios que los ha regenerado para una esperanza viva por medio de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos” (1P 1, 3).

Es por esto que Juan Pablo II dará un montón de “títulos” al domingo: día de Cristo, día de la Iglesia, día de descanso, día de la solidaridad, día de los días o día de la alegría. ¿No podemos dedicar entonces tiempo para divertirnos en domingo?. Por supuesto, “ya que no hay ninguna oposición entre la alegría cristina y las alegrías humanas verdaderas. Es más, éstas son exaltadas y tienen su fundamento último precisamente en la alegría de Cristo glorioso, imagen perfecta y revelación del hombre según el designio de Dios” (D:D 58), eso sí, “los fieles han de elegir, entre los medios de la cultura y las diversiones que la sociedad ofrece, los que estén más de acuerdo con una vida conforme a los preceptos del Evangelio” (D.D 68).

Tal como dirá el Eclesiástico, hay un tiempo para cada cosa, y por tanto podemos aprovechar el domingo para descansar, para estar con la familia y amigos, para hacer deporte o asistir a algún evento cultural, para visitar a algún enfermo o hacer alguna obra de caridad, pero ante todo y sobre todo tener en cuenta que la Eucaristía es el centro del domingo. Ya en el primer catecismo de la Iglesia, la Didajé, enseñaban los apóstoles “Dejad todo en el día del Señor y corred con diligencia a vuestras asambleas, porque es vuestra alabanza a Dios. Pues, ¿qué disculpa tendrán ante Dios aquellos que no se reúnen en el día del Señor para escuchar la palabra de vida y nutrirse con el alimento divino que es eterno?”.

Es por eso que en domingo cobra una especial relevancia la familia, ya que “corresponde ante todo a los padres educar a sus hijos para la participación en la Misa dominical, ayudados por los catequistas, los cuales se han de preocupar de incluir en el proceso formativo de los muchachos que les han sido confiados la iniciación a la Misa, ilustrando el motivo profundo de la obligatoriedad del precepto” (D. D. 51)

Porque “entre las numerosas actividades que desarrolla una parroquia ninguna es tan vital o formativa para la comunidad como la celebración dominical del día del Señor y de su Eucaristía. En dicha asamblea las familias cristianas viven una de las manifestaciones más cualificadas de su identidad y de su ministerio de iglesias domésticas, cuando los padres participan con sus hijos en la única mesa de la Palabra y del Pan de vida” (D.D 49).

Vivido así los padres de la parroquia de mi amigo no lo concebirían como un castigo, todo lo contrario, si no como una auténtica bendición. Ciertamente faltaría por tanto una pastoral previa de los padres (la Iglesia tiene multitud de recursos, acciones pastorales y grupos de fe que en muchas ocasiones son “desaprovechadas” por los mismos pastores) y además, aunque esto no sea “doctrina oficial” si alguno de estos padres leyera estas lineas les diría que, por propia experiencia, la “santificación” del domingo lleva una serie de “efectos secundarios” altamente beneficiosos: mejora la relación con los hijos y con el cónyuge, se aprovecha mucho más el día y todas las cosas buenas que Dios pone para nuestro disfrute y hasta sale mejor la paella… de verdad, creedme.

Bautismo de niños: ¿Debemos cumplir las normas?


El Bautismo es el primer sacramento de la iniciación cristiana, sin él no puede recibirse ningún otro y por él quien lo recibe se hace hijo de Dios y miembro de la Iglesia y recibe la fe y el perdón del pecado original.

Todo esto naturalmente no es moco de pavo, por eso la Iglesia lo considera un grandísimo don y exhorta a los padres a bautizar a sus hijos de bien pequeños como una obligación e incluso tiene normas excepcionales para hacerlo de urgencia en caso de peligro de muerte del recién nacido.

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El problema es que este sacramento, como de la primera comunión y el matrimonio, se ha convertido a su vez en un rito social y por eso en ocasiones en lugar de realizarse en las debidas condiciones parece que lo único importante es que el bautismo se celebre “y ya está” y son muchos los sacerdotes que por comodidad, afectividad o incluso por una personal interpretación de lo que debe ser la acogida de la Iglesia, no procuran que se den estas condiciones y omiten e incluso desobedecen lo dispuesto al respecto en el código canónico.

  • Lo primero que hacemos los sacerdotes a los padres que vienen a la parroquia es darles la enhorabuena y desear para su hijo lo mejor, que es el bautismo- me decía un sacerdote hace poco.

Eso es evidente y muy loable, como no, ¿pero significa eso que el hecho de que acudan a la parroquia a pedir el bautismo para su hijo sea suficiente para que se realice el sacramento?

  • Naturalmente – me decía una mujer en la misma conversación – La Iglesia no niega el bautismo a nadie ni el cura pregunta a los padres si creen o no

Ciertamente la Iglesia no niega a nadie el bautismo, aunque en circunstancias el párroco, como responsable de la administración del mismo, puede “diferir”, es decir, posponer el sacramento para más adelante en que sean otras las condiciones. Y lo de que no pregunta o no debería preguntar… bueno, casi mejor nos podíamos remitir al derecho canónico y al ritual del bautismo para ver que es lo que la Iglesia dice “oficialmente” al respecto y así a lo mejor aclarar (o no) algunas de estas dudas.

Para bautizar lícitamente a un niño, tal como dice el CDC, lo primero es que “den su consentimiento los padres, o al menos uno de los dos”(CDC 868.1.1). Esto resulta cuanto menos curioso, no se exige ni siquiera que los padres estén casados o que sean creyentes, pero se pide que el bautismo no se haga sin su consentimiento, o por lo menos basta con el de uno. Lo de “como no bauticéis al niño me lo llevo yo un día y lo bautizo por mi cuenta sin que lo sepáis” queda bien para una comedia, pero no sería posible. (Nota: salvo excepciones previstas para el caso de riesgo de muerte inminente del niño. Fin de la nota, se sobreentenderá para todo en adelante). Sin embargo, esta falta de “exigencia” a los padres llevará contradicciones con otros artículos del canon que ya se encargarán los especialistas en resolver (doctores tiene la Iglesia, nunca mejor dicho)

Y lo segundo, y probablemente lo más peliagudo, es “que haya esperanza fundada de que el niño va a ser educado en la religión católica; si falta por completo esa esperanza debe diferirse el bautismo haciendo saber la razón a sus padres” (CDC 868.1.2) ¿Cómo puede saber el sacerdote si “falta por completo”?. Unos padres que ni están casados ni son practicantes y que dan muestras evidentes que acuden por un mero rito social ¿pueden dar alguna garantía de que educarán a sus hijos en la fe católica? ¿No sería ese un caso en el que se debería diferir la recepción del sacramento en espera de otras circunstancias? No tienen respuesta fácil estas preguntas.

Es por eso que es importante, muy importante, dejar las cosas claras previamente, por eso “los padres del niño que va a ser bautizado y los padrinos, han de ser convenientemente ilustrados sobre el significado de este sacramento y las obligaciones que lleva consigo; y debe procurar el párroco, personalmente o por medio de otras personas, que los padres sean oportunamente instruidos con exhortaciones pastorales e incluso con la oración en común” (CDC 841.2). Parece evidente por tanto que el sacerdote (o quienes lleven la pastoral de bautismo en la parroquia) sí tendrán que hablar con los padres previamente. Para que quede claro, la RAE define exhortar como “incitar a alguien con palabras, razones y ruegos a que haga o deje de hacer algo”.

¿Y los padrinos?. Pues ese es un tema mucho más peliagudo aún, pues esta figura muchas veces se toma más como un reconocimiento de amistad o cercanía familiar sin tener en cuenta el significado del sacramento, o incluso se piensa que la misión del mismo es hacer regalos al niño o hacerse cargo de él en caso de fallecimiento de los padres, cuando en realidad nada de eso tiene que ver con su misión. El padrino es alguien “cuya función es juntamente con los padres, presentar al niño que va a recibir el bautismo y procurar que después lleve una vida cristiana congruente con el bautismo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al mismo”. (CDC 872)

Es por esto que el padrino, frente a la falta de “exigencia” de los padres, debe ser alguien “que sea católico, esté confirmado, haya recibido ya el santísimo sacramento de la Eucaristía y lleve, al mismo tiempo, una vida congruente con la fe” (CDC 874.1.3)

¿A que se debe esta exigencia tan grande frente a la falta de la misma de los padres? ¿No resulta contradictorio?. Doctores tiene la Iglesia que podrían responder a esta pregunta, aunque yo me aventuraría a decir que de la misma forma que el niño no ha escogido a sus padres, estos sí que tienen la posibilidad de escogerle padrino entre un número ilimitado de gente. Y puestos a que se diera el caso de un matrimonio no creyente, pero que por el motivo que fuese decidiera llevar a su hijo a bautizar o lo consintiera, que al menos la figura del padrino supliese la falta de fe de los padres.

¿Qué ocurriría pues si el padrino no cumpliera estos requisitos? Parece evidente que el sacerdote debería pedir a los padres que escogiesen a otro. O que en otro caso “difiriese” la celebración del mismo en tanto y cuanto no se den las condiciones correctas. ¿Y cómo juzgar que su vida es coherente con la fe?. Parece por tanto que el sacerdote sí que debiera realizar un pequeño escrutinio con el propuesto para padrino o que al menos tuviera la certeza que no hay una incongruencia palpable. Una persona que no está casada por la Iglesia o que no acude nunca a misa debería ser rechazada para esta misión. Ya no digamos, por ejemplo, si se trata de un médico abortista o un empresario de pornografía.

Pero es que además, en el ritual del bautismo vamos a preguntar y a pedir a los padres (he ahí una pequeña contradicción del código) y a los padrinos, ante Dios y ante su Iglesia, que “estén dispuestos a aceptar la responsabilidad de tratar de educar al niño en la fe”, a proclamar públicamente su fe en Dios Trinidad y su renuncia al Maligno, y además se les va a confiar públicamente la misión de acrecentar la luz de Cristo para que el niño viva siempre como hijo de la luz y persevere en la fe”.

¿Cómo podemos pedir todo esto a los padres si previamente no les hemos exigido que sean creyentes? ¿Podrían en ese caso dar la callada por respuesta si realmente no creen ni tienen intención de asumir esta misión?. Ciertamente es una contradicción que no sé cómo solventar (me remito nuevamente a los doctores de la Iglesia). Y en cuanto al padrino, al que sí que le hemos exigido fe y coherencia de vida ¿Podríamos aceptar que fuese alguien que nos consta que no posee ambas?.

En las práctica vemos como los sacerdotes aceptan padres y padrinos sin más o incluso a sabiendas que no se cumplen algunas condiciones de las que marca el CDC. No sé trata de juzgar a nadie, evidentemente, pero podemos tratar de suponer las posibles causas del mismo.

Si es por dejadez se trata de un pecado de pereza, poco más habría que decir, forma parte del proceso de conversión personal del sacerdote y en todo caso debería ser corregido fraternalmente por sus allegados o incluso paternalmente por su obispo.

Puede ser porque el sacerdote entienda que el bautismo es un bien en sí mismo (evidentemente) y por tanto lo que debe es administrarlo con independencia de las circunstancias. Esto sería un asunto muy delicado, pues supondría que el código de derecho canónico no tendría ningún valor. ¿Para que tenerlo pues? Mejor tirémoslo a la basura. Otro tanto si el sacerdote concibe la «obligación de acoger a todos» que tiene la Iglesia con dar a cada uno lo que pide sea como sea.

También podría ser que el sacerdote pensase en conciencia que no admitir o diferir el bautismo podría suponer un mal mayor: un escándalo en sus padres, uno mayor en el pueblo… Esto es superdelicado, ¿cómo valorar pues la conciencia de nadie o las consecuencias de una decisión?. Por eso es necesaria una preparación previa seria de manera que los padres y padrinos sean por sí mismos conscientes del significado y la importancia del bautismo y su misión, para que nadie se lleve a engaño.

Otro caso podría ser que el sacerdote temiese la pérdida de su propio prestigio personal. “Si les digo a estos que no pueden hacer padrino a Fulano van a estar poniéndome de vuelta y media por todo el pueblo durante meses”. Querido hermano sacerdote… ¿necesitas que te diga algo si estás en esta situación?.

La lista podría ser aún más extensa, pero más que los casos concretos lo que subyace de todo es que tomemos conciencia de la importancia del sacramento y la necesidad de que su preparación y realización sean consecuentes con el mismo. A fin de cuentas no olvidemos que procede de un mandato directo del propio Jesús: “Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28, 19)

¿Ser cristiano es ser solidario?


Podríamos hacer de una forma simplificada y con todas las matizaciones posibles la siguiente relación: Ser cristiano es reconocer a Dios como padre y al resto de los hombres como hermanos, y como tales tratarlos con bondad, amor e incluso ayudarlos en su necesidad o cuando sufran alguna situación de injusticia. Es decir, ser cristiano implicaría ser bondadoso y solidario.

El problema se produce cuando intentamos formular esa relación al revés, ¿podemos llegar a ser cristianos partiendo de la búsqueda del bien común?, ¿sólo se puede ser buena persona si eres cristiano?, ¿no deberíamos pues tratar de buscar la justicia social, el bienestar y la prosperidad de todos los pueblos en lugar de enseñar el Evangelio?. Ciertamente no son preguntas ni triviales ni fáciles de responder.

DoctrinaSocial

Algunos profesores de religión en la práctica sustituyen el contenido de la asignatura por una especie de “educación en valores”, con películas de contenido moralizante, campañas en favor de alguna ONG, etc.

Algunos misioneros dedican la práctica totalidad de su tiempo y esfuerzo a la “cooperación al desarrollo” con programas sanitarios, educativos o sociales pero se olvidan de cosas tan elementales como enseñar el Padrenuestro (perdón por la simplificación).

Algunos “músicos católicos” componen canciones de contenido religioso con letras en las que no se mencionan ni a Dios ni a Jesucristo, por lo que se podrían interpretar de mil maneras distintas, o se dedican a cantar directamente a la paz, la libertad o la solidaridad “escondiendo” a Dios en sus versos.

Estos son sólo algunos ejemplos de casos prácticos. De una forma teórica podríamos decir que la bondad y la solidaridad no tienen por qué ser exclusivas del cristianismo. De hecho algunas personas podrían, por ley natural, tratar de buscar el bien y combatir el mal aún siendo ateos. A fin de cuentas los teólogos definen la ley natural como la ley de Dios inscrita en los corazones de los hombres y esto supone que todas las personas, hechas a imagen y semejanza de Dios, tendrán claras cosas como que matar sin causa justificada o aprovecharse del débil está mal o que ayudar al necesitado o tratar a los demás con respeto está bien, aunque en la práctica muchas veces no sea así.

Así en una civilización como la europea, que a fin de cuentas es la civilización judeo-cristiana, la moral ha estado sostenida mayoritariamente por la religión. La moral romana, que consideraba sólo con derechos a los ciudadanos varones y relegaba en la práctica a mujeres, niños o extranjeros a la misma categoría que objetos y animales, fue superada por el cristianismo y la secularización de la sociedad en los últimos tiempos ha traído consigo una gran crisis de valores.

Fue el teólogo Karl Rahner, volviendo al tema de la moral natural, quien acuñó el término “cristiano anónimo”: toda aquella persona que aún no siendo cristiana busca el bien, la fraternidad o la justicia estaría obrando según la voluntad de Dios y las enseñanzas de Jesús como alguien que es cristiano sin saberlo. Este concepto ha sido muy discutible y discutido, no tanto por su definición si no por las interpretaciones del mismo, que podría llevar a plantear la posibilidad de un cristianismo sin Cristo y sin Iglesia, lo que sería un absurdo, o a algunas versiones de teólogos de la liberación, por ejemplo, según los cuales lo importante sería por tanto la justicia social o la acción sindical, realizando una interpretación del evangelio en clave política y relegando en la práctica la liturgia o la oración.

¿Que diremos pues?. Es evidente que la búsqueda de la justicia social no solamente es algo bueno, si no necesario, pero para el cristiano sería, en la modesta opinión del que escribe estas líneas, una consecuencia y no un fin en sí. Es decir, las enseñanzas de Cristo nos llevarían a trabajar en la construcción del Reino, pero no al revés.

De hecho, tal como recoge el concilio Vaticano II, los cristianos debemos, en la búsqueda de la construcción del reino, colaborar con aquellas personas e instituciones, sean o no cristianas, en la búsqueda del bien común. Pues otro caso distinto es, tal como explica el conocido pasaje evangélico (Mt 25) del “juicio a las naciones”, la actitud de los que no han conocido al Señor pero han vivido según la ley natural: todo lo que hicisteis (u omitisteis) a uno de estos pequeños a mí mismo me lo hicisteis aunque no me conocíais.

Por eso muchas veces puede resultar confuso el ideario de muchos colegios religiosos, que parecen más un manual de prácticas solidarias o los postulados de un humanismo laico, o la acción social de muchas instituciones que, realizando una labor admirable, llegan a olvidar o a omitir, hasta deliberadamente, sus propios principios.

Recuerdo una anécdota de la Madre Teresa de Calcuta: unas religiosas de su orden le pidieron reducir las horas de oración para dedicarse más tiempo a los enfermos del centro que regentaban. La respuesta de la Madre fue muy clara, les dobló el número de horas de rezar.

Como dice mi amigo Pepe González, autor de “Manual básico para católicos sin complejos”, “los católicos tenemos el mejor producto y no lo sabemos vender” por eso sería bueno, a mi entender, en lugar de “disfrazarlo” de prácticas bondadosas o justicia social, mostrarlo tal cual.

Los santos que necesitamos


Internet es un medio realmente libre. Cualquiera que tenga unas mínimas condiciones de acceso puede utilizarlo para expresar sus ideas, compartir experiencias y recuerdos, difundir información y también para soltar las más gordas de la mentiras, la mayoría de veces de forma impune.

En los últimos tiempos viene circulando un texto que, según algunos, habría escrito Juan Pablo II y que habría recitado recientemente el Papa Francisco, ambas cosas igualmente falsas. El texto, bienintencionado, habla sobre la necesidad de santos en la actualidad, pero tras la buena intención deja una serie de tópicos, verdades a medias y errores que convierten en insustancial la buena intención inicial y que dejan claro que no puede ser en modo alguno de aquel a quien pretenden atribuírselo. Como muchos lo habrán podido leer lo transcribo aquí (en cursiva) y de paso añado algunos comentarios de mi cosecha que nos ayuden a aclarar el contenido o a reflexionar sobre la santidad

 santos

Necesitamos santos sin velo, sin sotana. Necesitamos santos de jeans y zapatillas.

Parece clara la buena intención, pero en realidad la Iglesia necesita santos de todo tipo, con independencia de la forma de vestir o su estado, sean laicos o consagrados, monjas o padres de familia, obispos o monaguillos. De hecho algunos modelos de santidad muy venerados hoy en día por los jóvenes poco tienen que ver con la imagen “informal” que pretende la frase, como el Padre Pío o Santa Teresita de Lisieaux.

Necesitamos santos que vayan al cine, escuchen música y paseen con sus amigos.

La santidad evidentemente es independiente de los hobbies que uno tenga. ¿Serían menos necesarios los santos a los que les gustase el fútbol, la lectura o hacer la siesta?. Pero además podríamos añadir otra cosa: necesitaríamos santos que no escuchen cualquier tipo de música o vean cualquier tipo de películas, si no que seleccionen aquello que les resulte edificante y rechacen, aún en contra de modas y presiones sociales o de grupo, las manifestaciones contrarias a su fe y su moral.

Necesitamos santos que coloquen a Dios en primer lugar y que sobresalgan en la Universidad..

¿Cómo?. Es evidente que el santo pone a Dios como lo primero en su vida, ¿acaso hay santos para los que Dios sea algo secundario o accesorio?… y poco o mucho tendrá que ver con sobresalir en la universidad… además los motivos por los que uno sobresalga pueden ser muy santos o todo lo contrario.

Necesitamos santos que busquen tiempo cada día para rezar y que sepan enamorar en la pureza y castidad, o que consagren su castidad.

Uff… la idea se entiende pero es que está redactada con los pies. Sí, el creyente, el santo, necesita de la oración, debe hacer de esta una constante en su vida y también en momentos específicos. Y el creyente, el santo, debe vivir su amor y su afectividad en la castidad, con independencia de que sea célibe o casado, laico, religioso o consagrado. La castidad, que en muchas ocasiones se confunde con la abstinencia, no es otra cosa que vivir la sexualidad conforme a la moral cristiana.

Necesitamos santos modernos, santos del siglo XXI con una espiritualidad insertada en nuestro tiempo.

Necesitamos santos, antiguos y modernos, del SXXI y del III. Ojo con la palabra “moderno”, que no significa otra cosa que “ir a la moda actual”. El santo, el cristiano, podrá seguir muchas veces las costumbres propias de su tiempo o circunstancia, pero en otras deberá oponerse a ellas cuando sean contrarias a su fe y su moral. Por ejemplo, hoy en día está “de moda”, es “muy moderno” llamar y dar carta de familia a cualquier tipo de convivencia doméstica, pero el cristiano sabe que familia es única y exclusivamente la que corresponde al plan de Dios, aunque por ello tenga que ser tachado de anticuado, intolerante o cualquier otra burrada.

Necesitamos santos comprometidos con los pobres y los necesarios cambios sociales.

El “compromiso” del cristiano (una palabra que no aparece en el Nuevo Testamento y que en el Antiguo Testamento hace referencia a términos legales) es con Dios y con los hombres. Naturalmente se hará más patente en aquellos que tengan una mayor necesidad: los pobres, los enfermos, los marginados, los presos, los tristes… pero no como una “distinción” entre personas. De igual manera el cristiano se opondrá y contribuirá a superar y eliminar las estructuras de pecado, pero no por asumir ningún tipo de acción social, que puede ser muy lícita.

Necesitamos santos que vivan en el mundo, se santifiquen en el mundo y que no tengan miedo de vivir en el mundo.

Bueno, no conozco ningún santo que haya vivido en Marte… en cuanto al miedo, como dice el refrán, “es libre”. Como mucho el santo es el que no condiciona su vida de fe ante el miedo al que dirán o a lo que le pueda pasar, incluso en ocasiones con riesgo de su integridad o su propia vida.

Necesitamos santos que tomen Coca Cola y coman hot-dogs, que sean internautas, que escuchen iPod.

Por un lado volvemos al tema de los hobbies… ¿y si le gusta la sangría y la paella?. Por otro parece claro que Juan Pablo II no mencionaría una marca comercial o difícilmente hablaría de un reproductor de música que salió al mercado unos pocos años antes de su muerte, cuando su salud ya estaba en declive..

Necesitamos santos que amen la Eucaristía y que no tengan vergüenza de tomar una cerveza o comer pizza el fin de semana con los amigos.

Lo vergonzoso es la frase en sí y además mezclando churras con merinas. ¿acaso se puede ser santo sin amar la Eucaristía?. Por otro lado beber cerveza (siempre que sea con moderación), comer pizza (o arroz, o ensalada) y ver a los amigos el fin de semana (o los miércoles) no tiene nada de vergonzoso.

Necesitamos santos a los que les guste el cine, el teatro, la música, la danza, el deporte.

Y vuelve la mula al trigo… o que no les guste nada de eso… la santidad es independiente de los gustos personales

Necesitamos santos sociables, abiertos, normales, amigos, alegres, compañeros.

¿Me lo explica? Un santo puede ser sociable o retraído, abierto o reservado. Será “normal” si la “norma” no es contraria a su fe y su moral y viceversa. Amigo de Dios (evidentemente) y de sus amigos (pocos o muchos). Alegres en el Señor. Prójimos del prójimo.

Necesitamos santos que estén en el mundo y que sepan saborear las cosas puras y buenas del mundo, pero sin ser mundanos».

Y dale… ya dijo Jesús que “vosotros estáis en el mundo pero no sois del mundo”. Los santos, los cristianos, no viven en Marte. Disfrutan de todo aquello que el Señor ha puesto a su alcance pero poniendo siempre por delante, y en contra si fuera preciso, la voluntad del Padre.

Está claro que se puede y se debe ser santo en estos tiempos como en cualesquiera otros y esa supongo que era la intención del autor de este escrito, aunque luego la plasmación de la idea no haya quedado muy correcta.

Y el hecho de tener una vida de fe no tiene en principio porque ser contrario a tener tus diversiones o tu vida social y que en muchas ocasiones se podrá y deberá ser santo dentro de las costumbres y modos del tiempo actual, pero no como una condición necesaria ni mucho menos como una obligación, en especial, como ya hemos dicho, cuando se produzca el fenómeno contrario en que la moda sea contraria a la fe y moral cristianas.

Como SÍ dijo Juan Pablo II en la JMJ de Santiago de Compostela… “jóvenes, debéis ser santos… ¡pero santos de altar!”. Dios quiera que haya muchos así.

Aquí unos amigos: Católicos Sin Complejos


Coincidí con el grupo de rock católico “Católicos Sin Complejos” en el primer (y hasta la fecha único) festival PJRock de música católica que se celebró en mayo de 2010 en Torrijos (Toledo).

Uno de sus miembros, Pepe González, profesor de religión, era el autor de un muy interesante libro, “Manual para católicos sin complejos”. Una obra de apologética redactada de forma didáctica no para los estudiosos de la teología, si no para el cristiano de a pie al que muchas veces le faltan la información y los argumentos necesarios ante tanto ataque y tantos tópicos infundados contra la Iglesia. Lo que desconozco (y no le he preguntado) es qué fue primero, la gallina o el huevo, el nombre del manual o del grupo.

Volví a encontrarme recientemente con ellos cuando acudí con mi grupo, Hijos De Coré, al Multifestival David que se celebró a principios de julio de 2013 en la localidad de Oliva (Valencia). De hecho en ambos festivales fui yo quien les sugerí a través de internet que se pusieran en contacto con los organizadores para acudir a actuar, hecho este que me agradecen hasta un punto que considero inmerecido.

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En este periodo de tres años, de festival a festival, el único miembro que había permanecido en la banda era el propio Pepe González. Tampoco es algo excepcional y de hecho yo mismo era el único miembro que igualmente me mantenía en mi grupo.

En la actualidad “Católicos Sin Complejos” es algo más que un grupo de música (parece eso del FC Barcelona que afirman de sí mismos que son más que un club…). Para empezar sobre el escenario son seis: voz, guitarra eléctrica, guitarra acústica, bajo, batería y saxo, aunque ellos afirman ser ocho, ya que los otros dos compañeros que les hacen el apoyo logístico y de sonido los cuentan como miembros de la banda. Después está el hecho que pertenecen todos al movimiento de Cursillos de Cristiandad, incluso con una relación de catequistas-catequizandos (desconozco si los cursillistas utilizan esta terminología). Y por último siempre que pueden (que me da la impresión de que es casi siempre) cada vez que dan un concierto o se desplazan para un festival acuden con sus esposas e hijos, formando una auténtica comunidad cristiana. Además tienen la bendición de que uno de ellos es sacerdote, con lo que a la hora de celebrar la Eucaristía no dependen del horario de misas del lugar al que llegan.

Geográficamente el grupo es de Guadalajara, aunque alguno de sus miembros sea de Alcalá de Henares que, aunque situado en una diócesis y provincia distinta, es una población relativamente cercana, de poco más de 20km de separación.

Musicalmente hacen un rithm´n´blues muy bien elaborado y ejecutado, ese que te invita a llevar el ritmo con los pies o chasquear los dedos. Sorprende cuando los oyes hablar de sí mismos como “unos que estamos empezando”… cosa que probablemente sea cierta en conjunto pero no así individualmente, al menos en buena parte de ellos.

Quizá los que les quede ahora sea «venderse» un poco mejor, unificando sus perfiles de facebook (hay dos distintos del grupo) y actualizando su página web (que debe llevar «en construcción» desde el siglo XVIII) o su cuenta del youtube… espero que no tarden mucho.

¿Pero qué hacen los «kikos» en la Eucaristía? (II)


(prosigue del artículo anterior)

Terminada la homilía y como es preceptivo se proclama el Credo, recitado o cantado.

Posteriormente se realizan las preces. Igual que en ocasiones anteriores, uno de los que han preparado la celebración “sale” al atril y sin un texto prefijado realiza las oraciones de rigor a la que se suele sumar una más por las comunidades de todo el mundo y, en aquellas que llevan un cierto tiempo, se pide también por los hermanos de la comunidad ausentes en la celebración ese día.

Concluidas estas los presentes que lo desean, empezando por los niños, añaden desde su propio sitio sus oraciones particulares. Al ser la Eucaristía una acción de gracias en sí misma se recomienda que en este caso las preces individuales sean de petición y no de agradecimiento, aunque tampoco es ninguna ley.

La formula empleada tras la petición es “te lo pido, Señor” en singular, a lo que toda la asamblea responde en plural, sumándose todos a la petición de cada uno.

En el paso siguiente se produce la única “alteración” significativa en el orden habitual de la Misa, ya que tras las preces se procede al rito de la paz. No sé si esto tiene una “aprobación” definitiva, provisional o de facto, pero al igual que en todo, si hubiera en un futuro alguna determinación contraria al respecto se acataría.

¿A qué se debe este cambio?. Yo personalmente no lo sé (tampoco me preocupa, la verdad). La versión más “piadosa” diría que es una forma de hacer presente lo que dijo Jesús en el sermón de la montaña de ponerse en paz con el hermano antes de presentar la ofrenda (Mt 5, 23-24). La versión más “práctica” diría que, como en la comunidad se intercambia el saludo de la paz con todos los presentes se produce aunque no se quiera un cierto revuelo que no sería lo más conveniente con el Santísimo presente. Pero aclaro que ambas son sólo una especulación mía, nada más.

Tras la invitación por tanto del presidente a realizar fraternalmente este gesto los presentes se intercambian el saludo de la paz con dos besos y, como queda dicho, con un cierto revuelo al desplazarse todos  por la sala al realizarlo.

Tras el gesto la asamblea se sienta y el presidente realiza la presentación de las ofrendas mientras se canta una canción apropiada al momento.

Después siguiendo el orden establecido se procede a la plegaria eucarística, con el prefacio correspondiente que concluye con el canto del Santo y a continuación la epíclesis. Si el sacerdote se “atreve” la canta (hay muchos que por vergüenza o porque consideran que sus desafines en lugar de dar solemnidad al acto producirían el efecto contrario jamás lo hacen, ja, ja, ja…).

Benedicto XVI

Durante la misma la asamblea permanece en pie. Una vez consagrado el pan, el sacerdote, con gesto solemne, lo levanta y lo muestra a la asamblea y todos inclinan ligeramente la cabeza. Posteriormente vuelve a depositarlo en la patena y se arrodilla ante Él, a lo que la asamblea acompaña con una inclinación del tronco mucho más pronunciada. Igualmente sucede con el cáliz. Durante todo este proceso a mí personalmente me sobrecoge el silencio de la asamblea, podría escucharse el vuelo de una mosca.

La aclamación del “anunciamos tu muerte…” así como el “Amén” tras la doxología se hacen igualmente cantados. Se proclama o se canta entonces el Padrenuestro con el gesto de las manos alzadas (bien con las palmas hacia arriba o hacia el frente)

 JPII

Entonces el sacerdote parte el pan en dos y lo muestra tal cual partido a la asamblea, que contempla al Señor sacramentado un breve instante y se sienta. El cantor entona el “Cordero de Dios” y el sacerdote procede a partir el pan en tantos trozos como personas hay presentes.

Se procede entonces al rito de la comunión. Este es uno de los que probablemente llame más la atención tanto por su originalidad como por su hondo significado. Una vez partido el pan es el sacerdote el que recorre la asamblea para repartirlo, como el señor que sirve a los criados (Lc 12, 37). Cuando llega a cada uno los participantes se ponen en pie, colocan la mano izquierda sobre la derecha con las palmas hacia arriba, como haciendo una cuna, y con la presentación de rigor, “el cuerpo de Cristo”, deposita el pan en la mano. Pero el que participa no lo consume en ese momento, si no que vuele a sentarse con el Señor en su mano y espera a que termine el reparto. Me recuerda a la formula con que los padres educamos a los hijos en la mesa de “no empecéis hasta que estemos todos servidos”.

Este probablemente sea el momento que más disfruto, un momento de contemplación y adoración al Señor personal difícilmente igualable. Saber que Dios Todopoderoso, creador el cielo y de la tierra se hace hombre como yo y hecho hombre permanece sacramentado en ese trozo de pan que acuno en mis manos y que va a ser mi alimento me maravilla una y otra vez por más ocasiones  que lo repita (en el momento que escribo estas líneas se me escapan un par de lágrimas). De hecho, si algún día esta forma de comulgar deja de ser permitida será con seguridad lo que más lamente.

Una vez concluido el reparto el presbítero vuelve a la presidencia y proclama la fórmula completa “este es el cordero de Dios que quita…” y la asamblea responde el también conocido “Señor, no soy digno…”. Esta formula hace unos años se omitía, teniendo en cuenta que originariamente la proclamaban únicamente los catecúmenos no bautizados que no podían comulgar por tanto y abandonaban la asamblea en ese momento. No obstante se pidió que se mantuviera como en el resto de las celebraciones eucarísticas y así se hizo. En algunas comunidades la asamblea vuelve a levantarse en este momento, en la mía en concreto permanecemos sentados. Tomamos entonces el pan con la mano derecha y lo consumimos, todos al mismo tiempo.

Tras comulgar con el pan procedemos a hacerlo con el vino. En este caso, obviamente, no se espera a toda la asamblea, si no que conforme llega el presidente con el cáliz uno se levanta y toma un trago.

Una vez concluida la comunión se deja un pequeño momento de reflexión en silencio y se termina con la bendición final.

Tras la misma y mientras el sacerdote se retira hace un canto que normalmente suele ser a la Virgen o bien un canto festivo de alabanza. Los asistentes permanecen cantando y no se retiran hasta el final del mismo.

En ocasiones, y esto llama también mucho la atención, al canto se acompaña con una danza de alabanza alrededor de la mesa, en la tradición de las danzas semitas o mediterráneas en que la gente que participa en la fiesta se coge de las manos y hace unos pasos simples girando en corro. Algunas comunidades lo hacen casi siempre, otras lo reservan para las grandes festividades como la Pascua o Pentecostés y otras como la mía no lo hacemos nunca por la sencilla razón de que las condiciones de nuestra sala no lo permiten.

Tras la conclusión la gente empieza a retirarse con la misma falta de prisa con la que llegó. Es posible que hayan estado 60, 80… 100 minutos de celebración pero a nadie le ha dado por mirar el reloj.

Pero fundamentalmente, más allá de las normas o de que los signos sean más o menos ricos (que lo son y mucho), o que estén en estudio o aprobados definitivamente o que alguno de ellos se suprima algún día (que a fin de cuentas es lo que menos importa), lo importante es la conciencia de participar en el misterio Pascual de Cristo. Y hacerlo no a nivel individual (que también) si no como parte de un pueblo, de una comunidad cristiana en la que todos se conocen y conocen la historia de salvación que Dios ha ido haciendo en cada uno. Una comunidad donde todos se aman más allá de las afinidades de gustos o de edades, que suelen ser muy dispares. Una comunidad, un pueblo, al que cada uno pertenece como una respuesta a la vocación de Dios.

Porque, aunque podemos y debemos darle a la celebración de la Eucaristía todo el cuidado y solemnidad que nos sea posible, la Misa tiene siempre valor pleno en sí misma, aunque la haga el sacerdote de prisa y corriendo en 20 minutos o los signos estén poco cuidados. Esas son cosas que nos ayudan a entrar en fiesta, pero que no cambian la esencia de la entrega del Señor a su Iglesia.

¿Pero qué hacen los «kikos» en la Eucaristía? (I)


(debido a la larga extensión del presente artículo lo publico por partes)

Tanto dentro de la Iglesia cómo fuera de ella hay gente que siente un gran aprecio por las comunidades neocatecumenales, otros indiferencia incluso algún recelo y otros tristemente nos odian. In veritas, libertas… (lo suelto aquí porque es uno de los pocos latinajos que me sé, ja, ja, ja…). Y los hay que emplean mucho tiempo y energías en manifestarlo.

De los que tan poco nos quieren dentro de la Iglesia, primero han intentado atacar al Camino por lo pastoral y lo doctrinal, queriendo hacer ver lo que era una simple calumnia, que las comunidades viven o predican algo distinto al Magisterio de la Iglesia, cuando una y otra vez Papas, obispos y comisiones pontificias han dicho todo lo contrario y han dado su reconocimiento oficial.

Por eso cansados de estrellarse una y otra vez contra un muro han probado otra vía, la litúrgica: “Los kikos hacen de la celebración de la Eucaristía un auténtico esperpento, se inventan normas litúrgicas y se saltan las oficiales a la torera”. Llega a tal paranoia la situación que muchos que jamás han mostrado el más mínimo interés por la liturgia y sus normas ahora parecen los más fieles guardianes de la ortodoxia. Incluso aquellos que alaban a ciertas corrientes que se saltan las mismas a la torera, tienen una vara de medir completamente contraria cuando se trata de los «kikos».

 (022) Salón superior

Cierto es que la celebración de la Eucaristía de la comunidades neocatecumenales podría resultar llamativa o sorprendente para alguien acostumbrado a una misa de 30 minutos en la que la única parte activa corresponde al sacerdote, mientras el pueblo se limita a escuchar y poco más, sin conocerse entre ellos la mayoría de las ocasiones y disponiéndose también de forma dispersa y alejados del altar como si les fuera a morder.

También es cierto que en ocasiones la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha llamado la atención sobre algunos aspectos que consideraba incorrectos (en ocasiones de forma errónea, como cuando se decía que las homilías nunca debían ser dialogadas, cuando en el Camino jamás se ha hecho tal cosa) y creo además (esto no lo sé ciertamente) que hay un proceso de estudio sobre las mismas.

De lo que sí estoy seguro es que, como ya ocurrió anteriormente, si hay una resolución en firme por parte de la autoridad eclesial competente, la acataremos y tan contentos (o tan resignados, ja, ja, ja). Si la memoria no me falla, en 30 años creo que ha habido un par de cambios y además recientemente.

Entonces, con la libertad que me da hablar a título personal y teniendo en cuenta que no ejerzo ningún tipo de responsabilidad dentro de las comunidades me gustaría explicar, ¿por qué no? cómo celebramos la Eucaristía en el Camino, o al menos cómo la celebra mi comunidad, que viene a ser más o menos como se celebra en todo el mundo, desde Papúa hasta Finlandia.

Empezaré negando la mayor y diré que difícilmente se vive con más solemnidad y conocimiento de causa (quizá igual en muchos sitios y seguro que mucho menos en otros) una Eucaristía que cómo se celebra en el Camino, a excepción hecha quizá de las comunidades más jóvenes que, como en todo, tienen que ir aprendiendo poco a poco. Y también diré por otro lado que “nihil novum sub sole» (no hay nada nuevo bajo el sol, otra que me sé en latín, estoy sembrado), es decir, los «kikos» no han inventado nada, como mucho habrán tomado elementos que ya existían en mayor o menor medida en la liturgia y en otras realidades.

Mi comunidad nunca empieza puntual, la gente llega sin prisas, se saluda, habla, todos se conocen de sobra y comentan las cosas habituales entre amigos… mientras algunos van preparando la asamblea, ponen los manteles (blancos, impolutos…), las flores, el cáliz… alguien ha preparado el pan para consagrar (aquí no hay hostias), un torta de pan ázimo, sin levadura, sólo harina y agua. Ahora que lo digo aquí si que hubo un cambio, hace muchos años se le solía echar un chorrito de aceite, pero se dijo que no se pusiera, que el pan para consagrar sólo debía llevar sus dos componentes básicos.

Los cantores sacan el cantoral, revisan los cantos que previamente han escogido y afinan las guitarras… entre unas cosas y otras se empieza con más de 20 minutos de retraso pero a nadie parece importarle…

Se sitúan en la sala de celebrar, un salón acondicionado al efecto. Aquí no hay bancos ni huecos, si no sillas. Se disponen de manera que coincidan más o menos con el número de participantes (nunca se puede saber el número exacto que acudirán ese día) y se ocupan las primeras filas, dejando unas pocas detrás por si alguien llega una vez comenzada la celebración. Los niños delante, todos bien guapos y bien vestidos. Los cantores en las sillas más próximas al atril. Todos los asistentes acuden elegantes, muchos de ellos con traje (quizá menos en verano).

La sala está enmoquetada, en la presidencia hay un mural con un pasaje del evangelio. La mesa que hace de altar situada en el centro y las sillas dispuestas enfrente y a los lados, en dos o tres filas, como familia reunida en torno a la mesa, pero con la suficiente separación de la misma. En una esquina de la presidencia el acólito junto a la credencia (mesa pequeña con los distintos elementos litúrgicos). El cubreatril decorado con alguna imagen. Una cruz de pie junto al mismo. Un retrato de la Virgen en la pared y el cirio pascual al otro lado. A los pies del atril un jarrón con flores y también una pequeña guirnalda sobre el borde del mantel de la mesa.

Un grupo de hermanos ha preparado el día anterior la celebración. Uno de ellos sale al atril y hace la monición ambiental, una pequeña exhortación sobre lo que se va a celebrar y una invitación a entrar en fiesta. El contenido de la misma lo ha preparado él, ni lo lee ni se limita a leer un papel que le haya pasado el sacerdote.

Cuando termina todos se ponen en pie y uno de los cantores con su guitara en mano sale al atril y empieza el canto de entrada. Los hermanos de comunidades son muy cantarines, cantan mucho, cantan fuerte (sin gritar), cantan todos, sin vergüenza y, además suelen cantar bien. Cosa lógica porque la práctica hace maestros y cuanto más tiempo llevan más acostumbrados están a cantar y mejor lo van haciendo cada día. En el estribillo el sacerdote aprovecha para hacer su entrada.

Tras las fórmulas de entrada de rigor, las que establece la liturgia para toda la Iglesia, se canta el Gloria y se hace el acto penitencial como en cualquier otra misa de cualquier otra parte, y se procede a la liturgia de la Palabra. Las lecturas de ese domingo, no otras. A cada una de ellas otros hermanos del grupo que ha preparado hacen pequeñas moniciones. El salmo y el Aleluya también se cantan. Cada uno de los que “salen” al atril hace una reverencia al presidente antes de realizar su servicio. Los lectores suelen ser siempre los mismos, aquellos hermanos de la comunidad que se ha ido viendo con el tiempo que son más adecuados. Como mandan los cánones la asamblea permanece sentada salvo en el Aleluya y la proclamación del Evangelio.

Tras la proclamación del Evangelio el sacerdote no permanece en el atril, si no que vuelve a la presidencia y se sienta. La asamblea ha permanecido en pie y sólo se sienta una vez lo ha hecho el presidente. El sacerdote invita entonces a los fieles a expresar su experiencia a la luz de la Palabra. En algunas comunidades los hermanos que se encargan de la instrucción de los niños les leen aparte y antes del comienzo de la celebración el Evangelio y se lo explican brevemente. En mi comunidad, igual que en otras, es en este momento cuando el didáscalo (que así se denomina a quien hace este servicio) pregunta a los niños, desde su propio sitio, si hay algo que no han entendido o algo que les haya gustado y estos suelen participar en mayor o menor medida a su propia vergüenza.

Luego el sacerdote invita a la asamblea a realizar los “ecos” de la palabra. Aquellos que lo desean, 2,3…4 personas a lo sumo, expresan en voz alta y desde su propio sitio como se cumple en ellos (o no) la palabra proclamada. Así, por ejemplo, si alguna lectura ha tratado el tema del perdón pueden compartir una experiencia de cómo ha tenido que perdonar o pedir perdón ante un hecho concreto de sus vidas, o cómo se sienten interpelados a hacerlo ante alguien con quien tienen un conflicto… pero siempre desde un punto de vista experiencial (perdón por la palabra) y personal, nunca tratando de explicar las lecturas ni dar un catequesis, ya que eso correspondería al sacerdote. Éste hace la homilía sentado en la presidencia. Como casi todos los curas la lleva preparada pero también puede, si así lo ve conveniente, comentar algo al hilo de lo que alguien ha dicho en los ecos, pero nunca entra en diálogo ni nada parecido…

(continuará)

De la dialéctica (anécdotas de un discutidor)


Con la ya sana costumbre que he adquirido de consultar el diccionario de la RAE he ido esta vez a buscar dos términos. El primero ha sido el de “discutir”, que define como “examinar atenta y particularmente una materia” o bien como “contender y alegar razones contra el parecer de alguien”.

Me he detenido en esta última definición por que me parece clave para lo que quiero comentar. Bien dice que es “contra el parecer de alguien” y no “contra alguien”. Más que nada por que observo últimamente dos casos opuestos pero que a fin de cuentas son como las dos caras de una misma moneda. Uno sería “cómo no estoy de acuerdo con su parecer voy a contender contra su persona”, es decir, en lugar de rebatir las opiniones de otro con las que no estoy de acuerdo me dedico a insultarlo y ofenderlo. Y el otro sería el efecto inverso, “si este no opina como yo es por que me desprecia, me ofende o tiene algo contra mí”.

El otro término que he buscado en el diccionario es el de “dialéctica” definido como “arte de dialogar, argumentar y discutir”, probablemente sea que a mucha gente le falte (quizá tendría que incluirme yo mismo) el desarrollo y la práctica de tan noble arte pues.

 debate

¿A qué viene entonces mi interés?. Quizá sea que a mí de siempre me ha gustado discutir, y no digo “en el buen sentido de la palabra” ya que, como deja claro la RAE es un término que no tiene un “mal sentido”, a no ser que alguien piense que contender y alegar razones sea negativo (y en ese caso quien pensase eso sería claramente un tipo fascistoide y peligroso). Pero más probable porque en los últimos días me he visto envuelto en varias situaciones con algunas personas con distintos niveles en el arte de la dialéctica. A modo de anecdotario y sin querer sacar ninguna conclusión exhaustiva, las comento.

Un amigo mío me enseña un texto que había escrito sobre un pasaje evangélico. El texto me gusta mucho, es conciso, directo, claro, y así se lo digo, aunque también hay dos cosas que no me gustan e igualmente se las refiero. Una de ellas era el uso de determinadas expresiones coloquiales que me parecían inadecuadas y otra la confusión que se producía en un momento dado entre lo que es el texto bíblico y lo que eran sus propias reflexiones.

Mi amigo en un principio reaccionó mal ante mis críticas

-No sé por qué dices que te gusta lo que he escrito si luego me haces esas críticas. Seguro que tienes algo personal contra mí y tendremos que hablarlo.

-Si te digo que me gusta mucho – le contesté – es porque me gusta mucho y si te no lo crees es problema tuyo. Si te he hecho un par de críticas es porque había un par de cosas que no me parecían convenientes y si crees que tengo algo personal contra ti te equivocas y ya te digo de antemano que tengo suficientes problemas reales en mi vida que no pienso perder un sólo minuto en problemas inexistentes.

Gracias a Dios mi amigo lo entendió perfectamente y no volvimos a tratar el tema, es más, alguna de mis críticas las asumió y realizó algunos cambios en el texto y otras en cambio no, dejándolo como estaba, cosa que me pareció lo más lógico.

En otra ocasión hablaba con el miembro de un grupo de música que según él hacían temas de valores y contenidos cristianos pero sin mención expresa a Cristo ni a Dios y que su obra era tan evangelizadora y admirable como la del que más.

Le contesté que con lo primero no estaba de acuerdo, que “evangelizar” sin anunciar el Evangelio no era comparable (no dije ni mejor ni peor ni nada parecido) a aquellos músicos que sí mencionan a Cristo explícitamente en sus canciones y que si pensaba que lo que hacía era “admirable” era porque tenía un alto grado de autoestima.

Me respondió que no tenía por qué aguantarme y que le había faltado el respeto con lo de la autoestima, además de acusarme en falso de cosas que no había dicho.

Le respondí con un recurso que utilizo mucho en estos casos “si me dices una sola cosa en la que yo te haya faltado el respeto te doy un millón de euros”… naturalmente no había nada de eso. Le expliqué que decir que lo que uno hace es admirable y tener una alta autoestima es lo mismo, una simple cuestión de diccionario. Y le hice ver que lo expresado por mí era una opinión, que podía compartir o no pero que en ningún caso había ofensa y que lo que había dicho acerca de mí no era cierto… aún estoy esperando que se disculpe, ja, ja, ja.

En otra, y es la tercera anécdota, me llegó la invitación de un agente de pastoral para asistir a la representación de una obra musical que habían preparado los alumnos de un colegio religioso. Le contesté que el contenido de la obra me parecía de una moral inapropiada para un centro de esas características y me contestó enfadado que quién era yo para juzgar a los chavales y a los monitores que con tanta ilusión habían preparado la representación. Volviendo al recurso del millón de euros le hice ver que en ningún momento había dicho nada contra los chavales ni sus monitores, sólo contra el argumento de la obra en sí. En esta ocasión lo entendió perfectamente, me pidió disculpas y quedamos estupendamente, incluso terminamos hablando de posibles colaboraciones en un futuro.

Una más, y van cuatro. En un artículo reciente de este mismo blog en el que hablaba de la progresiva “homosexualización” de la televisión hubo varios comentarios elogiosos y uno crítico. Al que escribió este último, que lo hizo de forma anónima, agradecí sinceramente que expresara sus opiniones contrarias, por que eso favorece el debate, y de hecho le rebatí, pero no entendí el tono personal y ofensivo que utilizaba y también se lo hice saber.

Para empezar criticaba que hubiese empleado la palabra “marica” para referirme de forma peyorativa a los homosexuales. Curiosamente era una articulo de 1700 palabras en las que aparecían 6 veces la palabra “homosexual”, otras tantas el término “gay” y una sola vez la de “marica” y además en un expresión coloquial pronunciada por un personaje ficticio…

Por otro lado utilizaba expresiones poco dadas a contender y alegar razones contra mi parecer si no más bien a mostrar desprecio y ofensa hacia mi persona, tales como “muy gracioso, tu artículo”, “has dejado pasar una gran oportunidad de rascarte la espalda”, “no has dado una, chico”, “¿no has llamado a un psicólogo aún?”, “intentas copiar el estilo de los artículos que supongo que has leído en la prensa, sin éxito” (?)… y luego a verter acusaciones tipo de “apuntarme a complots contra la libertad”, “querer controlar la moralidad del vecino” o estar lleno de “odios y supersticiones”… cuando supongo que los que siguen de forma más o menos habitual este blog conocen en qué términos me expreso.

Bueno, van cuatro, podría seguir con algunas más, pero creo que ya es suficiente. No sé si el problema de la falta de dialéctica es real o no o si será el reflejo de una sociedad que ha pasado de ver en televisión los debates serios y respetuosos de “La Clave” a los gritos e insultos de los “salvameses”, “mujeresyhombresylesdamoslavuelta” y “degüenaleyes” de turno.

Sea como sea, si alguien quiere contender y alegar razones contra mi parecer estaré encantado de atenderle… si lo que busca es la ofensa y la calumnia, por favor, que no me haga perder el tiempo… ni el suyo. Gracias.

Y los protestantes siguen sin reconocer al Señor en la Eucaristía…


Cuando mantengo alguna discusión con protestantes sobre la presencia real de Jesús en la Eucaristía me llevo siempre una gran sorpresa. Mientras ellos afirman que siguen la Palabra de Dios y que los católicos la hemos tergiversado, yo no paro de citar las escrituras y ellos me replican diciendo una y otra vez que son “metáforas” y, haciendo su propia interpretación, muchas veces afirman exactamente lo contrario de lo que dice la Biblia. Es más, manteniendo su convicción de estar en lo cierto mientras que yo, que no hago otra cosa que repetir la Palabra de Jesús, imparto “enseñanzas erróneas”. Ciertamente triste, qué le vamos a hacer.

¿Exagero? Bueno, comprobémoslo con un sencillo experimento: Veamos que dice exactamente Jesús en los evangelios y luego hagamos un pequeño y sencillo test, vamos, una simple prueba de comprensión de texto.

 jesus pan de vida1

Trabajad no por un sustento que perece, sino por un sustento que dura y da vida eterna; el que os dará el Hijo del Hombre.

No fue Moisés quien os dio pan del cielo; es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. El pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo. Yo soy el pan de la vida: el que acude a mí no pasará hambre, el que cree en mí no pasará nunca sed. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron.

Éste es el pan que baja del cielo, para que quien coma de él no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien coma de este pan vivirá siempre. El pan que yo doy para la vida del mundo es mi carne. Si no coméis la carne y bebéis la sangre de el Hijo del Hombre, no tendréis vida en vosotros. Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. Quien come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que me envió vive y yo vivo por él, así quien me come vivirá por mí. Éste es el pan bajado del cielo y no es como el que comieron vuestros padres, y murieron. Quien come este pan vivirá siempre.

Cuánto he deseado comer con vosotros esta víctima pascual antes de mi pasión. Os aseguro que no volveré a comerla hasta que alcance su cumplimiento en el reino de Dios ni volveré a beber el fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el reino de Dios.

Tomad el pan y comed, esto es mi cuerpo. Mi cuerpo que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.

Bebed todos de la copa, porque ésta es mi sangre de la alianza, la nueva alianza sellada con mi sangre que se derrama por todos para el perdón de los pecados.

Empecemos pues: Tras haber leído el texto conteste a lo que usted crea realmente.

  1. ¿Quién dice Jesús que es el pan vivo bajado del cielo?

    a) Él mismo

    b) Su palabra

  1. ¿Para que sirve, según Jesús, el pan que baja del cielo?

    a)Para que quien coma de Él no muera

    b)Para que quien coma de Él tenga un recuerdo suyo

  1. ¿Cuál es el pan que da Jesús para la vida del mundo?

    a) Su carne

    b) Su Fe.

  2. ¿Que ocurre, según Jesús, a los que no comen y beben su sangre?

    a)Que no tendrán vida en ellos

    b)Que no participarán de un acto en su recuerdo

  3. ¿Qué ocurre, según Jesús, a los que comen su carne y beben su sangre?

    a)Tendrán vida eterna y Él los resucitará el último día

    b)Que participan de un acto en su recuerdo

  4. ¿Qué tipo de alimento es, según Jesús, su cuerpo y sangre?

    a) Verdadera comida y verdadera bebida

    b) Una simple metáfora

  5. ¿Qué relación tiene la cena del Señor con el Reino de Dios?

    a)Alcanzará su pleno cumplimiento en él.

    b)Ninguna, al menos no directamente.

  6. ¿Qué dice Jesús del pan que parte y da a comer en la última cena?

    a)Que es su cuerpo

    b)Que es un signo de su cuerpo

  7. ¿Qué dice Jesús de la copa que da a beber en la última cena?

    a)Que es su sangre

    b)Que es un signo de su sangre.

SOLUCIÓN AL TEST:

Si sus respuestas han sido la opción a), cree usted exactamente lo que Jesús dice en el Evangelio y no otra cosa y es muy probable que sea usted católico.

Si sus respuestas han sido la opción b), cree usted cosas distintas e incluso contrarias a lo que dice Jesús en el Evangelio, es muy probable que sea usted protestante y que siga pensando que es usted quien se mantiene fiel a la Palabra de Dios mientras que los católicos la tergiversan.

Bueno, si el humor también es un instrumento válido para dar a conocer el mensaje de nuestro Señor espero que les haya gustado la forma de hacerlo tipo test.

A mis amigos protestantes les diré que lo siento, pero por mucho que se empeñen no diré otra cosa que no sea la que afirma Jesús en el Evangelio sino que, y citando a San Pablo con toda su dureza, les recordaré que “quien coma el pan y beba la copa del Señor indignamente, es reo DEL CUERPO Y LA SANGRE DEL SEÑOR. Quien come y bebe SIN RECONOCER EL CUERPO DEL SEÑOR, se come y se bebe su propia condenación” (1 Cor 11, 27.29)

Como decían los apóstoles, palabras duras son estas.

La progresiva “homosexualización” de las series de televisión


Antes que nada pido perdón por la palabreja que no existe (aunque curiosamente la palabra “sexualización” si que aparecerá en la próxima edición del diccionario de la RAE). Me motiva este artículo una noticia sobre cómo la presencia de parejas homosexuales en las series de televisión de Estados Unidos va en aumento cada año. Sin necesidad de realizar ese estudio estadístico sí es cierto que otro tanto, incluso mayor, sucede en España.

Es evidente que existe una interacción entre los medios de comunicación y la sociedad, en especial en la televisión. En ocasiones esta refleja las costumbres de la sociedad cambiante y en otras es la sociedad la que adopta por imitación los modelos de conducta que la televisión ofrece. Soy de la opinión (discutible, como todas) de que normalmente se produce más el segundo fenómeno: la televisión moldea la sociedad. Y por lo que se ve comparten conmigo esa opinión los partidos políticos y los lobbies económicos y sociales que tratan de utilizar la televisión para influir en la población, entre ellos, como no, el lobby homosexual.

 tv-digital

Da la impresión que si una serie española de televisión, sobre todo de comedia, comienza sin que aparezca ningún personaje homosexual, pasará poco tiempo hasta que veamos alguno en la trama y de forma continua. No sé como funcionará esto por dentro, pero me imagino al lobby gay llamando y presionando a la emisora para que esto suceda o al productor diciendo a los guionistas “¿cómo que no habéis metido ningún gay? Ahora mismo convertid a alguno de los personajes en marica antes de que nos lluevan palos…” (repito que es pura elucubración).

Pero el hecho es que este fenómeno se constata con el desarrollo de los guiones, y no solo se conforman con la aparición de un personaje “gay”, si no que progresivamente van incluyendo toda una variedad de “comportamientos” sexuales varios (lesbianas, transexuales, tríos  bisexuales…)

Para muestra recordaré tres series de reciente emisión en España, que ya no están en antena (o lo están en reposiciones), pero que muchos de los que leen estas lineas identificarán (que me disculpen los lectores de otros países donde no hayan llegado las mismas) y que comprobarán lo que escribo.

Aquí no hay quien viva: Una comedia sobre un grupo de vecinos de un edificio del centro de Madrid.

Al principio de la serie aparece un homosexual en uno de los apartamentos. Poco después los guionistas añaden un compañero con lo que tenemos la “pareja gay”. Por lo que se ve insatisfechos deciden incorporar una pareja de lesbianas y aún no contentos temporadas más tardes incluyen un personaje transexual, “una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre”.

Paralelamente los cambios de parejas, los adulterios y la promiscuidad aumentan en cada capítulo. Para poner una guinda en el pastel añaden un cura, un tipo ridículo cuya obsesión es triunfar en el mundo de la canción sin saber cantar ni tocar la guitarra y cuyas canciones no son más que plagios descarados de éxitos de grupos de moda

Doctor Mateo: Un prestigioso cirujano que triunfa en Nueva York se retira a vivir una vida tranquila como medico del pueblo asturiano en el que pasaba los veranos de su infancia y tiene que convivir con los pintorescos habitantes del mismo.

Tras “descubrir” que faltaba un homosexual los guionistas convierten de la noche a la mañana en gay al joven fontanero del pueblo y sin previo aviso, el mismo que capítulos antes nos han mostrado tratando de seducir a alguna de las mozas del lugar.

¿El cura?… aparece en la segunda o tercera temporada, un chico joven y muy guapo al que acosan las mujeres del lugar, aunque en este caso (¡menos mal!) no sucumbe a la tentación.

Los hombres de Paco: Esta serie es la que a mi juicio se lleva la palma y en la que me detendré un poquito más. Se trata de un grupo de policías bastante chapuceros en sus métodos pero que de una manera u otra siempre resuelven con éxito sus casos.

Lo más curioso es que esta serie en un principio estaba llena de valores, la amistad, la honradez, el amor por la familia, la entrega en el trabajo, la lucha contra el mal y las injusticias, pero…

La trama empieza enredándose cuando la hija adolescente de uno de los policías se enamora del agente guaperas y trata de seducirlo de la forma mas explícita posible, aunque este la respeta y rechaza todas sus insinuaciones. Pero ojo, la respeta no porque es menor, si no por que es la hija de su amigo.

Luego llega el tembleque de los guionistas y deciden convertir a uno de los agentes en homosexual, y en un capítulo, sin comerlo ni beberlo, convierten en gay al policía que curiosamente mostraba un comportamiento más machista de todos, mientras que sus compañeros, como no, lo animan para salir del armario como de si de una gran victoria se tratara.

Naturalmente se dan cuenta de que ahora falta la lesbiana. ¿qué hacer pues?. Incorporan un nuevo personaje que casualmente es la hermana de uno de los policías que también casualmente es policía pero que se marchó de casa hacía mas de 20 años y que, oh casualidad, es lesbiana. Además, oh requetecasualidad, había tenido una experiencia lésbica con la exmujer del policía guaperas, que también es policía, y que requetequetecasualemente es destinada a la comisaría se su hermano y al encontrarse las dos reviven su amor lésbico.

Con esto además cerramos un círculo curioso, una lesbiana con otra que está con ella que antes había estado casada con un hombre (¿bisexual tal vez?).

¿Se quedan satisfechos los guionistas (o los que les “presionan”) con ello?. Ni mucho menos, en un capítulo y de forma ocasional muestran a la lesbiana manteniendo relaciones con uno de sus compañero varones, eso sí, sin “faltar” a su chica. Y ya por si fuera poco nos muestran una clase magistral en que enseña a la otra a pasear de la mano por el parque sintiéndose orgullosa de ello (la “clase” es totalmente surrealista pues se produce tras el enfrentamiento con una banda criminal en el que han matado a varios de los malos).

¿Se acaba aquí la cosa? Pues no, ya puestos ¿que tal un poco de travestismo?. En una de las misiones uno de los agentes debe disfrazarse de mujer. “Casualmente” se encuentra en la calle con el comisario, que no ha sido informado de la estratagema de sus agentes, y pese a tratarse de un policía veterano, ilustre y condecorado con una hoja de servicios brillantísima, es incapaz de reconocer a uno de sus oficiales disfrazado. Pero además se siente atraído por ella/él y la cubre de atenciones y galanteos como buen caballero que es. El subordinado no tiene más remedio que seguirle la corriente y aunque finalmente se descubre el pastel, en un momento dado el agente confiesa a sus compañeros que cualquiera se dejaría seducir por las galanterías de su jefe.

Homosexual, lesbiana, bisexual, travesti… ¿que tal si ahora incluimos un trío?. Esa es la ocurrencia siguiente del guión. Uno de los policías se enamora de la lesbiana pero, en un alarde de su amor le dice que él respeta que ella y su pareja sean lesbianas y que no quiere cambiarla, pero que al menos le “dejen” entrar en su relación. Las dos mujeres, que sienten una aprecio por él como amigo y compañero, hacen un pequeño “intento” que finalmente no cuaja, pero en el que al menos los guionista han mostrado es posibilidad.

Bueno, ¿y aquí no metemos un cura?… ya puestos metamos un obispo. En uno de los capítulos los policías deben desmantelar una trama de traficantes de drogas que importan cocaína utilizando como tapadera una fábrica de imágenes religiosas que llegan a España a través de un convento sin que las monjitas lo sepan (menos mal que no se le ocurrió convertir a las monjas en traficantes de drogas). Para ello deciden infiltrarse de incógnito en el convento, un convento que dicho de paso parece más una estación de metro por la facilidad con que la gente entra y sale de él. Un agente masculino de sacerdote que se “aloja” en el mismo convento. Otro que llega “de visita” y una de las chicas policías que ingresa “como novicia”.

La joven policía entra en la celda de su compañero para intercambiar información y la superiora, que desconoce la operación, piensa que han mantenido relaciones. A la mañana siguiente el mismo policía consume de forma accidental la droga que estaban buscando, justo cuando de repente “aparece” el obispo que viene a recriminarle su comportamiento inmoral con la novicia y el agente, envalentonado por las drogas, le suelta un discurso de cómo la iglesia “reprime” el amor (?) y lo culpable que es por la muerte de millones de personas por Sida al prohibir el condón (imaginación al poder).

Para más inri los guionistas muestran al mismo tiempo una escena en la que el otro agente, policía joven y guapo que llega vestido de sacerdote al convento, se besa apasionadamente con su compañera vestida de novicia con la que tiene un romance, pero a pesar de su condición de infiltrados en secreto no lo hacen en una esquina apartada o en una sala, si no en el centro del claustro donde cualquiera que pasase los vería perfectamente. Aunque el guión deja claro que son agentes infiltrados ya han conseguido la imagen, un cura y una monja jóvenes y guapos besándose con pasión.

Pero más allá de las anécdotas y de las series en concreto la duda que nos queda es ¿consiguen así su propósito?, esto es, ¿consiguen convencer a la población de que determinados comportamientos absolutamente minoritarios y fruto de situaciones personales muy concretas y dolorosas son mucho más frecuentes de lo que en realidad lo son y tan normales y naturales como los que son moralmente lícitos? Tristemente parece que así es… por eso, ante todo y sobre todo, precaución, en especial con los más jóvenes.

Música católica contemporánea de España: los otros (II)


Este artículo es la séptima entrega de los diversos que vengo realizando sobre grupos y solistas de la Música Católica Contemporánea de España.

Para los no iniciados decir que es una corriente musical en la que se componen canciones con textos de contenido religioso pero desde los más diversos estilos actuales: rock, pop, salsa, hip-hop, canción de autor, folk… destinados no ya a la liturgia si no a la presencia a través de conciertos, grabaciones de discos, etc al igual que la música secular.

Los artículos anteriores, que recomiendo su lectura si no lo has hecho, son

.- Rock católico español

.- Grupos folk españoles

.- Ellas son las reinas (solistas femeninas)

.- Solistas veteranos (masculinos)

.- Solistas recientes

.- Los otros (grupos y solistas sin clasificar)

Prosigo pues en este artículo presentando más grupos y solistas de la MCC en España, bien porque son de reciente formación o aparición, bien porque son más veteranos pero se han instalado recientemente en España o bien porque un servidor no los conocía hasta hace poco o incluso porque aunque los conozco no había encontrado videos suyos.

Acompaño a cada uno una pequeña reseña y un video con la única intención de que los lectores de estas lineas vayan teniendo conocimiento de ellos si no lo tenían ya.

Karolinns Cristiana

Ojo a esta chica que dará que hablar. He tenido la oportunidad de conocerla personalmente tan sólo hace poco más de 4 meses y ya ha compartido escenario con mi grupo, Hijos De Coré, en un par de ocasiones. Una voz preciosa y de una dulzura y sencillez tanto en su forma de cantar, como en su carácter y en su misma presencia.

 

 

 

Marcelo Olima

Nacido en el interior de Argentina y afincado en Almería, donde trabaja como profesor de Religión. Perteneciente a la Renovación Carismática es un predicantor en la linea de los cantautores católicos latinoamericanos que alternan la predicación hablada con la canción es sus actuaciones.

 

 

 

José Manuel Durán.

Religioso agustino nacido en un pueblo de León, aunque estudió y vive en Navarra. Muchos de sus temas están compuestos sobre textos de san Agustín

 

 

 

Rubén de Lis

Cantante y guitarrista gallego. Con la guitarra es un auténtico virtuoso, autor de un buen número de discos de música secular y ponente en master class sobre guitarra. En sus actuaciones muestra tanto su vida de fe como su increíble técnica instrumental.

 

 

 

Dawidsh

Forman como ellos mismo dicen utilizando el término inglés una “crew” de hip hop, un grupo en el que unen sus trabajos y talentos  pero sin perder su propia individualidad. Dos hombres y dos mujeres de ciudades y condiciones familiares distintas, un diácono marianista, una estudiante de posgrado, un maestro y padre de familia… que contactaron a través de internet y con experiencia previa en el rap y el hip hop que acaban de lanzar su primer disco en común.

 

 

 

Basileia

Grupo de pop cristiano de la provincia de Madrid liderados por Pablo Puglia. En ocasiones también ofrecen actuaciones de música secular o aparecen algunos de sus miembros de forma individual o en dúo en veladas de oración de alguna parroquia.

 

 

 

Cis Adar

Sexteto de una pequeña población manchega, Herencia, con la voz principal de Migue García-Parrado. Acaban de editar un disco producido por uno de los maestros de la MCC, Roberto Vega.